Rolling Hackers, electrónica para el cuerpo y el alma
Su nuevo disco, “Cloud Gate”, parte de Vangelis y Jean-Michel Jarre y se acerca a «Stranger Things»
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En su cabeza, más que música, había imágenes que le movían para hacer un disco. «Hay mucho flúor, mucho neón. Me han dicho que se parece a la banda sonora de ’'Blade Runner 3′' y supongo que es porque se compuso y se grabó en este tiempo oscuro que estamos viviendo», dice Enrique Santana, alma y cabeza de Rolling Hackers, proyecto en el que colabora con David Muñoz (DM X Project). El disco, «Cloud Gate», recupera la electrónica clásica de Jean-Michel Jarre y Vangelis pero combinada con un techno del presente.
Se parece a un cruce de Daft Punk y la banda sonora de «Stranger Things». «Te agradezco el halago –dice Santana–. La verdad es que después de muchos años produciendo, pinchando y haciendo discos, te das cuenta de que existe una necesidad excesiva de todo el mundo de estar en la actualidad. De repente, irrumpe el autotune y todos van detrás y se contagian incluso grupos de guitarras. Y está bien, pero yo me quería salir de esa tendencia y recuperar sonidos de antaño, darle cierta connotación clásica». De ahí que algunas de sus influencias fueran películas como «Blade Runner», «Barry Lyndon» y una debilidad personal, la Electric Light Orchestra y Jeff Lyne: «Tiene una capacidad de crear melodías alucinante. Eso de hacer algo hermoso de algo sencillo me parece lo más poderoso que se puede hacer en música», explica Santana.
Electrónica reflexiva
Sin embargo, la mejor virtud del disco quizá sea que puede escucharse igual mientras se trabaja a las nueve de la mañana que si, de repente, nos transportamos a la pista de baile de madrugada. «La intención era hacer electrónica algo reflexiva, con un punto que pueda soportar el paso del tiempo. Y que no sea de métrica cien por cien para la pista pero que te llevan a una atmósfera, ya sea sentado o bailando. Pienso que a veces das con un arreglo, una secuencia o una parte de una canción y que lo único que tienes que hacer es escucharla y dejarla que se desarrolle, según lo que te pide. Por eso, mi intención podía ser reflexiva pero las canciones te acaban dirigiendo a ti. En todo momento traté de respetar el proceso natural», explica. En el trabajo, frente al barroquismo, hay sencillez. «Era importante para mí. Y también que hubiera unidad. Hoy en día pienso que, en los diez segundos que te puede ofrecer el oyente, tienes que marcarle un estilo y que se note desde el principio. Que haya una declaración de intenciones desde el primer segundo. Porque lo que antes era el disco del año ahora es el disco de la mañana, que por la tarde ya ha salido uno nuevo».