“La piel ausente. Crónica del amor que se va”: Amilibia y el dolor que nos hace parecer vivos y muertos
★★★★★
Por Ángeles López
Era, éste, un libro inevitable que no estaba en la mano del autor no escribir. Por el dolor ante la pérdida, por la necesidad de drenaje, por la testaruda insistencia de un hombre –y un escritor, por ese orden– que desea preservar la memoria del ser amado. Y, sobre todo, por la necesidad de romper el sortilegio del daño. El resumen es sencillo: la crónica del asedio y derribo a Ketty Kaufman, su compañera, por parte de uncáncer de pulmón.
Los últimos seis meses de una vida llena de éxitos y elegancia convertidos en una agonía constante solo mitigada por la morfina y los desvelos de su amado, «suponiendo que sepamos qué es el amor». Nada había preparado el maestro para una situación tan drástica. Su agonía y marcha le deja tan cerca de la frontera invisible entre la vida y la muerte que acaso no sepa del todo de qué lado se encuentra. Tal vez, para explicarse tamaño dolor, arranca este largo poema de pasión y muerte de un cuerpo torturado que clama por un final digno y que le retrata como un hombre que no puede darle a su mujer su último deseo: el estilete para su agonía.
Estas páginas tienen una doble línea argumental: la conformada por un minucioso repaso de los estertores de la muerte –punciones, náuseas, hinchazón– y la elaboración de la pérdida en el propio transcurso de su acabamiento.
En la ciénaga del olvido
Amilibia, en un punto del sentido libro, recuerda que «nunca nos hemos querido tanto como en los malos tiempos. Cuando estuve en la cárcel, cuando perdimos más de lo que teníamos en los casinos de Biarritz...», acaso porque será menos que nada si permite que todo lo vivido caiga en la ciénaga del olvido. Pero resta lo peor: ¿tras el desenlace final deberá comenzar partiendo de cero o disolverse en la más pura nada?
Con una estructura lírico-obsesiva, porque toda experiencia del dolor lo es, mitigada por pinceladas del humor mordaz que le ha acompañado en toda su trayectoria, Amilibia repasa los acontecimientos clave intentando ver alguna salida distinta como si todo pudiera discurrir por otro cauce. Diario o auto ficción, poco importa, lo único cierto es que hay tensión narrativa de alta densidad que nos habla de la levedad de la vida, la construcción del duelo antes del propio duelo y, por encima de todo, de verdad. Después de haber tocado fondo, se ha ganado el derecho a remontar hacia sí mismo para ser lo que tenga que ser. Lo que le quedar por ser.
▲ Lo mejor
La tensión que sale de las entrañas de un ser herido pero excepcional en su expresividad
▼ Lo peor
El dolor o, mejor dicho, la empatía que produce el dolor del autor en su ejercicio literario