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Estas son las primeras fotos de los tercios españoles

“Tenemos bastante complejo con nuestra historia”, asegura Jordi Bru, que recoge sus imágenes en un libro que supone un repaso audiovisual e histórico por la historia y las confrontaciones que libraron estas filas

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Jordi Bru arrastra una vida aventurera, recamada de experiencias, que le ha dado una solidez humana y un porte temperamental que quizá, por contra, también le ha hecho canear un poco la barba. Empezó trabajando con niños con discapacidad, pero la vocación de la fotografía le impulsó a cambiar de rumbo. La cámara le condujo a la guerra de Yugoslavia, donde sometió su visión del hombre en el yunque de la guerra. Regresó a España de un día para otro y precipitadamente para reportajear los sanfermines y aquel contraste de belicismo y paz le abrió aún más los ojos. «Después de todo lo que había visto, fue brutal el choque. Ese fue un año muy malo. No entendía que estuviéramos aquí con esta juerga y allí estuviera la gente matándose. Yo había pasado de un conflicto bélico a una fiesta en cuestión de horas».
Jordi Bru no dejó que la realidad le abatiera el ánimo y siguió desafiando fronteras: montañismo, una expedición al polo norte geográfico, y, después, la fascinación que ejerce en él la historia. De este último tirón que siente por el pasado se decidió a fotografiar recreaciones históricas de la Segunda Guerra Mundial, la Guerra Civil y, por su puesto, los tercios españoles. Para retratarlos se empotró en sus filas, como hacen los reporteros en las contiendas, para sacar unas instantáneas muy pictóricas y muy impactantes que nos trasladan a la época, a cómo se luchaba, vivía y moría en aquellas filas. Ese trabajo lo ha reunido ahora en el libro «Los tercios» (Desperta Ferro), que cuenta con textos del historiador Álex Claramunt, y que repasa en camino español, la vida de los soldados, sus campañas, los muertos que quedaban tendidos en la tierra después de cada choque y, sobre todo, sus hechos de armas: el Milagro de Empel, Breda, Fleurus, Caudebec, Les avnis o Rocroi.
-¿Cómo es ser un soldado de tercios?
-Imagina. Tres horas de batalla, tres días seguido metido en un campo rodeado por 1.700 recreadores y con caballos a tu alrededor. Es parecido en todo, exactamente igual, a aquellas confrontaciones, menos el miedo a morir, que es una tensión ausente. Es lo único que no tiene. Lo demás es idéntico: la paliza que te pegas corriendo de un extremo a otro y saltando trincheras. En la última recreación, precisamente, metieron los caballos en una de las trincheras sin avisar y todos tuvieron que salir corriendo. Es lo más parecido a la realidad que puedes encontrar. Te haces una idea exacta del caos. La última vez, en Grol, me paré y estaba rodeado de repente de piqueros y de la caballería. Una experiencia».
-Menos el riesgo que se corre, todo.
-Estuve en Bosnia. Y no sabes el miedo que existe, incluso en retaguardia. Es una tensión continua. Las veinticuatro horas. En cualquier momento te pueden matar. Por eso no es comparable. Una recreación es un divertimento, no es una guerra. No te van a herir y no hay miedo. Pero sí que te puedes imaginar cómo era ser un soldado de tercios españoles, aunque no vayas a recibir un balazo.
-¿Qué ha comprendido de los tercios?
-La organización y cómo estaban formados. Ahí ves trescientas personas con picas de cuatro metros y rodeados de mosqueteros. Te puedes hacer una idea. Aprendes a captar el ambiente y cómo debían ser esos enfrentamientos. Existe tal cantidad de humo que no ves a los demás, igual que sucedía en las guerras napoleónicas. No ves los contrincantes. Los mosqueteros disparan todos a la vez y se genera un humo tremendo. También aprecias el sonido, los ruidos, el metal, las armaduras, los gritos...
-¿Algo más?
-Sí, algo muy interesante: percibes el jaleo y, también algo que existe en las recreaciones y que ocurría igual en los tercios, que hay franceses, italianos, alemanes, personas procedentes de todos los países. Y los tercios estaban formados con soldados de diferentes nacionalidades . Al final no te entiendes con uno y otro. Haces lo que hace tu compañero. Es un caos de lenguas. Cuando acaba la batalla, vas a darte una vuelta por los campamentos y ves gente de Estados Unidos, y comprendes la atmósfera de hermandad que se generan entre los soldados, entre los combatientes que forman parte de un grupo, en este caso del imperio español. Debía ser así. Ciudadanos de diferentes países jugándose la vida juntos.
-¿Gustan los tercios españoles más allá de nuestras fronteras?
-Aquel era un ejército multinacional. Igual los oficiales eran españoles, pero el resto eran tudescos, irlandeses, italianos... mercenarios. Y estaban luchando mano a mano. Yo entiendo que fascinen en España, porque era justo cuando España fue grande, el mayor imperio del mundo y de Europa, y dominamos por tierra y mar durante doscientos años. Pero es que existen grupos de tercios en Moscú, Italia, Inglaterra, y no sé por qué. Supongo que es una época de transición en la lucha. Una mezcla de la Edad Media y de las batallas de la Edad Moderna. Una mezcla de acero, armas blancas, alabardas, y todo eso, y el componente de la fusilería, los arcabuces, la infantería de línea, que visualmente te da todo. Tienes pólvora y armas blancas. Es lo que más me engancha de los tercios. Y ahí tienes que sumar la caballería y la artillería.
-Pues aquí no han gozado de fama los tercios hasta hace poco.
-Tenemos bastante complejo con nuestra historia. Yo también fotografío recreaciones de la Guerra Civil. Por la mañana soy un nacional y por la tarde, un republicano. Sé de qué pie cojea cada uno de los que participan. Pero hay hasta independentistas que hacen de requetés. Mira, yo creo que es muy sano que las personas se pongan en papel de los dos bandos. Al final, acaban dándose abrazos unos y otros: falangistas, anarquistas, comunistas... En España debemos quitarnos los complejos y aceptar lo que pasó en este país. Aquí hubo historias feas en ambos lados. Pero si existe un complejo, sobre todo, es el de la conquista de América. Parece que éramos los más malos del mundo. Y los romanos, no, claro. Pues, fíjate, hasta estamos orgullosos de haber sido conquistados por ellos. En serio. Es una pena que en España que no se pueda recrear la conquista América, lo que hicieron Cabeza de Vaca o Hernán Cortes. No se puede mirar la historia con los ojos actuales y juzgar la mentalidad de una persona del siglo XVI, porque, sencillamente, era diferente.
-No te gusta cómo la miramos.
-Me gustan todas las batallas que disputamos. Sobre todo las de Flandes. Justamente la que menos me gusta es Rocroi. ¡Y en cambio es el símbolo de los tercios! ¡El de una batalla que se perdió! Los españoles lo ganábamos casi todo, ¿y eso es lo que ha quedado? ¿Una derrota? Eso dice mucho de lo que somos los españoles. Somos unos derrotistas. Nos encanta perder. Y el derrotado tiene su encanto, pero la realidad, qué le vamos a hacer, es que lo ganábamos todo.
-En estas fotos, que parecen óleos, estás cerca.
-Me gusta hacer la foto desde dentro. Cuando voy a una manifestación, lo que me gusta es usar el angular y hacer pensar al que ve la foto que está dentro conmigo. Mi formación de fotoperiodismo es usar el angular. En las recreaciones históricas, voy buscando las acciones, seleccionando. Pero eso te exige estar dentro de la acción. Te tienes que vestir como uno de ellos. Yo voy con mi morrión, mi coraza y mi espada.
-¿Y lo más complicado?
-Buscar composiciones novedosas para contar a la gente cosas nuevas. Como fotógrafo lo que quiero es enseñar la vida de un tercio desde dentro. Que esté dentro, que el espectador esté en cada uno de los bandos, que le pasen las picas por encima y tenga enfrente al ejército contrario. Hay que empotrar a la gente en la acción. Todos hemos visto los cuadros de Ferrer-Dalmau del Milagro de Empel, pero nunca el momento en que los españoles atacan los barcos atascados en el hielo. Esto es lo que procuro mostrar. Las ideas es lo mejor, el 90 por ciento de la foto. Hay que buscar cosas nuevas. Luego la técnica es fácil para mí. Lo complejo es la composición.