Colorín y tragedia de las dos Marías
Mona Martínez y Carmen Barrantes dan vida en el Español a las dos singulares hermanas de Santiago de Compostela que elevaron a la categoría de míticos sus extravagantes paseos por la ciudad a “Las dos en punto”
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La historia de la numerosa familia Fandiño Ricart es una de esas muchas historias en las que están impresos, a juicio de la directora escénica Natalia Menéndez, “los daños colaterales de la Guerra Civil”. Hijas de una modista y un zapatero, Maruja y Coralia crecieron a principios del siglo XX junto a sus hermanas y hermanos –tres de ellos fueron militantes anarquistas– en el colorido y concurrido ambiente del taller de costura que se encontraba en la propia casa familiar de la calle del Espíritu Santo. Antes de la guerra, ya eran conocidas entre los universitarios de la ciudad por su llamativa indumentaria cuando salían a pasear.
En aquel entonces, otra hermana, Sarita, que falleció en 1936, también las acompañaba. Si bien la población en general las conocía como “las tres Marías” o “las Marías”, los jóvenes republicanos preferían llamarlas “Libertad, Igualdad y Fraternidad”, mientras que los estudiantes católicos afines a la CEDA se referían a ellas como “Fe, Esperanza y Caridad”. Pero aquella dicotomía ideológica a la hora de nombrarlas dejó de ser inofensiva y simpática con el estallido de la guerra. Tras la victoria del bando nacional, los hermanos sindicalistas fueron perseguidos y encarcelados; el taller, registrado continuamente; y las hermanas –cuya posible vinculación política con la izquierda nunca quedó demostrada–, interrogadas y amenazadas. Como consecuencia de todo ello, el negocio familiar quebró –ningún cliente quería arriesgarse a que lo relacionasen con anarquistas– y Maruja y Coralia tuvieron que vivir de la caridad de los vecinos, a los que, en realidad, no habían dejado nunca de inspirar ternura.
Lo curioso es que, a pesar de las denigraciones y las estrecheces, las dos mujeres reanudaron durante los años 50, 60 y 70, en una suerte de mascarada, patética y loable a la vez, sus paseos diarios por el casco antiguo, ataviadas con ropas de vistosos colores y camufladas en una exagerada capa de maquillaje. Esqueléticas y melladas, iniciaban siempre su recorrido de 20 minutos a las dos en punto de la tarde, para pavonearse delante de los estudiantes que tomaban las calles a esas horas y que, divertidos, asumían su papel de donjuanes en la farsa.
Tan populares se hicieron entre los santiagueses las dos hermanas –ya rebautizadas como “las dos Marías” o “las dos en punto”– que, desde 1994 –Maruja había fallecido en 1980 y Coralia en 1983– una escultura realizada por César Lombera, que las representa en uno de sus famosos paseos, las recuerda para siempre en el parque de la Alameda de su ciudad.
Ahora es el Teatro Español, en colaboración con Octubre Producciones, quien quiere homenajear en “Las dos en punto” a estas mujeres que, locas o cuerdas, simbolizan, según la autora de la obra, Esther F. Carrodeguas, “la lucha por la dignidad y la libertad”. “Es una herida muy profunda en sus vidas –explica la dramaturga– lo que les lleva a desarrollar, por supervivencia, esa idea de máscara”. Y añade la directora del montaje, Natalia Menéndez: “Desde luego, si se puede hablar de locura, es una locura provocada por una guerra y por una burguesía que las insultó, las oprimió y les negó la posibilidad de crecer como costureras y de ser lo que eran”. No obstante, sin apartarse de la tragedia que subyace en la historia real, asegura la directora que en la función el espectador también va a encontrar “un humor de muchos colores”. Y explica las razones: “El espectáculo habla también de la esperanza de estas dos mujeres; cada día, ellas esperaban que las cosas cambiaran, que el trato hacia ellas cambiara, que su calidad de vida pudiera mejorar. La esperanza y las ganas de vivir siempre estuvieron con ellas”.
Carrodeguas apoya esa misma idea: “Creo que ellas nunca se dejaron doblegar por el gris; encontraron la forma de seguir vistiendo como nadie se vestía y de seguir haciendo las cosas que nadie hacía en aquella época. Decidieron que no se iban a poner de negro y que no iban a hacer luto. Aunque solo fuera durante un cuarto de hora al día, aquella era su victoria”.
En una función que ya en el propio texto aspira a ser más poética que realista, las actrices Carmen Barrantes y Mona Martínez se meten en la piel, respectivamente, de Maruja y Coralia. “Creo que es el trabajo más exigente que he hecho nunca –reconoce Martínez–. Tengo la sensación de que son dos personajes que cuentan más de lo que yo como actriz puedo ofrecer. A ver si podemos estar a la altura de estas dos mujeres y de todo el esfuerzo que se ha hecho en el montaje”. En efecto, nada parece haberse descuidado en una producción que cuenta, además, con reputados profesionales como el iluminador Juanjo Llorens, la escenógrafa y vestuarista Elisa Sanz, la coreógrafa Mónica Runde o el videoescenista Álvaro Luna.
- Dónde: Naves del Español, Madrid. Cuándo: hasta el 23 de mayo. Cuánto: 20 euros.