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Muere Pau Donés tras cinco años de lucha contra el cáncer

El líder de Jarabe de Palo fallece a los 53 años y deja atrás una enorme lista de éxitos y un ejemplo de entereza contra la enfermedad

Han sido cinco años luchando contra el cáncer, desayunando con las pastillas que le recordaban que mejor no tener ni fe ni miedo. Que hay que vivir urgentemente y así lo hizo. Pau Donés se sobrepuso al primer cáncer y llegó a tener los marcadores a cero. Pero volvió el cangrejo, programado como está para ir hasta el final. Pau no dejó de navegar, de subir montañas, de escribir unas memorias, de hacer canciones. Se enfrentaba a las recaídas con naturalidad, sin sombra de autocompasión. Tampoco se comportaba como un iluso, conocía de la naturaleza de su enfermedad. Pero se enfrentó a la vida y a la muerte con igual sentido del humor. “No he escrito mi autobiografía. Esas huelen a muerto”, decía como sonriendo por la ventanilla mientras giraba la llave del contacto de la furgoneta. Otra gira. De dos semanas nada más, que se hacen muy pesadas. Y luego otra. Pau Donés ha fallecido de cáncer después de haberlo derrotado. Se le escapó su gran amor, la vida. Nos deja canciones en la memoria sentimental.

En 1996, un anuncio de tabaco hizo resonar una canción que llevaba un año grabada. Era “La flaca”, una historia de amor vivida o soñada por un jovencísimo Pau en Cuba, un cuento que se convirtió en un “tsunami”. Así lo contaba a este diario. “Sacamos el tema en un disco y no se vendió nada. Creo que 4.000 copias en un año. Y un día tocamos en un bareto, y allí estaba un tío de una agencia de publicidad de Barcelona que quería hacer una campaña para Ducados, pero como no podían hacer anuncios en televisión, se inventó una movida. Un disco de música latina, que pondría «Duca 2» y bueno, que se anunciase. Nos vio y le gustamos. Y de vender 4.000 al año a vender 70.000 a la semana. Que me llamaba la directora de la compañía y estaba enloquecida”, rememoraba Donés. Ganó mucho dinero “y eso que no tenía un buen trato”. Pero lo más importante era demostrar que Jarabe de Palo no eran flor de la canción de un verano. Y no lo fueron: su siguiente álbum, “Depende” (1998), vendió tanto como el anterior. “Yo nací músico. Y he hecho muchas cosas en la vida, pero esta la quería hacer bien: calidad, mensaje y emoción. Con cierta densidad intelectual y capacidad de seducir”, decía en una entrevista en LA RAZÓN en el verano de 2017.

Pau Donés pudo haberse ido a vivir a Miami (EE UU) porque su grupo eran la gran apuesta para la música latina, pero es que él era “de pueblo”. “Yo vivo en la montaña y tengo esta cara de paleto. Lo que pasa es que, como vendíamos, nos dejaban hacer. Fueron dos millones de «La Flaca» y 1,8 millones de «Depende». Y «De vuelta y vuelta», que no funcionó, vendió medio millón...”. Compuso muchos éxitos: “Tiempo”, “Bonito”, “Grita”, “Agua” a lo largo de 11 discos de estudio. Al final, según decía, se subió al cohete durante 22 años sin parar de tocar, viviendo en la cresta de la ola y también debajo de ella, sumido en un revolcón, porque un éxito tan desmesurado como el suyo te impulsa y te engulle después. “Un día me di cuenta. Tenía conciencia de lo que me pasaba a semana vista. Era consciente de haber tocado en Madrid a la semana siguiente. Una vez que tuve una semana libre, me di cuenta de que me habían dado un Grammy, había conocido a Pavarotti, y que no sé qué. Y eso no puede pasar”. Las giras de Jarabe de Palo le alejaban de casa. Se perdió la infancia de su hija Sara y rompió la relación con “el amor de mi vida, su madre, con la que estuve ocho años. Era un mundo, el de la música, que no le gustaba nada. Y claro, no quería seguir así, sin verme, y le ofrecí quedarme en casa. Pero me dijo que entonces no sería yo. Así que no funcionó”. Después, tampoco se pudo quejar de amores.

Jarabe de Palo, quizá más ajeno al foco mediático en España, mantuvo una intensa actividad con giras internacionales, frenadas en 2015 con el anuncio de que Pau Donés ha sido operado de cáncer de colon. Tras un año de tratamiento, Donés anuncia que está limpio, pero unos meses después comunica la recaída. Y aún así, nunca se detuvo. Mientras tanto, durante esos años, llega a hacer una gira por Estados Unidos. Publica “50 palos” y celebra que ha tenido un vidón. Ignora las miradas compasivas y publica un tema, “Humo”, en el que cuenta su experiencia contra la enfermedad, la certeza de que, al otro lado, no hay nada. “Lo que cuento en esa canción es que uno de los amores de mi vida, que es la vida, se me estaba escapando. Es algo parecido a lo que me ha pasado otras veces, cuando creía que la novia número veintiséis me estaba dejando... La diferencia es que, cuando escribí ‘‘Humo’’, estaba cagado de miedo», nos contaba en una entrevista. Este redactor le vio varias veces tomarse la pastilla de la quimio y bromear con que sentía “un colocón que flipas”. Se volcó con proyectos solidarios de investigación, conciertos benéficos. Editó un segundo libro, “100 canciones”, con sus recuerdos, pedacitos de papel donde escribió las canciones, fotografías de su carrera, una locura que ya quisieran haber vivido la mayoría de músicos.

Nunca se permitió la tristeza fiel a sus convicciones: “La tristeza no tiene nada que ver con el bicho, es una actitud que te viene por causas justificadas, o no. Y es un derecho que tenemos, a estar tristes, tío. Pero es que vivimos en una sociedad en la que tienes que estar feliz. Es como los anuncios. Nadie está triste en Instagram. Eso la gente lo asocia a fracasar y está muy mal visto. Yo creo que estar triste o melancólico es cojonudo. Otra cosa es la pena. La pena, no”. Se rebelaba, aunque lo entendía, contra la percepción que todo el mundo tenía de él, la del enfermo de cáncer. Comprendía que un ¿cómo estás? Era más que un saludo. Era una preocupación en sentido literal.

Pero entonces, cansado, y con la obsesión de no perderse más días de la vida de su hija (cuyo nombre se tatuó en la primera falange de una mano derecha), lo paró todo. Se fueron juntos a vivir a California, donde el artista podía seguir formando parte de un ensayo clínico que se llevaba a cabo y que era idéntico al que participaba en Barcelona. Ejerció de padre y surfeó. Los “paparazzis” nunca le apuntaban a él en la playa de Venice. Pasaron juntos un año. Hablaba de su hija y del gran oído musical. Pero Pau Donés prefería que no se dedicase a la música, para no ser la hija “del de jarabe”. “Creo que tengo a favor de mis preferencias que la música ha sido su enemiga, porque le ha robado a su padre”, me confesó. En marzo, cuando España acababa de entrar en confinamiento, Pau Donés publicó una canción de agradecimiento a los sanitarios y en su físico ya se notaba que algo no iba bien. Sin embargo, el 7 de abril, anunciaba con “Vuelvo” que “ pisar el escenario es en lo único que pienso”. Para el videoclip de “Eso que tú me das” debería haber aparecido bailando con Sara, pero ya no tenía fuerzas para hacerlo. El disco, “Tragas o escupes”, previsto para septiembre, apareció también antes de lo previsto porque, como decía Pau Donés, “el futuro no existe”. Vivió su vida más intensamente que el resto de nosotros, aunque también lo negaba. «Hasta el día en que el cáncer diga que gana la partida. Cuando eso sea, pues nada. Pero yo al cáncer le dedico cinco minutos cada día, y luego a otra cosa».