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Santiago Posteguillo: «Los romanos tenían Marbella, lo que no tenían era Benidorm»

El escritor recuerda en esta entrevista cómo veraneaban los romanos y qué nos quedan de sus costumbres estivales
bejaranoLa Razón

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Pronunciar el nombre de Santiago Posteguillo es evocar las figuras de Escipión, Trajano y Septimio Severo (Además de Julia Domna o Galeno, entre otros). Sus novelas nos han mostrado las calles de Roma, las batallas de las legiones, las conspiraciones palaciegas que movían los hilos del imperio romano. Cada uno de sus libros es sinónimo de éxito y se ha convertido en una cita ineludible para miles lectores dispuestos a trasnochar para seguir leyendo sus historias. De talante sereno, conversación pedagógica, ánimo entusiasta, viajero por devoción y por vocación literaria, Posteguillo, que no por ocuparse del pasado, deja de atender al presente, habla de cómo era el verano en los siglos de Roma y en los nuestros. «Los romanos distinguían dos épocas del año: el verano, que era todo lo que no era invierno, que, a su vez, era la estación corta. Después parten el verano y definen la primavera y después el otoño.
-¿Cómo era el verano en Roma?
-Muy caluroso y húmedo. Además, había muchos pantanos y muchos mosquitos y paludismo. La gente que podía permitírselo se iba de la ciudad. Ahora en Europa no tenemos paludismo, pero sí que nos agobia el verano en la ciudad y nos solemos ir, los que se lo pueden permitir... Eso sucedía ya en Roma, aunque también era por motivos de salud. Sale en los textos antiguos, en Horacio y Plinio.
-¿Se iba todo el mundo?
-Lo hacen, sobre todo, las clases pudientes, que tienen como resorts. Es como hoy. Se iban a la montaña o a la zona de costa, a la llamada zona de Bayas, donde se reunían las élites romanas y los emperadores. Sería como la Marbella de hoy en día. Lo que no existía era un Benidorm, porque no había clase media.
-¿Tenían turistas?
-Pero de alto standing. En «Y Julia retó a los dioses», reflejo un momento en que Severo y Julia, hacen turismo. Una de las cosas que los emperadores romanos, como nosotros en la actualidad, ya admiraban era Egipto. Las pirámides y los obeliscos que sobresalían el desierto les impresionaba. Los emperadores hacían turismo por Egipto y también hacían turismo de investigación. Nerón animó varios viajes de exploración para encontrar el origen del río Nilo.
-Hoy, ¿qué ha cambiado en las vacaciones?
-Las vacaciones se han extendido y las disfruta más gente. La posibilidad de acogerte a un paquete turístico o hacer un crucero por el Mediterráneo está al alcance de cualquiera y eso en Roma solo estaba al alcance de las delicadas élites.
-¿Y el turismo cultural?
-También lo hacían. Igual que sucedió en el siglo XIX, en Roma había una élite que viajaba a Grecia para aprender mejor el griego. Ellos tenían grandes pedagogos que les enseñaban esta lengua. Pero, también, para adquirir una oratoria mejor, algo fundamental para expresarse de forma adecuada ante los tribunales de justicia o dirigirse al Senado. Para esto, muchos romanos iban a Atenas, Rodas... el propio Julio César viajó a este país, aunque él tenía también otros motivos... esta costumbre estaba enraizada en los hijos de la aristocracia que acudían allí para formarse culturalmente y adquirir destrezas. Era una especie de Erasmus, pero a la usanza de la antigua Roma.
-Pues hoy la oratoria...
-Estamos gobernados a nivel local, regional y nacional por gente que no tiene ni remota idea de expresarse en el idioma que sea, no solo entro en el español. Es que no saben articular una idea ni tampoco argumentarla sin caer en un montón de errores sintácticos y de expresión. Es muy triste. No es una cosa menor, porque es un síntoma de la gran decadencia de nuestra clase política. Además, no afecta a unos pocos, sino a todos los partidos de manera transversal. Lamentablemente es generalizado.
-¿Qué conservamos de los veranos de Roma?
-Ellos extienden el cereal, la vid y el olivo, sobre todo cuando dominan el Mediterráneo y han eliminado a los piratas. Pero ellos ya tienen el aceite, el vino y el pan. Hoy, en un chiringuito, extiendes aceite en una rebanada. A veces, le añadimos jamón, y eso los romanos no lo tenían aún. Solo el jabalí. Y, ojo, el tomate viene de América. Pero esa comida ya está. Al igual que las noches con una copa de vino. Nosotros lo degradamos con casera; los romanos lo hacían con agua. También solían hacer la siesta con la canícula, a las horas de más calor, como nosotros. La palabra «siesta» viene de «sexta», la hora en la que el sol está en lo más alto. Pero nuestro tinto de verano y la siesta ya estaban en Roma.
-¿Y eran igual de fiesteros?
-Los romanos tendían al jolgorio y la fiesta. Roma de noche era peligrosa, no solo por las fiestas, sino porque también existían bandas de ladrones merodeando. Era una ciudad muy peligrosa. Solo cuando había pandemias, como nosotros ahora mismo, el emperador de turno ejercía su autoridad para, de alguna forma, tratar de imponer un poco de orden. Lograban detener la extensión de la pandemia si estaban asesorados por buenos expertos. De manera contraria, no lo conseguían. De hecho, en ocasiones, tomaron, sobre este asunto, decisiones bastante malas.