Israel Fernández le canta a las 3.000 viviendas
Mañana, Día del Pueblo Gitano, ofrece un concierto gratuito en el Polígono Sur, donde grabó los coros con un grupo de niños para su nuevo tema, producido por El Guincho
Creada:
Última actualización:
Canta desde que tiene uso de razón. «Cuando era un niño, con mi familia o en alguna celebración, me daban veinte duros si me cantaba un fandango. Me acuerdo que mi padre en alguna ocasión me despertó a lo mejor a las cuatro de la mañana porque habían venido unos gitanos para escucharme cantar. Y a mí no había cosa que más feliz me hiciera. Me acuerdo mucho de mi infancia», cuenta Israel Fernández (Corral de Almaguer, Toledo, 1989), que tiene la edad y la memoria justa para recordar las pesetas. De esa «devoción» infantil nació la carrera de uno de los cantaores de flamenco más prometedores del momento, sin duda el mejor de su generación. Y de ese recuerdo viene también su nuevo proyecto, la publicación de un single el próximo 23 de abril, «La inocencia», grabado con el toque de Diego Del Morao, la producción de El Guincho y con un coro de niños de las 3.000 viviendas de Sevilla, donde mañana ofrece un concierto gratuito coincidiendo con el Día Internacional del Pueblo Gitano de la mano de Factoría Cultural. Enseguida, el 28 y 29 de abril, presenta en Madrid el arranque de una muy esperada gira.
Vivir sin ego ni orgullo
«Yo vengo de un barrio de trabajadores, en mi pueblo, donde todavía vivo. Y allí, en el Polígono Sur de Sevilla vive gente humilde entre los que nacen muy buenos artistas, buenísimos. Son gente que no tiene 20 euros para ir a un concierto o que los tiene para otras necesidades. Así que me inspiré en ellos para hacer este tema y para llevar alegría a la gente», cuenta Israel, que compara el flamenco con «comer y respirar». Su anterior trabajo, «Amor», fue uno de los más reconocidos entre la crítica y consiguió la extraña proeza de mantenerse en las listas de ventas frente a los colosos del reguetón. También fue el primero en el que se atrevió a escribir sus propias canciones. «Escribo desde chiquitín, pero no me atrevía a cantarlo hasta no tener la suficiente vivencia. En el arte está ya todo inventado, pero yo pensé en hacer una canción a la inocencia de los niños porque es ese momento de tu vida en el que no hay orgullo, no hay ego. Creo que en la vida es más importante tener dignidad y empatía. El ego, el orgullo y la envidia son la raíz de todos los males», explica el cantaor sobre el origen de un tema que aparecerá publicado en formato single y que acompañará a otro corte con temática complementaria: «Es una bambera que habla de que el orgullo y las razones te hacen perder la alegría. Es más importante tener alegría que tener razón. Pero vivir es un asunto tan delicado que pende de un hilo». Para ser artista, ¿no hace falta un poco de ego? «Yo lo que creo es que hace falta es ser más verdadero, porque una cosa es lo que eres y otra lo que crees que eres».
Un buen día, la madre de Israel le apuntó a un casting para un programa de televisión de talentos. Ganó con su voz transparente el concurso para su categoría, la infantil, y siguió curtiéndose, tratando de aprenderlo todo. «El estilo propio viene de no caer en la trampa de la repetición. Y para evitarla, la única forma es aprenderse el camino. Todos los grandes que hicieron el flamenco actualizado fue a partir de unos cimientos muy profundos de antes. Y luego ya buscas tu camino, con tu verdad. Porque si me canto una soleá a la manera de Juan Talega, que me encanta, o Fernando de Utrera, que son la clave de ese cante, si lo hago igual, imito o copio un sentimiento. Y no se puede copiar la manera de querer. Eso sale de dentro». Por eso, la búsqueda en el flamenco es hacia dentro. «Exacto. Yo sé cuál, es la melodía para hacer un cante u otro, pero si mi cabeza o mi corazón me piden un giro aquí o un pellizco allá, yo tengo que serle fiel. No vale hacerlo como otros, sino escuchar a mi corazón». Y de conocimiento, Israel va sobrado: escucha flamenco constantemente, como un verdadero investigador. «Pero yo no investigo, ¿eh? A mi me gusta escuchar y aprender, porque tengo devoción por ese arte y por esa cultura, que es la mía. Y siempre estoy para escuchar a los que quieren compartir verdad».
Y la pregunta, claro, del millón. ¿Cómo se hace flamenco actual, desde el hoy? «La música tiene sus épocas, pero en el flamenco no es igual que en otras músicas populares, donde la producción marca el sonido de una década. Aquí es solo guitarra y cante y solo suena eso. Se tiene que enriquecer con el corazón de cada uno. Así que, si veo algo que me gusta, como lo que hemos hecho juntos El Guincho y yo, eso es flamenco actual». El productor que dio forma al inevitable «El mal querer» de Rosalía ha aportado su particular forma de sentir el flamenco con una base electrónica en vez de percusión, pero sin retorcer tanto el género. «La música es lo que manda y eso es el respeto. Si el artista hace algo desde el amor y el respeto, si hace lo que siente, sin faltar a la música, eso es perfecto», explica el cantaor.
De Israel Fernández son declarados seguidores un buen número de celebridades como C Tangana, Pablo Alborán, Alejandro Sanz y Rosalía. «Si te soy sincero, yo escucho cante. Pero me vienen mis amigos que tienen otra cultura musical y me enriquecen. Le pongo atención a lo que me muestran, lo escucho y a veces llego a casa y me lo pongo otra vez. Y bueno, de lo que sea, jazz, música negra o el trap, que esa música urbana que se dice ahora. Y a veces me inspiran. Camarón decía que de lo peor se puede sacar algo. Y yo estoy de acuerdo, porque cuando uno cree que lo ha aprendido todo, ya no sabe nada. Pienso que el flamenco es de todo el mundo que quiera. El rap y el pop igual. Lo que hay que hacer es llevarse bien, como hermanos. No competir. Lo único que necesita un instrumento es un corazón sincero». Cuando grabaron los coros, los niños le dijeron a Israel que no podían pagar una entrada para verle cantar. Y por eso mañana va para devolver lo recibido y seguir la cadena del arte flamenco. Porque lo más importante es ser, como decía Morente, que era un maestro, solo un buen aficionado.