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Christian Li, el nuevo niño prodigio del violín que adora a Harry Potter

Decca hace historia al firmar por primera vez un contrato con un artista de 12 años a quien ya comparan con Paganini y Menuhin, y con quien acaba de publicar su primer álbum

Christian Li acaba de publicar su primer álbum con Decca Classics
Christian Li acaba de publicar su primer álbum con Decca ClassicsLA RAZÓNLA RAZÓN

Christian Li es un chaval normal. Un niño de 12 años con rasgos asiáticos al que le encanta ver películas de Harry Potter. Una tras otra. Hasta ahí, todo normal. Lo que sucede es que tiene una habilidad, un don. Toca el violín como los ángeles. Al igual que Vengerov, uno de los violinistas más célebres Li comenzó a aprender a los cinco años. Practica durante cuatro horas al día durante la semana y más los fines de semana. Cuando no está estudiando le encanta leer y el cine de ciencia ficción. Cuando visitó la sede de Decca en Londres el año pasado, estaba “extremadamente emocionado” por la tienda de Harry Potter en King’s Cross Station. Es esta compañía con quien ha firmado su primer contrato y la que acaba de editar su primer trabajo discográfico. A los 10 años este niño nacido en Melbourne ganó el Concurso Internacional Menuhin, el más prestigioso del mundo de violín. Su madre no se explica los dones del hijo. Lo achaca, entre otras cosas, a una herencia por parte de sus abuelos. “Tiene muy buen oído, buena memoria musical y muestra una gran pasión por la música. Nos dimos cuenta de su talento cuando comenzó a estudiar violín a los cinco años. Sus maestros estaban sorprendidos por su talento ", ha asegurado su madre a “The Observer”. Le gusta la astronomía y es fan de los gatos. Detesta comer en los aviones.

Meditada estrategia

Detrás de un contrato de esta clase puede haber una cuestión de estrategia, de meras competencias entre sellos “rivales”, es decir, lo contratamos para que la otra compañía no se lo lleve. “Los concursos, además, son un campo excelente para otear cuál es el panorama. Hay niños que tiene posibilidades y niños que están programados por sus padres, que piensan que tiene una mina en casa y que hay que explotarla el tiempo que fuera. Es triste, pero sucede con más frecuencia de la que debería”, comentan desde una discográfica competencia de Decca Classics. Hay niños que ya nacen con ese añadido del carisma, la fuerza y la personalidad que les pueden facilitar el progreso futuro. Al joven intérprete se le exigen, además de ser músico “tener habilidades fuera del escenario tanto como dentro. Eso añade, es un plus y suma”.

Las discográficas no arriesgan sin medir: “Es complicado saber hacia dónde puede avanzar la carrera. Cuando más joven es el crío más posibilidades tiene de estropearse. También es cierto que detrás puede haber una estrategia porque se juega bastante con el tema de las emociones, pero partiendo de la base siempre de que si se le contrata es porque ha de ser extraordinario”, aseguran.

¿Es importante el lugar de nacimiento? “Por supuesto. En Australia, por ejemplo, se vende muchísima música clásica y este niño tiene orígenes asiáticos peo ha nacido allí. Un punto a su favor. Es un mercado bastante sano. Y no olvidemos la importancia del tema de la savia nueva, de que es necesario que haya una generación nueva, que otros chavales que tiene su misma edad se puedan identificar con él. Es necesario renovar los referentes, otra de las claves”.

El caso de Alma Deutscher

El tipo de contrato que se firma es uno de los puntos clave. Hay concurso cuyo premio es, por ejemplo, la grabación de un disco o la firma de una gira. Es decir, que detrás de esa competición ya existe un plan bien trazado que garantiza ciertas ventas. Se trata de aprovechar, al mismo tiempo, el momento de fama con toda la maquinaria que tiene detrás una discográfica y que se dirige a promocionar el nuevo producto y ver cómo evoluciona.

Si el artista, por muy niño que sea tiene algo que decir, lo dirá. Desde esta discográfica nos señala el caso de Alma Deustcher, la niña bautizada como “la nueva Mozart”, un prodigio capaz de componer una ópera con diez años, de exhibir su talento en coliseos y auditorios y de trabajar en un estilo clásico. “Ella posee esas capacidades y no parece que el tiempo y la compañía la estén convirtiendo en un simple mono de feria, con todo el respeto”. ¿Tiene al artista algo que decir? “Por supuesto. La sensación de responsabilidad es enorme y no se pueden dar pasos en falso con un menor. Hay padres que están completamente encima, otros simplemente ven una gallina de los huevos de oro a la que sacar partido. Pero, aunque parezca mentira, todo va a depender del niño, que es quien tiene la última palabra. Los padres deben apoyar y no influir, aunque en muchas ocasiones el pequeño es una mera extensión de sus progenitores que han proyectado en él sus frustraciones, que desean que sea lo que ellos no pudieron ser. Después llegará el temido momento en que el niño crece y debe decidir”.