Trances alucinógenos para pintar las cuevas de Altamira
A partir de un estudio del arte prehistórico en cuevas francesas y españolas, investigadores israelíes aseguran que las antorchas que utilizaban para alumbrarse provocaban hipoxia
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Desde que en 1868 se descubrieron las impresionantes pinturas de la Cueva de Altamira, las dudas sobre sus creaciones, mantenimiento en la historia y significado se han sucedido hasta hoy. Particularmente, las que se ubican en Santillana del Mar responden a un estilo enmarcado en la “escuela franco-cantábrica”, caracterizada por el realismo de las figuras que se representan. No obstante, se ha publicado un estudio que ya no presta tanta atención en el significado de este arte, sino más bien en su proceso de creación: un equipo de investigadores israelíes sugiere que los artistas tenían un estado alterado de conciencia a la hora de hacer las pinturas. Pero, ¿por qué?
El estudio, realizado desde la Universidad de Tel Aviv, ha buscado respuestas a una pregunta principal: ¿por qué estas pinturas se encuentran en pasillos remotos, estrechos y de difícil acceso en los que no se puede estar sin luz artificial? Los expertos sostienen que las antorchas que utilizaban los artistas les provocaban hipoxia. Es decir, un estado resultante de una concentración reducida de oxígeno que puede estimular sueños y alucinaciones. Ante esto, los artífices de las pinturas rupestres lograrían un estado de la mente fuera de lo normal, que les haría reproducir su imaginación, según los expertos.
Los científicos Yafit Kedar, Gil Kedar y Ran Barkai sositenen que, si bien la concentración natural de oxígeno en la atmósfera es del 21%, a través de un simulador han comprobado que en los espacios cerrados, el flujo de aire era notablemente menor si, además, se usaban antorchas. “Sostenemos que entrar en estas profundas y oscuras cuevas fue una elección consciente, motivada por la comprensión de la naturaleza transformadora de un espacio subterráneo sin oxígeno”, explican en el estudio.
Para esta conclusión, los expertos han acudido al estudio de varias cuevas, desde Rouffignac, en la región francesa de Dordoña, hasta Altamira, en Cantabria. En ambos lugares notaron que parte del arte prehistórico se encontraba en puntos profundos de las cuevas. “Entrar en un estado alterado de conciencia está dentro de las capacidades de los humanos en general”, explican los investigadores. Y lo relacionan con lo chamánico: también entraban en un estado de trance para interactuar con lo espiritual y, así, hallar métodos curativos o culturales.