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The Louvin Brothers: cantar como los ángeles, vivir con el diablo

Maestros de Johnny Cash y admirados por Elvis, la autobiografía de Charlie, la mitad superviviente del mítico dúo, narra la historia de los llamados Caín y Abel del “country” en una biografía que ha aparecido en castellano

Portada del disco "Satan is Real" de The Louvin Brothers
Portada del disco "Satan is Real" de The Louvin BrothersArchi

Triunfaron en la música porque literalmente no les quedaba más remedio. Si no lo hacían, su padre iba a terminar partiéndoles la espalda de una paliza o de trabajar a destajo recogiendo el algodón de sus áridas héctáreas. Muchas veces se ha contado la historia de la música y de la penurias de los afroamericanos que dieron origen al blues. En menos ocasiones se habla de lo fructífera que fue la cultura “hillbilly” para la historia de la música y lo igualmente cruel y brutal que fue la supervivencia para muchos artistas blancos emergidos de este grupo cultural desfavorecido. Algunos de los más grandes artistas blancos comoJerry Lee Lewis, Johnny Cash y Elvis Presley eran hillbilies (o al menos en parte) y los tres tenían en común la admiración por un dúo llamado The Louvin Brothers. Charlie e Ira Loudermilk cantaban como los condenados ángeles. Y siempre tenían un segundo para mencionar al mal.

El padre de los Louvin era un hombre rudo acostumbrado a las mortificaciones físicas. Y sus hijos eran su blanco favorito. Cierto que muchas veces se merecían la estopa. “A veces me pregunto por qué hacíamos algunas cosas y si no era más que por el goce de arruinar algo de lo que mi padre se sintiera orgulloso”, escribe Charlie Louvin (1927 - 2011) en las memorias (“Satán es real” EsPop Ediciones) que han aparecido en español. ¿Él estaba orgulloso de su perra de caza? Sus hijos la cruzaban con un bulldog para que salieran unos cachorros repugnantes que había que sacrificar... después de llevarse una tunda, claro. No siempre se merecían las palizas. Los dos hijos varones recolectaban algodón de sol a sol de unas hectáreas yermas y si no cumplían con los objetivos, se llevaban un recuerdo. La espalda y las manos las tenían destrozadas. Y Ira (1924-1965), el mayor, un día no puede más. Necesitaban una salida y lo único que sabían hacer aparte de sacar de quicio a su padre era cantar. “Entendí a lo que se refería: ganarnos la vida con la música ya no significaba el Opry ni andar por ahí en un cochazo. Significaba no pasarnos el resto de nuestra existencia recolectando algodón. Significaba sobrevivir”, escribe.

Maestros de Johnny Cash

Así que, con escaso éxito comienzan a recorrer parroquias y aledaños ofreciendo conciertos mientras alternan con otro trabajo y gestionan las constantes negativas del Opry, el templo del country de Nashville. En una ocasión, un niño harapiento, sin zapatos y sin camisa, vestido solo con un peto vaquero y un moreno inconcebible en octubre salvo que trabajes en el algodón, se quedó fuera de un concierto. Charlie le preguntó por el baño. El muchacho le condujo. Al volver, le invitó a pasar al concierto. “No tengo dinero”, dijo el chico. “No importa. Siéntate en el banco del final”. Años después, Johnny Cash el contaría que aquel concierto le cambió la vida. Cuando ellos estaban despegando en los circuitos locales, conocen a Hank Williams y ven de primera mano sus terribles problemas con la bebida, pero no les sirvió de lección. Ni siquiera a pesar de la pena que daba. Ira empieza a descarriarse. Se divorcia, es un irresponsable, no paga la pensión a su mujer y sus hijos. Después de cada concierto, unos policías esperan para recaudar el dinero o llevárselo al calabozo. Su hermano Charlie “despista” dinero de las propinas o de lo que cobran para tener un “bote para fianzas”.

Fueron rechazados cientos de veces del Opry. Su padre les insistía en que buscasen “un trabajo de verdad” hasta que se fue de gira con ellos en una ocasión y comprobó lo que era pasarse dos noches seguidas conduciendo, dormir tres horas y hacer dos funciones seguidas. Pero los Hermanos Louvin insistieron una y otra vez hasta que les contrataron. En una ocasión, cuando Elvis aún no era nadie, el Coronel Parker les llamó para una gira. Era un gran fan de ellos, y la madre del joven Presley. Hacerse amigo de Elvis era una de esas cosas que podían resolverte la vida para siempre. “Conozco dos o tres personas que compusieron canciones que luego fueron grabadas por Elvis y vivieron de ello el resto de sus vidas”, cuenta Charlie. Sin embargo, ellos lo echaron todo por tierra. El Rey nunca cantó un tema de los Louvin Brothers a pesar de la admiración que había sentido por ellos, por culpa del bocazas de Ira, que una vez le llamó “puto negro de piel blanca” por cantar un repertorio que no era del góspel tradicional. En contra de los rumores, no hubo puñetazos ni estrangulamiento. Pero nunca jamás grabó un tema de ellos ni volvió a irse de gira con los Louvin. “Nos costó unos dos millones de dólares”, calcula Charlie.

El diablo era el alcohol

Sin embargo, gracias al Opry, el éxito les llegó porque sus armonías vocales, sus composiciones y su autenticidad estaban fuera de duda. Lanzaron un disco, “Tragic songs of life” con adaptaciones de viejos temas de tradición inglesa con letras poco aptas para el siglo XXI. Una de ellas, “Knoxville Girl”, por ejemplo, es una versión de un tema de la época isabelina sobre un hombre que golpea a su novia hasta matarla y la contempla hundirse en el río, no sin antes arrastrarla cubierta de sangre. “Nadie se va de rositas y nada queda sin castigo -dice Charlie-, tal y como nos enseñó papá cuando éramos unos renacuajos. Willie vuelve a casa y pierde la cabeza. Ve a su alrededor las llamas del infierno y se pasa el resto de su vida en un calabozo sórdido e infecto”, dice en el libro sobre el mensaje de la canción que no era una cualquiera, sino la más solicitada del repertorio de los hermanos. Los Louvin Brothers consagraron un disco completo a la existencia del mal, a Satán. “Satan is real” contiene el “gótico sureño” en todo su esplendor. Historias de mal para persuadir de hacer el bien, supersticiones, venganzas y, además, unía las dos pasiones de los Louvin, la de ser predicadores y músicos. Sermones que a Ira Louvin le salían del tirón pero que era incapaz de aplicarse a sí mismo.

Porque, en realidad, satán era el alcohol. Ira se vuelve un patoso y un completo desastre. Llegan tarde a galas o él las arruina porque se pone insoportable o violento. Se convierte en un ser odioso y echa a perder ocasiones en televisión, como en aquella ocasión con Elvis. Se paraba al borde del escenario y exclamaba: “¿quién cojones ha dejado entrar a todos esos borrachos? Cuando el único que estaba pedo era él. Y como buen borracho, odiaba al resto de borrachos”. Se volvía agresivo, reventaba su mandolina contra el suelo mucho antes de que lo hiciera Pete Thownshend. Sus relaciones afectivas le consumen. “Ira hizo un montón de estupideces en la vida, pero la mayor fue casarse por tercera vez”, dice su hermano, que explica que tenía predilección por mujeres por las que “nadie habría desperdiciado una bala”. Todas parecían ser buenas chicas hasta que no lo eran. Faye, la tercera, era dinamita cuando se emborrachaba: se pegaban hasta quedar inconscientes. No se mataron de milagro y eso que Faye le disparó seis veces en una ocasión. El dúo conoció enormes tinieblas hasta la muerte de Ira en accidente de coche en 1965. Su hermano Charlie siguió en activo y conoció la redención, el gran tema de la música popular, y el reconocimiento de leyenda por sus pares. Pudo narrar su biografía poco antes de su fallecimiento en 2011.

Ethan Hawke será Charlie en el cine

En el mes de mayo de 2019 se anunció que Ethan Hawke trabaja en un proyecto para llevar la vida de los Louvin Brothers al cine junto a su amigo Alessandro Nivola, ambos en los papeles de los hermanos, de cuya música, Hawke se confiesa enamorado: “Es una expresión muy importante para nosotros”, dice Ethan Hawke. “Suena violento y hermoso y la música debería ser así. Es agresiva, es eléctrica, es extraña. No es folk rock de Brooklyn. No es un país de aspirantes a ser un chico genial. Es música "gospel hillbilly". Están cantando estas canciones y luego en el backstage toman velocidad y coquetean con las chicas y se golpean el uno al otro si es necesario hasta hacerse polvo"