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Cuando Martin Scorsese casi muere por consumir cocaína en mal estado

El director neoyorquino, responsable de ‘Taxi Driver’, ‘Toro Salvaje’ o ‘El Irlandés’, cumple 78 años como el último gran bisonte del nuevo cine americano
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La Razón
  • Matías G. Rebolledo

    Matías G. Rebolledo

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Cuando uno cuenta tres cuartos de siglo en la Tierra y más de medio en el mundo del cine, su anecdotario vital, probablemente, haya completado todos los círculos de bautismo, caída en desgracia y redención que el envoltorio físico es capaz de aguantar. Martin Scorsese (Nueva York, 1942) cumple 78 años como el último gran bisonte del nuevo cine americano, ese que vio como los Coppola, de Palma, Landis, Hopper o Bogdanovich se iban ensimismando hasta ser condenados por las nuevas olas, esas mismas a las que no tuvieron miedo de subirse ya entrados los setenta y que cambiaron para siempre el paisaje cinematográfico mundial.
Aunque lo haya confesado en multitud de ocasiones, como en su entrevista con Charlie Rose, no deja de ser sorprendente que la vida de “Marty” pareciera encaminada hacia lo religioso desde muy pequeño. Criado en la recalcitrante urbe de lo católico y lo italoamericano, Scorsese era un niño enfermizo y débil que, debido a su condición de asma severa, se había acostumbrado a vivir instalado en su habitación viendo cómo le pasaba la vida por delante.
Quizá eso explica que, cuando alcanzó por fin el estrellato y el respeto que le proporcionaron “Alicia ya no vive aquí” y, sobre todo, “Taxi Driver”, no manejara del todo bien sus pulsiones más primarias. Después del fracaso comercial que supuso su gran salto al cine de estudio, “New York, New York”, Scorsese entró en una depresión más anímica que artística que le sumergió de lleno en un hábito hasta entonces casual pero que se volvió casi trágico: el consumo de cocaína.
Telluride, la última bala
Corría el año 1978 y Scorsese, junto a su venerado De Niro, se había desplazado hasta la localidad de Telluride (Colorado) para presentar su gran vuelta al cine de interior: “Toro Salvaje”. Profundamente herida por la muesca en el revolver que había sido el musical junto a Liza Minnelli, la pareja de actor y director buscaba volver a la relevancia con una historia de redención sobre un boxeador, pobre diablo, que acabó sus días sin ver por dónde le venían los golpes. Aquella película era la obra de un director maduro, sí, pero también el último barco en el que Scorsese podía subirse antes de que la maquinaria de Hollywood le pasara por encima con la llegada de los ochenta.
Al contrario de lo que luego fue la opinión generalizada, la película no hizo mucho ruido entre la crítica y Scorsese se veía abocado hacia la desaparición como director sólido en el que confiar grandes proyectos. Antes de regresar desde Colorado hasta Nueva York, en septiembre de 1978, Scorsese le compró a un trabajador del hotel en el que se alojaba, una cantidad todavía desconocida de cocaína que no llegó a consumir durante el festival.
Una vez en su vivienda neoyorquina, el consumo de una cocaína cortada y en mal estado, sumado a la reacción con los medicamentos que ingería el director para contrarrestar su asma, dieron con él en el hospital con algo a medio camino entre la sobredosis y la reacción alérgica. De hecho, el primer diagnóstico de los médicos que le atendieron fue el de hemorragia cerebral, algo que luego se descartaría, pero que no evitó que Scorsese perdiera litros y litros de sangre por la nariz.
De Niro, su salvavidas
Recuperándose en el hospital, el director de “El irlandés” e “Infiltrados” recibió la visita de su buen amigo y actor fetiche Robert De Niro. La charla, según afirmó Scorsese luego, les sirvió para reconciliarse después de rodar una película, “Toro Salvaje”, en la que se habían llevado al límite el uno al otro, poniendo en riesgo su relación personal de amistad.
El director nunca llegó a entender del todo la obsesión del actor por narrar la historia de Jake LaMotta, un personaje tan detestable y poco agradecido de interpretar en la gran pantalla. La explicación, según se detalla en una entrevista, parte del propio camino de redención personal que narra la película y que Scorsese solo entendió cuando la cocaína casi acaba con su vida.
Nuevo proyecto a la vista
A sus 78 años y después de regalarnos, de la mano de Netflix, lo que muchos pensaron que era su testamento fílmico en “El irlandés”, Scorsese sigue trabajando. Para su nuevo proyecto, “Killers of the Flower Moon”, película que adaptará el libro homónimo de David Grann, el director se ha rodeado de dos de sus grandes aliados en su medio siglo en activo: Leonardo DiCaprio y, una vez más, Robert De Niro. Esta especie de western sobre una serie de asesinatos de indígenas que se entremezcla con el nacimiento del FBI como agencia federal tiene previsto su rodaje “para el año que viene”, según Paramount y Apple, pero aún no tiene una fecha oficial de estreno.