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Un fotograma de "Pequeños milagros en Peckham Street"

Johnson, no me gentrifiques los barrios

Mina Mileva y Vesela Kazakova estrenan en salas “Pequeños milagros en Peckham Street”, un agudo e ingenioso retrato de la precariedad post-Brexit

Al final va resultar que, eso de transformar fruterías que llevan años sintiéndose conformes con la declinación progresiva de la belleza estructural de sus fachadas, en diáfanos espacios modernos estratégicamente coronados con cartelería de luces led y el sello de lo eco en la puerta o impulsar la apertura de restaurantes, con precios prohibitivos para quienes acostumbran a encadenar trabajos precarios y condiciones de vida limitadas, no era tan buena idea como las inmobiliarias pensaban. No para el engrosamiento de sus bolsillos evidentemente, sino para la reducción de los de la gente. Lo descrito aquí tiene un nombre muy concreto y ningún tipo de barreras globales a la hora de producirse porque ocurre en todas partes y a todas horas.

Un fotograma de "Pequeños Milagros en Peckham Street"
Un fotograma de "Pequeños Milagros en Peckham Street"SurtseySurtsey

En Inglaterra, -y en tantas otras ciudades europeas-, la gentrificación se ha instalado con especial inclinación de permanencia en distritos del sur como Peckham,un popular barrio londinense con naturaleza desfavorecida que en apenas cuatro años ha incrementado la media del poder adquisitivo en un 5′3%, –unas diez veces más que la media del país– y que ha servido como inspiración real a la dupla de cineastas búlgaras Mina Mileva y Vesela Kazakova para la creación de su primer largo: “Pequeños milagros en Peckham Street”.

“En mi caso particular viví una experiencia de primera mano prácticamente idéntica a la que mostramos en la película. Tal era nuestra indignación que llegamos a pensar incluso en hackear la web del distrito del sur en el que vivía porque éramos quince propietarios que nos estábamos viendo en la misma situación de indefensión con la que se encuentra Irina en esta historia. Hay una frase que define muy bien este sentimiento en la cinta y es cuando uno de los vecinos dice “el Consejo nos está tratando como cajeros automáticos””, apunta Mileva desde una de las salas de los Cines Embajadores en entrevista con LA RAZÓN. Esa tesitura a la que se refiere la directora tiene que ver con unas reformas obligadas por el ayuntamiento en el bloque de pisos en el que vive la protagonista de esta sardónica y elegante crítica a los milagros fariseos post-Brexit.

Extranjero en tu propio país

Irina, que vive con su hijo y su hermano –historiador en Bulgaria e instalador de antenas en Londres– en unas condiciones ligeramente dignas pero inestables y en ocasiones extremas, ejemplifica a la perfección el sentimiento de muchos inmigrantes que pese a estar sobradamente cualificados, llevan años viviendo en otros países que no son su casabajo unos parámetros sociales harto complicados y desiguales: “Nos hemos sentido extranjeras en nuestro propio país muchas veces. De hecho el motivo principal por el que uno emigra normalmente es porque no se siente bienvenido en su territorio, pero también cuesta sentirse así en otro lugar”, reconocen ambas. Además advierten que “el racismo entre extranjeros existe también. Al fin y al cabo, el racismo es una función que el cerebro desarrolla lentamente durante varios años, es una reacción a lo desconocido”.

La vecindad, como práctica extinta y como actividad necesaria para el desarrollo democrático, también subyace en una historia que utiliza la pátina de un humor finísimo para cargar contra el Sistema. “Desgraciadamente el concepto de vecindad comenzamos a perderlo hace algunos años con la digitalización, ahora de forma más reciente con el covid y los confinamientos…Esa tendencia se ha vuelto más extrema y básicamente no pasamos tiempo suficiente los unos con los otros. Recuerdo que anoche mismamente, cenando con la distribuidora por este barrio nos dimos cuenta de que hay una mezcla muy curiosa y muy interesante de gente mayor y gente joven. Es una mezcla muy sana desde nuestro punto de vista”, indican.

Angel Genov en "Pequeños milagros en Peckham Street"
Angel Genov en "Pequeños milagros en Peckham Street"SurtseySurtsey

Y añaden: “Es curioso porque en el edificio donde hemos rodado, hace diez o quince años los vecinos se reunían para hacer barbacoas en el jardín, cada uno traía lo que podía, hablaban de lo que pasaba en el inmueble… ¿Pero qué pasa con la gentrificación? Que ha ido cortando todo eso. Porque tanto los ayuntamientos, como los distritos o los propios gobiernos lo que quieren es colocar a clientes ricos anónimos en esos lugares con independencia de su nacionalidad que no tengan ningún tipo de vinculación con el barrio”.

La película, cuya trama se agita con la aparición de un inofensivo gato al que adoptan pensando que lo han abandonado, nació con vocación de corto. Cuentan las realizadoras, expertas en intentar bordear la censura de su país de origen después de mostrarse explícitamente críticas en anteriores documentales con algunas prácticas del comunismo en Bulgaria y próximamente presidentas del jurado de Giornate degli autore en Venecia, que el levantamiento de este largometraje no fue del todo sencillo. “Hemos sido bastante listas en todo el proceso de creación porque al principio decidimos intentar probando con un corto. Había un proyecto de financiación promovido por la televisión búlgara para hacer una película tipo telenovela de 27 minutos sobre un gato en una pared y la reacción de las familias. Pedimos la solicitud y empezamos con el proyecto pero al mismo tiempo pedimos financiación para hacer un guion más largo. Finalmente el dinero llegó pero con un año de retraso (risas) y fue en ese momento cuando nos dijeron que podíamos hacer la película. De modo que acabamos haciendo dos trabajos: el corto para la tele búlgara y la película para el resto del mundo”, señala Mileva.

“Lo ridículo -prosigue Kazakova- es que después de hacer todo el ejercicio de montaje, de color, de etalonaje para el corto nos exigieron profesionalidad. “Ahora tenéis que demostrar que sabéis dirigir” nos dijeron los muy bastardos (risas). Lo cierto es que otro de los motivos que nos llevó a hacer esta película más “naif” por decirlo de alguna manera, fue nuestra agitada trayectoria. Veníamos de rodar documentales muy polémicos y escandalosos en Bulgaria hasta el punto de llegar a prohibirlos. Decidimos que en nuestro próximo trabajo nos íbamos a relajar un poco y no íbamos a tocar temas demasiado escabrosos para poder tener financiación. Hay crítica, pero está metida de una manera muy sutil, como se hacía durante el comunismo por parte de grandes directores y como todavía hoy siguen haciendo los rusos”. Con reminiscencias moderadas del Ken Loach más iniciático, Mina Mileva y Vesela Kazakova logran equilibrar un discurso social urgente que los actores Irina Atanasova y Angel Genov trasladan con la verosimilitud requerida. “Es tan importante ver a personajes como Irina en la pantalla capaces de seguir pese a todo lo que les dicta su naturaleza, su corazón. No importa lo que pasa cuando tomas una decisión. Una vez puesta en marcha, la vida ya se encargará de guiarte”, rematan.