Sección patrocinada por sección patrocinada

Cultura

Mucho yoga y poco budismo

El yoga se ha convertido en una práctica habitual, cuando hasta hace muy poco era desconocida en Occidente. Precisamente en un momento en que coincide con la decadencia de una de sus raíces, el budismo

Hasta hace poco, sólo unos cuantos iniciados sabían qué era la postura del paraíso, la postura de la paloma, la de la media luna o el Bikram yoga, además, por supuesto, de Ramiro Calle, verdadero introductor del yoga en España. Ahora es común oírlo y conocer a alguien que realiza esta actividad de meditación ¿Meditación sólo? Y gimnasia. Después de todo, muchos llegaron al yoga como derivación de las clases de pilates. Según datos de este propio sector, un 12% practica yoga en España y es un mercado pujante en el mundo, con previsiones de facturar 194 millones de euros en 2025.

Ahora bien, el vínculo del yoga con el budismo y el hinduismo queda difuminado, ni porque el primer ministro hindú, Narendra Modi, dijese que es «el regalo de India al mundo». Desde sus inicios, el budismo buscaba el «nirvana», la extinción del sufrimiento y la ignorancia, igual que el yoga hindú. Sin embargo, es paradójico que mientras en el mundo occidental más desarrollado se ha convertido en un práctica común, en una gimnasia de mantenimiento mental y corporal, el budismo sea una religión en decadencia.

Si los budistas situados en Asia –su fundador Gautama Buddha nació en lo que hoy es Nepal– son el 7% de la población mundial, su perspectiva es caer al 5% en 40 años, tanto por la baja fertilidad, como por la edad media de su practicantes, superior a la de las otras confesiones: la más baja son los musulmanes, con 24 años. Y un hecho clave: no es una religión organizada, ni tiene vínculos con estado alguno. Hay una excepción: las autoridades chinas –donde el 17% de la población practica el budismo– obligaron en el Tíbet a colgar en todos los templos la bandera y el retrato de los líderes nacionales (es un territorio anexionado «pacíficamente» en 1951). No es una religión expansiva, ni tiene una concepción sacrificial de la existencia. Aunque se han desarrollado casos de extrema violencia, contra los musulmanes en Birmania en mayo de 2012, instigada por el Movimiento 969 liderado por el monje budista Ashin Wrathu, con centenares de muertos y 90.000 desplazados.