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Ernesto Arias: “Sartre no deja títere con cabeza, se burla hasta de sí mismo”

Tras el éxito de la temporada pasada, «Nekrassov», la hilarante sátira del escritor francés sobre la manipulación periodística, regresa a La Abadía
Cipriano Pastrano DelgadoLa Razón

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Hace un año que el Teatro de La Abadía estrenaba «Nekrassov», la sorprendente y única comedia escrita por Jean-Paul Sartre, una sátira mordaz contra la prensa capitalista y la manipulación de la opinión pública que el padre del existencialismo escribía en plena Guerra Fría, y que acabó siendo uno de los éxitos teatrales de la temporada pasada. Una obra hilarante en la que palpita la confrontación entre comunismo y capitalismo que marcó la segunda mitad del XX. «Nekrassov» vuelve en una reposición que estará hasta el próximo día 26 con Ernesto Arias como protagonista, dirigida por el británico Dan Jemmett.
–Sartre a ritmo de vodevil, cuesta imaginárselo.
–Sí, tenemos la idea de un hombre serio y sesudo, pero lo que escribió fue una sátira. Y aunque sea una comedia, plasma los principios fundamentales de su filosofía, pero dentro de situaciones divertidísimas.
–¿Está seguro de que es de 1955? Parece escrita ayer.
–Es tan actual que algunos espectadores no creen que sea el texto original. Sartre crea una situación en un universo periodístico y político de los 50, adelantando y advirtiendo ya sobre las manipulaciones periodísticas, como ahora la post-verdad o las «fake news», presentando la información, no con la honorable intención de informar, sino con la idea de influir a que el ciudadano se incline hacia un lado u otro.
–¿Nada nuevo bajo el sol?
–Si esto ocurría en la Guerra Fría, con internet y las redes sociales se ha desarrollado mucho más, incluso se han creado empresas, como la famosa Cambridge Analytica, con el único propósito de gestionar y manipular la información para influir en el voto.
–¿Plantea la libertad personal de fondo?
–Claro, el hombre es arrojado a la existencia y condenado a la libertad, tiene que tomar sus propias decisiones. Todos los personajes se encuentran en situaciones extremas y debe tomar sus decisiones libremente, incluso en contra de sus principios.
–¿Y la utilización de las personas?
–También, eso que Sartre llamaba el utilitarismo, donde las personas son valoradas por su utilidad, en la medida que me sirven para algo. Los personajes utilizan al prójimo, tratan de manipularlo y utilizarlo en beneficio propio para sobrevivir.
–¿Cuál es su principal herramienta?
–El miedo. «Habrá que meterles miedo», dicen. Usan la política del miedo porque éste es la herramienta más eficaz para manipular, el ciudadano se siente angustiado y con la necesidad de tener que tomar partido.
–¿Hay mentiras de interés público?
–Yo creo en la buena voluntad y disposición, no creo que un periodista invente una mentira como bien público, si acaso que maquille la realidad para un fin, no que mienta a conciencia. Ni siquiera los políticos, ellos dicen lo que necesitan en cada momento y eso los lleva hoy a una cosa y mañana a otra, por eso nos sentimos engañados.
–¿Sartre se ríe de todo?
–Sí, no deja títere con cabeza, se burla hasta de sí mismo y de su filosofía, ese es uno de sus grandes aciertos en la obra. Lo mismo satiriza al capitalismo que al comunismo. La acción se sitúa en un periódico progubernamental que dice «nuestras ideas serán inamovibles, a no ser que el gobierno cambie las suyas».
–¿El humor es la mejor forma de resaltar las contradicciones humanas?
–La mejor no sé, pero sí es muy útil. Como es una comedia tan hilarante, a veces me siento como los bufones diciendo las verdades ante los reyes, a través de la broma se pueden evidenciar ciertas realidades que dichas tal cual resultan demasiado pesadas.
–¿Su personaje es el prototipo de estafador-encantador?
–Eso intento, comienza la función queriéndose suicidar y unos vagabundos lo salvan, es decir, está «obligado a existir». Georges de Valera, el mayor estafador de Francia, debe tener su lado cautivador para ser capaz de liar y embaucar a todos.
–¿Es un superviviente?
–Totalmente, siempre entre la espada y la pared pero sabiendo encontrar el hueco para desenlazarse. Es la angustia de ser libre luchando por no ser manipulado. Quiere llevar las riendas de su vida sin ser títere ni del gobierno ni del periodismo y al final comprueba que todos lo somos.
–¿Usted ve muchos «supervivientes» en la política actual?
–Parece que sí (risas), algunos políticos parecen finiquitados y, sin embargo, siguen ahí. Los hay como mi personaje, que tratan de pintar la realidad a su beneficio manipulando para conseguir sus objetivos, pero creo que nuestro sistema democrático es lo bastante sólido como para detectarlos sin irse al garete.

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