Crítica de “Petite Maman”: hijas paralelas ★★★★★
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Dirección y guion: Céline Sciamma. Intérpretes: Joséphine Sanz, Gabrielle Sanz, Nina Meurisse. Francia, 2021. Duración: 72 minutos. Drama.
La argentina Alejandra Pizarnik tiene un hermoso poema titulado “Infancia” que parece sintetizar la ya sintética, magistral película de Céline Sciamma. La infancia es “la hora en que la hierba crece/en la memoria del caballo (…) y alguien entra en la muerte/con los ojos abiertos/como Alicia en el país de lo ya visto”. Podríamos entender a Nelly, que acaba de perder a su abuela y quiere entender el duelo de su madre desde un silencio atento y lúcido, como esa nueva Alicia -o esa nueva Chihiro: Miyazaki, además de la comedia de intercambio de identidades paternofiliales “Viceversa”, es una de las ejemplares referencias de Sciamma- que, en contacto con la muerte, busca respuestas en otra dimensión del tiempo, que aparece, de forma natural ante sus (nuestros) ojos, en el bosque que se extiende en la parte de atrás de la casa de su abuela, con una cabaña de ramas secas como símbolo de ese territorio comanche, de ese “país de lo ya visto” que es la infancia.
El encuentro de Nelly con una niña que se le parece como una lágrima a otra -qué feliz idea la de Sciamma que las interpreten hermanas gemelas, espléndidas Joséphine y Gabrielle Sanz-, una súbita compañera de juegos que la hace viajar en el tiempo sin que el otoño sea verano ni las hojas secas, helechos derramándose, cerrará interrogantes sobre qué significa la muerte, y, sobre todo, qué significa ser madre e hija. Si el título desvela el gran hallazgo de la película -¿sería amiga de mi madre si la hubiera conocido de niña?-, hay que ver y disfrutar de “Petite maman” para calibrar el enorme talento de Sciamma, que podría haber sucumbido a su propia trampa, en forma de “high concept”, y, por el contrario, eleva la delicadeza de esta relación -más que sobre la maternidad, es un filme sobre la filiación- a la categoría de haiku lúdico, no exento de una melancolía difícil de describir con palabras.
Experta cronista de la infancia y la adolescencia como periodos de cambio y toma de conciencia del cuerpo y la identidad (así lo atestiguan las magníficas “Water Lilies”, “Tomboy” y “La banda de las chicas”), Sciamma se acerca a sus niñas con una sensibilidad tan orgánica que cualquier gesto -Nelly dándole un ‘snack’ a su madre mientras esta conduce- o cualquier juego compartido -hacer crepes en los bordes de un tiempo suspendido que querríamos infinito- se convierte en todo un ecosistema de signos que no solo sirven para entender la profundidad de los vínculos maternofiliales sino también para vivirla en carne propia, con la piel erizada y los ojos húmedos.
Lo mejor
Aprovecha su brillante premisa para sumergirse en los territorios más secretos de la infancia, el duelo y las relaciones madre e hija.
Lo peor
Que por su concisa duración sea considerada una película menor.