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¿Nuevo escenario?

El último reto de las academias de idiomas: el lenguaje inclusivo

Lejos de propagandas políticas en las que “miembras” y “portavozas” dan patadas al diccionario, los profesores se esfuerzan en comunicar la identidad de género más allá del código binario

Johnajohn Campo no es maestra ni maestro, es la primera persona "maestre" de Colombia
Johnajohn Campo no es maestra ni maestro, es la primera persona "maestre" de ColombiaErnesto Guzmán JR.EFE

Mientras en España nos tiramos los trastos a la cabeza cada vez que se escucha “todos, todas y todes”, o algún que otro chirriante “portavoza”, en Estados Unidos, el “New York Times” ha cogido el toro por los cuernos y se ha remangado para comprobar las trabas que plantean en las academias las lenguas que solo contemplan los pronombres “él” y “ella”. “Es difícil comunicar la identidad de género más allá del binarismo”, concluyen.

Pero para llegar hasta ahí, algunos profesores han diseñado alternativas de expresión, como Tal Janner-Klausner, maestro de hebreo, un idioma que presenta una frustración para el protagonista del artículo, “una persona no binaria que se identifica con los pronombres ‘elle’/’elles’ (’they’ en inglés)”, explican, y que “siente la obligación de discutir con sus alumnos” sobre el tema.

El hebreo utiliza pronombres binarios, como el francés, el español, el italiano o el árabe, lo que, traducido a un lenguaje más explicativo, significa que las identidades de género fuera de él/ella y masculino/femenino no existen de manera formal. En hebreo, incluso el pronombre “they”, que las personas no binarias prefieren usar en inglés, tiene género, como ellos y ellas en español. En francés, “ils” se refiere a un grupo de hombres o a un grupo de género mixto, y “elles” a un grupo de mujeres. De esta forma, “los sustantivos de las lenguas que usan binarismo se clasifican como masculinos o femeninos, y cualquier adjetivo asociado a dichas palabras debe reflejar ese género”.

Y aquí llega la “fiesta” para los estudiantes que no se ajustan al género binario y, en general, para todos los hablantes. “¿Es posible que les aprendices de una lengua que usa binarismo logren referirse a sí mismes y a les otres cuando sus identidades no están representadas?”, se pregunta el reportaje del “NYT” haciendo gala de este lenguaje. Janner-Klausner responde cómo hace para evitarlo: pide a sus alumnos que se refieran a “elle” usando indistintamente pronombres masculinos y femeninos. “Además de que quiero sentir comodidad, lo hago para que puedan informarse sobre los géneros fuera de lo binario”, asegura.

Otro de los puntos a tratar es la propia evolución de los idiomas respecto a este apartado. Y que “la lengua está viva” se demuestra una vez más en este apartado. Los hablantes generan mecanismos que evitan el elemento de género de palabras a medida que se implanta el código binario. Adaptaciones que no es fácil que se recojan en las normas de estilo académicas, por lo que es mayor la velocidad de crucero en la calle que en las aulas de estudio de dichos lenguajes (otro reto más para profesores).

En este caso, el inglés, entre otros, difiere de las lenguas romances y del hindi, el árabe y el hebreo en que no utiliza el género (masculino, en este caso) como base de sus sustantivos, sino “they”/”them” en singular. “Una norma que puede frustrar a los estudiantes y hablantes de idiomas es el predominio de la forma masculina, que se utiliza por defecto o como estándar”, asegura el “NYT”. Y continúa: “Por ejemplo, el masculino ‘todos’ se utiliza en español para dirigirse a un grupo de personas, independientemente de su género, en actos como conferencias o discursos oficiales. Y la presencia de un solo hombre en un grupo que, por lo demás, está compuesto por mujeres tiende a relegar el género al masculino”.

Así, otra de las fuentes consultadas, Louis Moffa (”persona no binaria que usa los pronombres ‘él’ y ‘elle’”, definen), enseña en el Departamento de Italiano de la Universidad de Columbia. Italiano, una lengua que usa el género binario y no tiene un equivalente al uso singular en inglés de “they”/”them”: “No pensé mucho en mi propia identidad de género hasta que empecé a pensar y expresarme en italiano”, añade Moffa. “Cuando pensé en que la realidad es mucho más compleja que una serie de términos binarios, me di cuenta de que mi propia identidad y mi autoexpresión nunca podrían residir realmente dentro de esos confines. En realidad, fue al aprender italiano cuando mi comprensión del género se liberó por completo de la naturaleza del pensamiento binario”.

Por ello, el profesor cree que “el primer paso” para superar los binarios de género en italiano es discutir abiertamente cómo aparecen en el idioma. Se explica: “Ser capaz de enseñar la naturaleza de género de la gramática italiana me ha dado la oportunidad de que mis estudiantes me vean y me entiendan mejor, porque el género nunca puede quedar implícito o sin cuestionamiento en nuestra clase”.

Además de romper los límites del italiano, Moffa destaca lo “absurdo” de asignar un género a los objetos inanimados. “En lugar de llamarlo masculino y femenino, se pueden elegir otras polaridades: claro y oscuro, lleno y vacío, redondo y cuadrado. Ni siquiera importa realmente lo que es”, zanjó.