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Mao no solo fue líder del Partido Comunista Chino, sino que se convirtió en un personaje de culto, como se ve en esta foto de 1966 donde os chinos muestran el carné de miembro del partido

Timothy Brooks: «China ya opera con una gran red en todo el mundo para espiarnos»

El autor, que reflexiona sobre esta nación en el excelente «El gran estado», advierte sobre las amenazas que supone para Occidente este país

Hace cien años, 23 de julio de 1921, se fundó el Partido Comunista Chino, un hecho que tuvo profundas consecuencias para esa nación y para el mundo. El historiador Timothy Brooks publica «El gran estado» (Alianza), donde recorre el pasado del país y reflexiona sobre su papel hegemónico en el futuro.

–¿El pensamiento de Confucio influyó en las relaciones internacionales más adelante?

–La idea central del confucianismo es que la sociedad está en armonía solo cuando las personas se encuentran ordenadas en una jerarquía: gobernantes por encima de los ciudadanos, mayores por encima de los jóvenes y los hombres por encima de las mujeres. Un enfoque confuciano de las relaciones internacionales sería organizar el mundo en una jerarquía basada en la riqueza, el poder y el tamaño. Este orden colocaría a China en la cima, al menos, en el este de Asia, y luego colocaría a los otros países debajo de China. Estos cederían a las necesidades y deseos de los de arriba, y serían recompensados en la medida en que lo hicieran. Dicha visión va en contra del sistema de igualdad estatal de las Naciones Unidas. Pero China no es la única que sueña con ocupar la cúspide del orden mundial. Hemos visto a otros Estados buscar la misma posición, aunque el confucianismo es único al declarar que la desigualdad es el principio más alto del orden mundial.

–¿Cómo se negociará con China si no cree en la igualdad?

–En la década de 1970, China se presentó como un miembro del orden internacional. Es difícil verla así ahora. Su postura internacional es perseguir intereses mientras niega que lo está haciendo. La mayoría de los Estados ponen regularmente sus intereses sobre sus principios, pero el estilo de China dificulta la negociación internacional. Obliga a otros a jugar con sus intereses, especialmente cuando China se siente amenazada, y lo hace siempre. Considere la situación que enfrenta Canadá con sus dos ciudadanos retenidos como rehenes por la disputa entre Estados Unidos y China debido a Huawei. Con China actuando en clara violación del derecho internacional, Canadá no tiene espacio para negociar. La única solución es que Canadá se doblegue ante la intimidación y le dé a China lo que quiera.

–¿Cómo encaja los muertos de la revolución cultural?

–Estas muertes se han olvidado en gran medida. Si hay una lección que aprender es que una ciudadanía crítica resulta esencial para mantener la responsabilidad sobre los gobernantes, que es exactamente la lección que China no quiere que se aprenda.

–¿Qué supondrá para el mundo que la primera potencia mundial sea comunista?

–El comunismo pretende ser el sistema político que mejor representa las necesidades de la gente. Utiliza este tono para justificar un sistema de gobierno de arriba hacia abajo y para reprimir cualquier intento de crear un sistema político más abierto. La única forma de que la democracia siga siendo algo que podamos gestionar es luchar por ella, incluso dentro de los Estados democráticos. El comunismo no es un sistema en el que esa lucha sea posible. Decir esto es ir en contra de una larga tradición de pensamiento en Occidente, pero las cosas han cambiado y el mundo de hoy no es lo que era hace un siglo.

–¿El colonialismo económico que practica China es una amenaza para el mundo?

–El colonialismo de China, como los anteriores, está diseñado para beneficiar al país a expensas de otros. Esa será la gran amenaza para todos: que China organice el comercio y utilice la diplomacia para fortalecerse a costa de otros. Las inversiones de China en el extranjero han creado una nueva ronda de deuda del Tercer Mundo. La deuda no solo debilita las economías que deben pagarla. Los convierten en clientes que luego tienen que ofrecer las ofertas de China en las organizaciones internacionales. Por ejemplo, hace un año, en la ONU, Cuba encabezó la campaña para evitar que esta discutiera la toma de Hong Kong por parte de China. Eso fue todo menos una intervención de principios por parte de Cuba, un país débil que debe hacer lo que le piden sus patrocinadores.

–China ha demostrado que puede controlar a su población a través de la tecnología. ¿Intentará espiar o controlar a ciudadanos de otros países?

–Ya opera en una extensa red de espionaje en todo el mundo reclutando partidarios, disciplinando a los chinos en el extranjero que hablan en contra de sus políticas (generalmente amenazando a sus familias en China), vigilando el tráfico de internet y metiéndose en los ordenadores de las personas. Ya estamos en este punto y ningún organismo internacional parece tener la capacidad ni la voluntad de hacer nada al respecto.

El país que se temía Napoleón
«Cuando China despierte, el mundo temblará», afirmó Napoleón, y la frase fue elegida por el diplomático y político francés Alain Peyrefitte para titular un libro sobre China (1974) con un éxito extraordinario y enorme influencia porque hasta esa época era poco y muy especializado lo que se publicaba sobre la República Popular China, fundada por Mao en 1949. China despertó y desde hace tres décadas es una superpotencia mundial y crece en todos los aspectos, incluso en la difusión universal de su historia y cultura. Ahora acaba de publicarse «El gran Estado. China y el mundo», del canadiense Timothy Brooks, sinólogo prestigioso, profesor de la Universidad de British Columbia y con una decena de libros publicados sobre su especialidad. Esta obra debía ser una historia de China desde sus orígenes unificados, tres siglos antes de nuestra era, hasta la actualidad, pero el autor aborrece «escribir libros largos» y logró acomodar la demanda a una historia de China apropiada para el gran público a partir del siglo XIII. ¿Y por qué desde aquel momento, que coincide con la estancia de Marco Polo en Xanadú? Porque el autor se ha guiado por dos ideas primordiales: la vertebración de China en la Historia universal: «Los principios fundamentales que rigen el Estado chino fueron establecidos (…) en el siglo XIII, cuando China fue absorbida por el mundo mongol», es decir, tras su unificación con Gengis Kan. El historiador se ahorra así dieciséis siglos poco relacionados con la contemporaneidad de China, prefiriendo las relaciones con sus vecinos y, sobre todo, con el mundo occidental cuyos navegantes frecuentaron sus costas a partir del siglo XV y se establecieron en sus puertos extendiendo sus tentáculos económicos y políticos hasta controlar al poder imperial, cuya debilidad dio paso a la República. La obra alcanza la guerra entre nacionalistas y comunistas, la invasión japonesa y la China de Mao. Lo más interesante es que prescinde de la sucesión cronológica y despliega una serie de imágenes que desvelan grandes peculiaridades del inmenso país.
«EL GRAN ESTADO. CHINA Y EL MUNDO»
Timothy Brooks, ALIANZA 496 páginas, 29 euros.