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Pedro Sánchez y el charlatán Dulcamara

Ciento setenta y nueve años después del estreno de “Elixir de amor” tenemos un nuevo embaucador, presuntamente también falso doctor, recorriendo España, no en carromato sino en Falcon
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Donizetti escribió una ópera con libreto de Felice Romani, basado en un trabajo de Eugène Scribe, que se estrenó en Milán un mayo de 1832 y es una de sus más representadas: “Elixir d’amore”. En ella aparece un charlatán, el presunto doctor Dulcamara, quien vende una botella que lo cura todo. Viaja en un carromato y asegura que los efectos del brebaje se producen al cabo de un tiempo. El falso doctor logra engañar a todos con simple agua colorada y alcoholizada, se jacta de haber facilitado un matrimonio, promete a los pueblerinos que si compran más de su pócima serán felices y abandona el pueblo entre vítores. Otro mayo, ciento setenta y nueve años después, tenemos un nuevo Dulcamara, presuntamente también falso doctor, recorriendo España, no en carromato sino en Falcon o helicóptero, vendiéndonos también múltiples elixires: el de una defensa a ultranza de nuestras fronteras exteriores cuando hay incapacidad manifiesta de defender las interiores; el de una recuperación aún lejana; el de un pasaporte para viajar que no sólo no inventó él, sino que criticó a quien lo sugirió hace meses; el de unos fondos europeos que no acaban de llegar por incumplimiento de las condiciones exigidas o por su falta de concreción; el de una España imaginaria para 2050 que no es más que una carta a los Reyes Magos… Pero las medicinas de este nuevo Dulcamara curan todo.
Me voy a detener unas líneas en ese documento para la España de dentro de veintinueve años porque no tiene desperdicio. No podremos volar en avión para no degradar el ambiente, pero nadie sabe con qué tipo de energía se volará en 2050, visto la celeridad de los avances tecnológicos. Es como si hace treinta años nos hubiese asegurado que todo el mundo podría tener un fax portátil para comunicarse. ¿Hay quien lo use ahora? Se apuesta por ampliar las competencias educativas a las comunidades, es decir, que nuestros nietos cada día sabrán menos de la historia de nuestra nación, de los ríos y las montañas de nuestra geografía, que cada comunidad se mirará más al ombligo y los árboles no nos dejarán ver el bosque. Pero, adivinen cuántos párrafos se dedican a la cultura. Imagínenselo. Prácticamente ni uno. No se porqué todo esto me empieza a recordar aquellos regímenes en los que en el fondo el mayor interés era mantener adormilado al pueblo. Este es realmente el elixir que nos está vendiendo el nuevo Dulcamara.
¡Despierten, no se dejen embaucar, como aquellos vecinos del pequeño pueblo vasco de Donizetti, por el charlatán Dulcamara! Enlazo con otra ópera, la de Zubiaurre “Don Fernando, el Emplazado”, repuesta estos días en el Teatro Real. En ella se narra la historia, más o menos tergiversada, de aquel rey que apartó a su madre del trono, se enfrentó con malas artes a la corte y ajustició a los hermanos Carvajal despeñándolos desde una torre del castillo. Don Juan de Carvajal, caballero de la Orden de Calatrava, le lanza una maldición al rey muy al estilo de la de Silva en “Ernani” o Monterone en “Rigoletto”: sólo le quedarán treinta días de reinado. Pues eso, que a este Dulcamara que nos va contando los días para la inmunización de rebaño, le queden también si no sólo treinta días en el poder, al menos 365.