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Crítica de “Tres”: el sonido de tus ojos ★★★★★

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La Razón
  • Sergi Sánchez

    Sergi Sánchez

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Dirección: Juanjo Giménez. Guion: Juanjo Giménez y Pere Altimira. Intérpretes: Marta Nieto, Miki Esparbé, Luisa Merelas. España, 2021. Duración: 104 minutos. Drama fantástico.
“El sonido, todo el sonido”, afirmaba el teórico Jean-Louis Comolli. “lleva la historia de su clima, su entorno, sus circunstancias”. Rotundo, concluía: “Los sonidos no mienten”. No lo hacen si una imagen, aunque sea mental, los acompaña. Es entonces cuando el cine se manifiesta con la contundencia de la vida. Para que eso ocurra, imagen y sonido necesitan el eje del tiempo, columpiarse en la misma duración. Pero es el tiempo el que, ahora, en el frío riguroso de lo contemporáneo, nos traiciona, porque todo suena o demasiado lento o demasiado rápido, y la imagen mira a ambos lados de la velocidad, sin saber con qué quedarse. Es, en fin, lo que le ocurre a C., la diseñadora de sonido que percibe la realidad desincronizada. Primero son dos o tres ‘frames’, luego el desfase entre lo que ve y lo que oye se dilata hasta provocar un abismo de la percepción, como si su sentido de la visión produjera ecos, psicofonías, un aura fantasmática que se traduce en un fuera de campo que desenmascara otra realidad posible.
La premisa de “Tres” es tan atractiva, está tan abierta al arrebato teórico y flirtea de un modo tan natural con el metalenguaje, que resulta lógico dudar de si Juanjo Giménez no acabará siendo cautivo de sus posibilidades expresivas. En su premiadísimo corto “Timecode”, la brevedad del formato le permitía aprovechar la fuerza dramática del punto de partida -en ese caso, el amor en diferido- sin que adelgazara el interés del espectador. En “Tres” la experimentación con la forma -que llega a extremos insospechados, en los que la colisión entre imagen y sonido producen efectos que Godard aplaudiría- no sofoca la experiencia subjetiva de C., a la que una espléndida Marta Nieto encarna con una mezcla de seguridad y desubicación que nunca desfallece.
En esa experiencia se despliega, a la vez que un discurso sobre el cine como cámara de ecos, un precioso estudio de personaje, el retrato de una mujer que debe de aprender a sincronizarse con el mundo para darse cuenta de su singularidad. Es hermoso que su particular enfermedad perceptiva le devuelva a sus orígenes, del mismo modo que, en el cénit de su anomalía, sea el visionado de una película muda de Boris Barnet la que le ofrece una posibilidad de refugio. Dice Juanjo Giménez que es una película sobre una superheroína que aprende a controlar su superpoder, y no le falta razón. Quizás sea, también, la reencarnación de una idea del cine que necesita de la sincronía con lo físico, con lo matérico, para estar en paz consigo mismo.
Lo mejor
Aborda el sonido desde un insólito rigor estético, sin olvidarse nunca de profundizar en el viaje emocional de su protagonista.
Lo peor
Su arriesgada apuesta formal puede dejar fuera a más de un espectador.