Anaïs Nin, el placer femenino antes del Satisfayer
María Velasco y Javier Giner recuperan en «Taxi Girl» el trío amoroso que vivió la escritora francesa con Henry Miller y June Mansfield en el invierno del 31
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En octubre del 31, Anaïs Nin (1903-1977) escribía en su diario acerca de sus necesidades: «Una mente mayor, un padre, un hombre más fuerte que yo, un amante que me guíe en el amor. Trabajaré, amaré a mi marido, pero también me realizaré a mí misma». Se negaba a renunciar a su libertad. Casada con el banquero Hugh Parker Guiler, Nin ansiaba expresar su sensualidad, «es un secreto poder en mi cuerpo. Algún día se manifestará, sana y abierta», le confesaba a su primo Eduardo en unas fechas en las que la relación marital no pasaba por su mejor momento: «Nuestras peleas son ominosas, tremendas, violentas».
Lo que por entonces no sabía Anaïs Nin es que estaba cerca de cruzarse con dos personas que saciarían sus apetitos: Henry Miller y June Mansfield, esposa de éste. Una intensa relación a tres de apenas un año que la escritora recogió en sus diarios y que ahora recupera el Centro Dramático Nacional –con texto de María Velasco y dirección de Javier Giner– en «Taxi Girl».
Compañera de baile
Un título «que no es un capricho anglosajón», en palabras de la autora, sino que se refiere a esas compañeras de baile de pago que se popularizaron a comienzos del siglo XX, la profesión de Mansfield cuando conoció a Miller. Pero el montaje no retrocede hasta esos locos años 20, se centra en los encuentros franceses de los tres. Doce meses de pasión en los que Nin iba de unos brazos a otros guiada por sus deseos y por el inevitable vínculo con su marido, claro. Si primero se prendía de Henry Miller, un hombre con «una cabeza interesante y con un buen perfil», ese del que escuchó «las cosas más ciertas y profundas» que había oído hasta la fecha, luego haría lo propio con June, «la única mujer que ha respondido a las exigencias de mi imaginación», firmaba embriagada de «champán y hachís». Así relataba su primer encuentro: «Cuando trataba de imaginarme la auténtica belleza, me forjé en mi mente una imagen que correspondía exactamente a este tipo de mujer. Me di cuenta de que sería capaz de hacer cualquier locura por aquella mujer». También una June que afirmaba que «contigo tomaría opio», recogen unos diarios calificados de «pornográficos».
Entonces, Henry se desvanecía y June se convertía en «el color, la brillantez, lo extraño», definía una escritora a la que ahora interpreta Celia Freijeiro –también productora–: «Anaïs Nin pasa a la Historia como una pervertida y si, en parte, se la conoce es por el morbo y no por ser escritora», cuenta una actriz que se detuvo ante esta figura cuando se reconoció en ella. «Podría ser yo misma, leo sus frases y me siento identificada, pero también me gustó que se hiciera preguntas incómodas por sus sentimientos: ¿es normal esto? ¿Estoy dañada de fábrica por querer a una mujer? ¿Qué es lo que me pasa?». Freijeiro comprobaba en su lectura que «eso de la sororidad y el empoderamiento de los que tanto hablamos hoy estaban en esta historia. Me frustra pensar que esta señora plantea cuestiones a las que todavía no hemos dado una respuesta». Por eso, dice, «queremos levantar un espejo frente al público para reflejarnos y reflexionar».
Triángulo volcánico
Aunque el cuento de estos tres también es una historia de clases: la de cómo June Mansfield (Eva Llorach), por su falta de poder, termina encerrada en un psiquiátrico recibiendo electroshocks, mientras Nin, burguesa y casada con un banquero, hace bueno eso de que «el dinero es un salvavidas», recuerda Javier Giner.
A través de los textos, Freijeiro, Velasco y Giner se introdujeron en un proyecto en el que se hacía hincapié en este «triángulo volcánico», presentan. Un amorío protagonizado por una taxi girl y dos pesos pesados de la literatura universal, Henry Miller (Carlos Troya) y Anaïs Nin, nombres que «utilizaron la obscenidad y el erotismo para introducir un caos delicioso en las mentes bien pensantes», explica una Velasco que tuvo en Nin una de sus lecturas de juventud, dice, y que está fascinada por «aquellos artistas que lucharon contra la censura, pero también por las mujeres que lo hicieron con su propia savia vital». «Si hay algo que define a las dos de la obra es tener una sexualidad absolutamente libre, no se autocensuran», apunta Giner: «Al revés que nosotros, que en 2020 nos hemos preguntado si estábamos yendo demasiado lejos con nuestra propuesta».
Le sorprende al director «que hace cien años Nin reclamase el derecho al placer y a experimentar en la vida y todavía hoy estemos hablando del Satisfayer, el disfrute femenino, como la gran conquista social del momento». Por eso mismo, la autora se lleva las manos a la cabeza «al comprobar que tanto June como Anaïs no solo fueron mujeres adelantadas a su tiempo, sino también al nuestro. Las comparaciones son odiosas».