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Literatura

Robert Plunket, el último gurú de la incorrección política

Se recupera una novela que apareció en los ochenta, obra de un enigmático y satírico autor norteamericano, que choca con la nueva moral establecida

El enigmático escritor y periodista Robert Plunket
El enigmático escritor y periodista Robert PlunketArchivo

Frente a una época esta en la que la corrección política domina tanto el discurso público como las expectativas literarias, resulta especialmente oportuno rescatar obras como «Los papeles de Harding» (1989), ahora disponible en español gracias a la traducción de Regina López Muñoz para la editorial Impedimenta. Escrita por el enigmático escritor y periodista Robert Plunket, esta única novela publicada constituye una exploración audaz, incómoda y satírica de las contradicciones culturales estadounidenses.

El centro de esta novela es Elliot Weiner, un investigador universitario blanco, homosexual, obsesionado con la cultura académica y profundamente inmaduro, que convierte una beca para estudiar al presidente Warren G. Harding en una cruzada delirante por el prestigio personal. Lo que comienza como una investigación histórica —un hallazgo de cartas íntimas entre el presidente y una examante anciana— se transforma en un descenso tragicómico hacia la obsesión, la vergüenza y el autoengaño.

Lejos de ser un héroe o un antihéroe tradicional, Elliot es un narrador corrosivo, marcado por sus inseguridades y contradicciones. Plunket lo construye como una figura patética, ridícula y humana. Su mirada está plagada de prejuicios apenas disimulados: clasismo, racismo soterrado, homofobia interiorizada. Pero es esta falta de redención lo que hace que «Los papeles de Harding» tenga una resonancia tan particular en el presente: busca mostrar con crudeza cómo los sistemas de poder y exclusión operan incluso en quienes creen estar por encima de ellos. Elliot no es un mártir de su tiempo ni un rebelde heroico, sino un bufón patológico cuyas miserias interiores se proyectan sin piedad sobre el mundo que habita.

Plunket reconoce sin ambages el origen autobiográfico del personaje: «Cuando escribía la novela me topé con un problema. Nunca había escrito una y no sabía cómo crear un personaje principal. Parecía algo que superaba con creces mi débil pluma. Así que decidí usarme a mí mismo. El chico tenía más o menos mi edad. Teníamos la misma formación, la misma educación, la misma visión general de la vida. Así que le pedí que hiciera lo que yo haría en cualquier situación. Me pareció que quedó bastante bien».

El resultado fue más inquietante de lo que esperaba. «Salieron las reseñas. Resultó que creé un personaje principal vanidoso, superficial, mezquino, autodespreciativo, racista, homófobo, deshonesto, manipulador… la lista seguía y seguía. Curiosamente, a algunas personas pareció gustarles. Todavía no entiendo qué significa esto, pero por favor, que nadie sepa nunca que el personaje principal, ese horrible Elliot Weiner, soy yo», ironiza el autor, una rareza en el panorama literario norteamericano. Escritor de una sola novela, ha tenido una trayectoria intermitente como periodista, editor y cronista cultural. «Llevo más de 40 años escribiendo sobre la vida en un pequeño pueblo de Florida», explica. «Y créanme, nuestros políticos locales son una fuente ina-gotable de material. Sus travesuras van más allá del humor, hasta un punto donde los trastornos psicóticos de la personalidad se imponen».

Un desastre

Ese universo grotesco ha sido un vivero de inspiración para Plunket. «Tenemos un político aquí en Florida llamado Joe Gruters. Acaba de ser nombrado presidente del Comité Nacional Republicano, pero en su época era senador estatal. ¿A quién se le ocurre que los demócratas presenten como rival? A la víctima perfecta: una joven muy simpática sin brazos. Se llamaba Olivia Babis. Activista por los derechos de las personas con discapacidad. La campaña fue un desastre: pequeños eventos con veinte personas, todos familiares suyos, esperando sándwiches. Y Joe ganó por goleada. La pobre Olivia se convirtió en víctima de ambos bandos. Los republicanos arruinaron su carrera política, pero también los demócratas. Eligieron a una candidata que no podía hacer lo único que los políticos deben hacer: estrechar la mano».

Este tipo de anécdotas podrían parecer meras provocaciones, pero en el universo satírico de Plunket, operan como un espejo deformado de la cultura del espectáculo, donde la política se rige por criterios cada vez más absurdos y superficiales. «Si logras desconectarte de los problemas, se convierte en un entretenimiento fantástico. ¿Y por qué no? El país está dirigido por un productor de televisión magistral. Una crisis tras otra, personajes geniales, una estrella porno, un intento de asesinato, un drama familiar turbio... Nunca hay un momento aburrido».

En este contexto, «Los papeles de Harding» se presenta como una novela adelantada a su tiempo, o más bien, ajena a las exigencias actuales de corrección moral. En lugar de responder a la llamada del testimonio o del trauma, plantea un retrato sin filtros de un personaje despreciable, y por eso mismo creíble. Hoy, obras como la de Plunket resultan, paradójicamente, más provocadoras que nunca. Él mismo lo percibe con una mezcla de escepticismo y humor: «Hoy en día ni siquiera estoy seguro de qué es lo políticamente incorrecto. ¿De izquierdas o de derechas? Puede ser muy confuso».

Incluso su experiencia reciente con las campañas de «cancelación» en su comunidad local ha sido objeto de reflexión. «Llevo meses intentando cancelar a una mujer de la junta escolar local. Es una atractiva rubia de unos cuarenta años llamada Bridget Ziegler. Es una de esas Madres por la Libertad, muy derechista y antigay. Pero resulta que ella y su marido, un importante mandamás republicano, iban a bares a ligar con mujeres para tríos. Todo se descubrió cuando el marido fue acusado de violación. La policía encontró 30.000 vídeos de sus encuentros en su teléfono. ¡Ni siquiera sabía que un teléfono pudiera guardar tantos vídeos!».

Imitación servil

La anécdota, más allá de su tono sarcástico, revela el límite de la sátira contemporánea: la realidad no solo supera a la ficción, sino que la deja desarmada. «Cualquiera pensaría que sería fácil deshacerse de ella. Pero no. Se niega a dimitir y ahora planea postularse al Senado estatal. Me rindo», añade. Este es, por tanto, el terreno literario de Plunket, que remite a un ideal satírico clásico, como él mismo reconoce: «Todo en mi carrera es una imitación servil del gran escritor británico Evelyn Waugh. No sus novelas posteriores, como “Retorno a Brideshead”, sino sus primeras novelas cómicas, en particular “Cuerpos Viles”». Esa obra, una disección despiadada del Londres de los años veinte, sirve como modelo para la escritura de Plunket: humor ácido, observación aguda, desprecio por la respetabilidad.

Por eso, aunque «Los papeles de Harding» pueda parecer una rareza editorial, no lo es tanto si se entiende como parte de una tradición literaria de sátira inmisericorde, donde la verdad no se impone por la vía de la empatía, sino por el ridículo. La incorrección, en este caso, no es un gesto provocador sino una herramienta narrativa. Curiosamente, en el prólogo escrito para la reedición de su novela en 2022, Plunket adopta un tono mucho más conciliador. «Querido lector, querida lectora», escribe al comienzo, en lo que parece un gesto de adaptación al nuevo lenguaje inclusivo imperante en la industria editorial. Pero el contenido que sigue no ha perdido ni un ápice de mordacidad.