Difícil encaje “belliniano”
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Bellini: “Norma”. Intérpretes: Yolanda Auyanet, Michael Spyres, Clementine Margaine, Roberto Tagliavini, Berna Perles, Fabián Lara. Orquesta y Coro del Teatro Real. Director musical: Marco Armiliato. Director de escena: Justin Way. Teatro Real de Madrid, 3 de marzo de 2021.
Rossini, en algunas de sus óperas serias había planteado ya aplicar la vocalidad y el ritmo musical a una nueva expresión conectada con el sentimiento romántico. La melodía y su ornamento entraban a formar parte esencial de este nuevo lenguaje. Donizetti y Bellini siguieron esta senda, que alcanza rara perfección en ciertas obras, poseedoras de un equilibrio dramático y musical de altos vuelos. Quizá sea “Norma” uno de los mejores exponentes de este arte fronterizo.
Bellini opinaba que la misma entonación de la palabra, el ritmo de la frase, la jerarquización de los acentos y de las respiraciones proveen a la desnuda exposición semántico-morfológico-sintáctica del discurso de una connotación expresiva que la música inevitablemente modifica en un trabajo de fusión de difícil encaje y al que batutas un tanto gruesas, practiconas, conocedoras, pero poco inspiradas, no llegan.
Como la de Armiliato, director funcional, buen concertador pero que no está en el secreto de estos aromas románticos. Casi siempre, desde la misma obertura, la orquesta sonó ruda y demasiado fuerte. Todo mejoró en el segundo acto, donde el maestro supo templar y amainar; incluso en un bien construido e impulsado “Finale”, en donde el coro, a veces desigual, alcanzó su más alta cota junto con la orquesta.
La compañía de canto tuvo su mejor exponente en la Adalgisa de Clementine Margaine, “mezzo” potente, bien surtida en graves –mejor que en agudos (se ahorró uno de los Do 5 prescritos: ya se sabe que el papel fue destinado a una soprano)-, de timbre bien esmaltado, aunque con resonancias muy nasales, y fraseo bien dibujado. Como el desarrollado por Yolanda Auyanet, una Norma vistosa, lírica, entregada, con agilidades más que estimables, notas altas a veces destempladas y línea de canto de excelente nivel, con filados exquisitos. No es la voz adecuada para la parte, que exige un instrumento de mayor amplitud y tinte dramático.
Nos defraudó Michael Spyres, un lírico de graves sonoros y sólidos, algo que va bien a Pollione -escrito para un baritenor-, pero siempre con una sombra de engolamiento y apreturas en la zona de paso. La parte superior de la tesitura resultó casi siempre débil y ahogada. Roberto Tagliavini, cumplió en el no muy comprometido rol de Oroveso. Sin problemas para la Clotilde de Berna Perles y el Flavio de Fabián Lara, cantantes que están muy por encima de sus papeles. A él le sonó mejor, más franca y bella, la voz que a Spyres.
No tenemos muy claro lo que ha querido hacer Justin Way en su confusa producción, donde todo sucede en el escenario de un teatro de la época de Bellini, con decorados de cartón y donde Pollione al principio, al tiempo que personaje, parece ser un espectador del drama. Hay una pretensión de establecer un paralelismo político entre el sojuzgamiento de los druidas bajo los romanos y el de los italianos bajo los austriacos en los años en los que se estrenó la ópera. A veces estamos en lo que parece un ensayo, otras, no y se nos sitúa con frecuencia en la trastienda de un escenario. Norma es una historia de amor y desamor, que gira en torno a un gran personaje. Lo que ha intentado Way queda poco definido y confuso. Aun admitiendo el buen efecto del incendio final.