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«El método Grönholm»: Un éxito que no decae ★★★✩✩

Nacho Peña
La Razón

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Autor: Jordi Galcerán. Directora: Tamzin Townsend. Intérpretes: Luis Merlo, Vicente Romero, Jorge Bosch y Marta Belenguer. Teatro Cofidis Alcázar, Madrid. Hasta el 28 de junio.
Lo de «El método Grönholm» no tiene parangón en la historia de nuestro teatro reciente. Probablemente quede muy poquita gente, por no decir que no queda nadie, que no haya visto aún esta obra teatral de Jordi Galcerán o, en su defecto, la desvirtuada versión cinematográfica, sumamente popular también, que hizo de ella Marcelo Piñeyro. Convertida en un clásico moderno por méritos propios tras su primer estreno en 2004, la obra, por muy vista que esté, sigue sin embargo arrastrando al público en masa a las salas. Y eso es lo que está ocurriendo en el Teatro Cofidis Alcázar; o, al menos, es lo que puede inferirse atendiendo a la magnífica entrada que presentaba la función cuando un servidor pudo verla, que fue un día a mitad de semana y lejos ya en el tiempo del acostumbrado fervor de las primeras representaciones. Un reclamo importante para repetir el éxito primigenio seguro que ha sido contar, igual que en el primer montaje, con Tamzin Townsend como directora. Y no es la única que repite: el actor Jordi Bosch vuelve a encontrarse con el mismo personaje que se enfundó hace años, acompañado esta vez en el escenario por Luis Merlo, Marta Belenguer y Vicente Romero.
La ácida mirada de Galcerán a la mezquindad del ser humano cuando se ve empujado a pelear con otros para conseguir un puesto de trabajo, y también, por supuesto, a la vileza de quienes provocan y favorecen esa pelea tratando de encontrar al candidato idóneo, se mantiene igual de profunda y vigorosa que hace años. Pero lo más difícil, original e inteligente de la obra es que el autor –que sabe como pocos qué puede atrapar la atención del espectador y qué no– fuese capaz de plasmar su contundente crítica conjugando con tanto acierto la precisión argumental y el ritmo del thriller con los elementos propios de la comedia más pura. Una comedia, todo hay que decirlo, que precisamente por querer extremarla en las interpretaciones, y en la dirección de las mismas, se tambalea a veces en este nuevo montaje. No era necesario subrayar en el lenguaje escénico, como se ha hecho, la naturaleza de unos personajes que, sobre el texto, ya presentaban las dosis justas de cinismo y de patetismo que necesitaban en consonancia con la trama. Como tampoco era necesario edulcorar el final –entiendo que esto habrá sido cosa del propio Galcerán, porque en los créditos no aparece ningún «adaptador»– con un nuevo giro que podría culminar, aunque no queda del todo claro, en una suerte de justicia poética que menoscaba el hermoso poso satírico que tenía la primera versión.

Lo mejor

La función, como todas las de Galcerán, se ve de principio a fin sin pestañear

Lo peor

La contraproducente inclinación hacia lo comercial de una obra que ya tiene todo en sí misma para ser comercial