El músico Arvo Pärt, premio Fronteras del Conocimiento de la Fundación BBVA
Fue exiliado por el régimen soviético, que consideró una amenaza su espiritualidad y le tachó de “traidor a la patria", y regresó a su país, Estonia en 2010
Creada:
Última actualización:
El jurado internacional del Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento en la categoría de Música y Ópera, como consecuencia de la crisis sanitaria del COVID-19, ha valorado en esta ocasión de manera telemática las 37 nominaciones recibidas, concediendo el premio en esta duodécima edición al compositor estonio Arvo Pärt “por cultivar un lenguaje original que le ha llevado a crear un mundo sonoro único; una aproximación nueva a la música espiritual, especialmente coral, que reduce el material sonoro a lo esencial”. Al recibir la noticia de la concesión del premio, el galardonado se ha mostrado “muy feliz y agradecido”.
Arvo Pärt nació en 1935 en Paide, Estonia, sólo cuatro años antes de que el estado pasase a formar parte de la URSS. Estudió piano, flauta, oboe y percusión antes de cumplir los veinte años, edad en la que realizó sus primeros intentos compositivos. En 1954 inició su formación superior en composición, en el conservatorio de Tallin, que tuvo que interrumpir por el servicio militar obligatorio. Se graduó en 1963, con una madurez formal reflejada en su “Sinfonía No. 1” (1963), mientras trabajaba como ingeniero de sonido en la radio estatal. Algunas de las piezas que compuso durante sus años de estudiante aún permanecen en su catálogo oficial, incluidas piezas orquestales como “Nekrolog” (1960) y “Perpetuum mobile” (1963).
A finales de la década de los sesenta, su música destaca por una utilización muy personal del collage, unida a una gran influencia de la tradición barroca, en composiciones que reflejan una lucha interior entre dos mundos que se oponen y cuya máxima expresión es “Credo” (1968), que supuso un punto de inflexión en su obra y en su vida. Su estreno significó un auténtico acontecimiento para el público, que ovacionó la pieza hasta conseguir que se interpretase íntegramente una vez más. De ahí que el estado soviético considerase peligrosa la obra y a su creador por su espíritu innovador y siguiera muy de cerca sus movimientos.
Pärt se sumió en un retorno a los orígenes mediante el estudio de la música vocal cristiana, el canto gregoriano, la escuela de Nôtre Dame y la polifonía renacentista. En esos años ocurren dos acontecimientos personales de gran significado en su vida: su matrimonio con Nora, su compañera inseparable desde entonces, y su ingreso oficial en la Iglesia Ortodoxa.
El tintinnabuli
En 1976, con una pequeña pieza para piano, Für Alina, Pärt muestra de manera evidente que ha encontrado su propia voz. Los dos mundos que llevaba tiempo explorando se expresaron a la perfección en la creación de una nueva técnica: el tintinnabulli, definido como dos líneas musicales entrelazadas, desprovistas de todo elemento accesorio. El director artístico del Teatro del Liceo, Víctor García de Gomar, secretario del jurado, lo define como “la invención de una gramática sonora que lo hace inconfundible, que presenta células repetitivas de una cierta contención, acordes que se superponen uno encima del otro, de modo que cada cambio es casi un milagro, son sutiles, pero modifican su color de modo que cambia todo el sentido de lo que se estaba construyendo”.
Desde entonces, Pärt ha mantenido una relación de más de cuarenta años con esa técnica que él mismo inventó, que ha desarrollado y en la que se ha apoyado para toda su creación. El nacimiento de ese nuevo lenguaje le condujo a un año muy prolífico, 1977, en que compuso algunas de sus obras más interpretadas: “Cantus in Memory of Benjamin Britten”, “Fratres”, “Summa” y “Tabula rasa”. Un lenguaje “personal y comunicativo que ha fascinado a los públicos más exigentes, así como a una gran audiencia. Su música es admirada, reconocida e interpretada por las más grandes instituciones musicales y culturales a nivel mundial”, en palabras del maestro Pedro Halffter Caro, miembro del jurado.
Detenido en Moscú
El estreno de “Tabula rasa” volvió a ser un acontecimiento, esta vez en Tallin, que le abrió las puertas a un amplio reconocimiento internacional. Su creciente influencia y acogida por el público, su voz artística altamente individual y su religiosidad fueron vistos por el régimen soviético como una amenaza. Los intentos de injerencia del régimen llevaron a Pärt a expresar públicamente su desacuerdo.
Fue detenido en el aeropuerto de Moscú por disidente, los medios comenzaron a tildarle de “traidor a la patria” y, finalmente, las autoridades soviéticas le recomendaron salir de Estonia. Se exilió con su familia en enero de 1980, primero a Viena y posteriormente a Berlín, donde vivió durante casi treinta años, mientras en Estonia se prohibían las interpretaciones en directo de sus obras.
Alemania supuso un nuevo periodo, extraordinariamente fecundo, en la producción de Pärt, en el que jugó un papel muy importante su relación profesional con Manfred Eicher, a quien conoció en 1984. El fundador y productor del sello ECM Records convirtió una nueva grabación de Tabula Rasa en el primer título de una exitosa serie de grabaciones que llevó su música a todo el mundo.
Estonia recuperó su independencia en 1991, y Pärt restauró su relación con el país, tanto personal como artísticamente. Su música se volvió a interpretar con regularidad y los lugares en los que vivió en su juventud le ofrecen habitualmente homenajes el día de su cumpleaños. En 2010 regresó definitivamente a su tierra, donde vive desde entonces. Ese mismo año, él y su mujer Nora fundaron el Centro Arvo Pärt, cuyo objetivo es crear y mantener el rico archivo personal del compositor y, en paralelo, oficiar como lugar de encuentro para músicos, investigadores y amantes del universo musical.
“Arvo Pärt, que construye una música de gran pureza y espiritualidad, representa una oasis de reposo en un mundo sobresaturado de tecnologías. Su música es una invitación a trascender la individualidad”, destaca Víctor García de Gomar. “De carácter reservado y generoso, siempre ha querido estar cerca de las personas, del ser humano, y no ha dudado en poner su arte al servicio de grandes tragedias”. El secretario del jurado hace así referencia a la obra “Da pacem domine” (“Te damos gracias, señor”), escrita por Pärt dos días después de los atentados del 11-M de 2004 en Madrid, una plegaria coral de seis minutos que el compositor dedicó a los 192 fallecidos.
La música de Pärt ha alcanzado las más amplias audiencias. “Reconocida por su profundidad y sensibilidad tanto por creyentes como por no creyentes”, asegura Robert Sholl, catedrático de Música en la Universidad de West London (Reino Unido) y miembro del jurado.