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¿«Mein Kampf» puede ser un libro blanco?

La version «comentada» de «Mein Kampf» ha llegado a las librerías de Polonia
La version «comentada» de «Mein Kampf» ha llegado a las librerías de PoloniaMatthias BalkAP

La delicadeza que se requiere para tratar un tema como el del Holocausto no implica que se deba caer, una vez tras otra, en la mojigatería ya habitual de este siglo XXI al que hemos convertido en un tiempo donde todo debe ser blanco y puro. Una norma que, luego, no hace falta que vaya más allá de la fachada, porque de puertas adentro cada uno vive su particular libre albedrío por lo bajini. Pero, por lo menos, que en redes y de cara al público la cosa quede apañada para no molestar de más al vecino (capaz de convertirse en uno de esos policías de balcón y acabar con el «malvado» plan de no seguir la corrección política).

El manual del «bienqueda» llega a tal punto que hasta la mismísima Biblia de Hitler es algo que tiene que pasar por las dulces manos de un ser de luz. Parece que no basta con enseñar en el original de «Mein Kampf» las vergüenzas de un tipo desequilibrado por los cuatros costados, sino que hay que remarcar en cada punto y en cada coma el motivo de la ofensa. ¿Tan mal nos han enseñado para que no sepamos ver al Mal cuando lo tenemos en bruto ante nuestros ojos y que, entonces, algún erudito nos lo tenga que desmenuzar como quien trocea la fruta a su hijo de un año?

Debe ser eso lo que pensaron en Alemania cuando, en 2016, publicaron aquella versión «científica» del libro en la que la mitad era obra de su autor y la otra mitad corría a cargo de los comentarios para contextualizarlo sin posibilidad de réplica. La edición, la primera en décadas por Baviera, fue todo un éxito y hasta desbordó a su responsable, Andreas Wirsching: «Las cifras nos abruman». Un «best-seller» asegurado.

Pues bien, ese mismo «fifty-fifty» entre autor y comentarista llega ahora a las librerías de Polonia a un precio de 150 zlotys (33 euros) y en medio de un debate nacional sobre su conveniencia: ¿es necesaria su venta y, de ser así, tiene que ser un volumen acotado por las notas a pie de página (aun con el loable fin de «no ser explotado por fuerzas extremistas»)? Lo que obligatoriamente lleva a otro sinfín de preguntas: ¿vamos a retocar cada obra cuyo autor sea molesto (por muy molesto que sea)? ¿Por qué el «Libro Rojo de Mao» sí puede comprarse en bruto y con «Mein Kampf» existen dudas? ¿No valen los testimonios nazis ni como documento histórico?...

Borrar parte de la historia no suele ser buen negocio para el censurador. Así lo intentaron las grandes cadenas musicales con «Stripped», de Rammstein, en el 97. Su videoclip recordaba demasiado a la «propaganda nazi» de entreguerras. Concretamente al documental «Olympia» (1938) de Leni Riefenstahl. Resultado: el vídeo está todavía hoy al alcance de cualquiera que tenga 10 segundos para buscarlo. ¿Tampoco nos vale el arte de Riefenstahl y que hay que caparlo hasta de rebote?