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Contracultura

El regreso de Plácido Domingo frente al #MeToo

Lo acusaron de abuso sexual y nadie respetó su presunción de inocencia. El cantante ha recibido ahora una ovación en su vuelta a Madrid

Volvía a pisar Plácido Domingo un escenario español el pasado 9 de junio desde que, en febrero del año pasado, el Instituto Nacional de las Artes Escénicas y la Música (Inaem) hiciera efectivo su veto, tras las declaraciones a una agencia de prensa de siete mujeres anónimas y la mezzosoprano Patricia Wulf, acusándolo de un presunto acoso sexual supuestamente cometido hacía décadas. «Cuando se cometen actos graves y se asumen, eso tiene consecuencias en la vida pública y en la vida social», manifestó entonces el ministro de Cultura y Deporte, José Manuel Rodríguez Uribes. Pero lo cierto es que el tenor jamás «asumió» ni reconoció ninguna de las acusaciones vertidas sobre él, y ninguna investigación concluyó que fuesen ciertas. Pese a la condena mediática –nunco hubo denuncia alguna– y a la pretensión de muerte civil de algunos –relevantes figuras públicas incluidas–, el público madrileño recibió esta semana al tenor con una ovación apoteósica y un lleno absoluto, en lo que parece una robusta discordancia entre el ruido del activismo identitario y el sentir de la sociedad.

Aunque un tertuliano en televisión tuvo el cuajo de afirmar que Plácido Domingo está apestado a nivel internacional, un vistazo al calendario desmiente la injuria: actuará en el Teatro Nacional de Múnich el próximo 16 de junio, en París el 21, el 25, 28 y 30 estará de protagonista absoluto de nada menos que el Festival de las Estrellas de las Noches Blancas, en el Teatro Mariinsky de San Petersburgo. El resto del verano y el otoño lo llevará de festival de Ljubljana a la Arena de Verona, del Teatro Antiguo de Taormina, con Rigoletto, a la Plaza Nevski en Bulgaria, el Teatro Nacional de Viena, la Ópera de Montecarlo, La Scala de Milán….

«Plácido Domingo estaba conmovido y desconcertado» nos explica el escritor y columnista Rubén Amón. «Ha sido uno de los conciertos más delicados y comprometidos de toda su vida, y no estaba muy seguro de cómo se le iba a acoger. Pero fue con mucho cariño. Verse envuelto en esa ovación, en su ciudad, Madrid, sentir ese alivio y sacudirse un año espantoso, en el que también sufrió el coronavirus y estuvo extremadamente grave, le ha conmovido quizás más que ninguna otra noche de su carrera».

¿Una reparación tras el juicio sumarísimo del vulgo despiadado que le había declarado culpable y condenado a la muerte civil? Amón no lo cree. «No hay forma de reparar el daño que se le ha hecho. La posición del gobierno español ha sido vergonzosa, manteniendo el veto cuando Plácido Domingo no ha reconocido haber abusado de nadie y ninguna investigación, privada o pública, ha llegado a esas conclusiones. El proceso civil y mediático, no judicial pues no ha sido condenado porque ni siquiera ha habido denuncias, ha sido todo de una violencia descomunal. No hay reparación».

Abaratar la ética

«Yo hubiera querido leer ese aplauso como el perdón, como la puerta abierta» interviene Juan Soto Ivars, periodista y escritor «pero sospecho que quienes aplaudían ni siquiera consideran que haya hecho nada malo, y no creo que tengamos que abaratar tantísimo la ética sólo porque el castigo es desproporcionado». Para Amón, sin embargo, la clave está en «si a una persona se le puede exponer al tormento al que ha sido sometido Plácido Domingo, y si hay una proporción entre la parquedad o especulación de las denuncias hechas a un medio de comunicación, respecto a las conclusiones de la condena social y civil, absolutamente irreparables». «Plácido Domingo», añade, «no ha sido condenado porque no ha sido juzgado», puntualiza Amón. «No convencionalmente, pero sí ha sido condenado a la muerte civil, con un proceso inmisericorde, cruel e injusto, donde ni siquiera ha tenido margen para defenderse, y donde se han utilizado sus declaraciones, bastante confusas por otro lado, de una manera totalmente parcial». Las dos caras que Soto Ivars ve en el movimiento #MeToo: «Por una parte, la sensibilización sobre el acoso. Por otro, la justicia paralela. Estas dos caras son indisociables, y hacen de ese movimiento algo castrado, lastrado e inaceptable. Relativizar la justicia paralela me parece gravísimo. Harvey Weinstein merece estar en la cárcel porque así lo decidieron los jueces. Quienes sólo han sido juzgados por la prensa y las redes sociales debieran tener pleno derecho a regresar ya».

Para el jurista y articulista Francesc de Carreras, las acusaciones son infames e indignantes las manifestaciones de algunas personalidades públicas tras el recibimiento de Plácido Domingo por parte de su público. «La señora Irene Montero ha acusado en falso a Plácido Domingo al decir textualmente en un tuit que el tenor había admitido que abusó “sexualmente de varias mujeres”. Eso no es cierto, es una pura falsedad, nunca lo dijo Plácido Domingo, y la ministra debería retractarse y pedir disculpas. Todavía son más graves las acusaciones de la señora Mónica García, líder de Más Madrid que, también por twitter, ha dicho que Plácido “reconoció haber cometido abusos sexuales contra más de 20 mujeres”. Otra mentira cuya autora debería rectificar y pedir disculpas». «Él nunca reconoció haberlo hecho», explica Rubén Amón. «Lo que dijo era que si alguién se sintió así se disculpaba, pero que él no hizo nada de lo que se le atribuía».

«También hay que decir –puntualiza el autor de “El fin de la fiesta”– que ha habido países que han sido inequívocamente aliados de su causa. Respetando al artista y respetando el garantismo, dos principios que en España han sido abatidos. Ya sabemos que un artista no tiene por qué ser ejemplar, pero es que Plácido Domingo no ha dado ningún motivo para que eso sea discutido. En Italia, Austria, Rusia o Alemania, por citar varios países que lo han contratado con normalidad, demostraron que respetaban las garantías que merece quién ha sido juzgado y condenado socialmente sin pruebas».

Denuncias anónimas

«Es indignante cómo las cuestiones morales se mezclan con las delictivas. Como si la promiscuidad fuera delito.Esto también tiene que ver con la infantilización de la mujer. Entre las denuncias anónimas hay una especialmente insólita, la de la mujer que le denuncia, sin dar su nombre, por haberse acostado con ella y que Plácido Domingo la despidiera luego dándole dinero para un taxi. ¿Pero esto qué es? ¿A partir de esto construimos un monstruo? Y no me gusta ni la condena plebiscitaria ni la absolución plebiscitaria», remacha, «pero sobre todo siguen sin hacerle justicia».

Para Francesc de Carreras se trata de «una persona honorable que, tras las investigaciones privadas de asociaciones de artistas de EEUU y ninguna acusación ante un tribunal, debe ser considerada a todas luces como inocente». «A Domingo lo condenaron socialmente pero nadie dijo cuánto duraba la pena. ¿Cuándo se supone que puede volver a cantar? ¿Alguien ha reflexionado sobre ello en la horda justiciera?», se pregunta retóricamente Soto Ivars. «Hemos importado de los países protestantes la idea de que no hay perdón en la tierra. Algo tan católico como la capacidad de perdonar, típico del Mediterráneo, se esfuma a pasos agigantados en medio del papanatismo cultural».

«Plácido Domingo, igual que Carusso en su momento, ha sido la punta de lanza de una estigmatización instrumental», reflexiona Rubén Amón. «Carusso, acusado de pellizcar el culo de una americana blanca, fue sometido a tormento por la sociedad de entonces. Pero finalmente no es más que una anécdota en su gigantesca trayectoria. La venganza póstuma de Plácido Domingo será la grandeza de su carrera respecto al lugar que va a ocupar este episodio, que ha sido enormemente dañino y doloroso para él, enormemente injusto, pero minúsculo en comparación con su carrera. No sé cómo la posteridad va a tratar a Irene Montero, una de las cabecillas de la caza de brujas y de la condena preventiva, pero sí sé cómo va a tratar a Plácido Domingo», concluye Amón. «A Plácido lo absolverá la historia».

Tanaka reflexiona sobre la cancelación de la cultura en esta ilustración
Tanaka reflexiona sobre la cancelación de la cultura en esta ilustraciónLa RazónLa Razón