La nueva vida de los 091
El grupo granadino, al que se atribuyó un aura de malditismo, presenta en Madrid el disco de su regreso, «La otra vida», con la formación original de la banda
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Vienen, como dicen ellos mismos en su nuevo álbum, a terminar lo que empezaron. Después de la «Maniobra de resurrección» a la que se autosometieron en 2016, la banda de Granada 091 publicó a finales del pasado año «La otra vida», un álbum con título de pura lógica desde el punto de vista de unos resucitados, lo cual no quiere decir que sean muertos vivientes que arrastran los pies, sino en un grupo que busca decir cosas nuevas desde la madurez. «No, no hay revancha ni hay ajuste de cuentas con nosotros mismos. El disco es el resultado de una gira que fue un éxito que nunca nos imaginaríamos que iba a suceder y de que las piezas estaban todas perfectamente colocadas», dice José Antonio García, vocalista del grupo que regresa con su formación original.
«Creo que, en particular, llenar dos veces la plaza de Toros de Granada generó un ambiente muy positivo entre todoso nosotros, para variar», ironiza José Antonio Lapido, letrista y guitarrista del grupo. Vuelven, sí, para sacudirse un poco ese aura de malditismo y grupo de culto que se acepta con resignación pero sin gloria. Esta noche, en Madrid, en la sala Joy Eslava. «No es exactamente una segunda oportunidad, sino un nuevo estadio vital. Nos planteamos el disco para dar lo máximo y nos autoimpusimos mucha presión para armar un trabajo a la altura. Nuestra ética de trabajo nos impedía hacer cualquier disco como excusa para volver, y además no habría sido justo con la armonía que habíamos encontrado...», dice Lapido.
No a los «muertos vivientes»
Por eso, el disco tiene algo de luminosidad en las guitarras que contrastan con la habitual lírica sombría de la banda. «Cierto. Queríamos darle brillo y empuje, como la música de los 60, que entienden la canción como una subida espiritual, un optimismo. Recogiendo lo que decías antes, no queríamos que fuera ‘‘La noche de los muertos vivientes’’. El tono de guitarra chispeante da esa sensación, pero luego las letras tienen mucho humor negro», añade el letrista. «Ya en el primer disco había canciones con un tono un poco siniestro. Pero esa es la apariencia, porque luego son solo juegos de palabras», apunta el cantante.
El grupo tuvo una trayectoria guadianesca. «Por comentar lo del famoso malditismo: que yo sepa, ningún grupo nace con la intención de ser ni maldito ni de culto. Eso luego queda bien en la estética del perdedor pero básicamente todo el mundo graba para que lo compre la mayor parte de la gente posible. Eso pasaba en los 60, los 70, los 80 y en este siglo nuevo. Lo que pasa es que, por circunstancias de la industria en los 80 y 90, siempre estuvimos en un camino aparte. Otros compañeros de generación tuvieron gran éxito y nosotros algún pico, canciones que sí sonaron y pudimos tocar mucho, pero también hubo épocas en las que las cosas no nos pintaban bien. Y se habló de nosotros así, como para minorías», dice Lapido. «Hay grupos que tuvieron éxito y escuchas sus canciones ahora y han envejecido muy mal. Nosotros llevamos una línea muy coherente dentro de nuestra lucha con las compañías. Y eso ha hecho mucho por las canciones», añade su compañero. ¿Les intentaron dirigir las compañías? «Siempre lo intentaron. Dependiendo del grupo que triunfara en ese momento, querían que sonáramos a eso. Y nosotros contestábamos que no, que no era nuestro rollo». Y, claro, eso traía consecuencias. «El desinterés, el abandono. Se iban con los grupos más maleables, porque las compañías siempre quieren tener al menos a un grupo haciendo lo que está de moda, aunque dure solo tres años y luego decaiga. Porque entonces se buscan a otro –señala Lapido–. Nunca quisimos hacer techno ni funky ni rock sinfónico. Y nos dejaron de lado». «Nos decían: ‘‘Sí, sí. Mandad maquetas, mandad...’’. Y nos dejaban ahí...», apunta García. «Es una visión cortoplacista del pop. Pero bueno, las compañías han ido desapareciendo y nosotros seguimos aquí», ironiza el autor de textos como «Qué fue del siglo XX».
Ahí siguen, efectivamente. Disfrutando, como dice el título, de eso que permiten las canciones, vivir cien veces. Para que vayan a verles quienes ni siquiera habían nacido cuando se despidieron. «Por lo que se ve, la mayoría de nuestros fans se ha puesto a hacer hijos...», ironiza José Antonio García. Una nueva oportunidad para todos, artistas y grupos. «Es como cuando juegas al pinball, casi se acaba la partida... y te llega una bola extra».