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Luces y sombras

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La Razón
  • Arturo Reverter

    Arturo Reverter

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«Sinfonía nº 9», de Beethoven. Voces: Carmen Solís, Sandra Ferrández, Airam Hernández, José Antonio López. Orfeón Pamplonés. Director: Juanjo Mena. Auditorio Nacional, Madrid, 21-XII-2021.
Juanjo Mena, director musical, sensible, elegante y minucioso, es ya un experto en la última sinfonía beethoveniana. No es la primera vez que la dirige en Madrid. Este año lo ha hecho al frente de la Sinfónica (y por dos veces, la primera en beneficio de la isla de La Palma) y ha contado con el vigoroso Orfeón Pamplonés, que gobierna con mano firme pero con guante de seda Igor Ijurra. El maestro vitoriano ha hecho de nuevo gala de sus buenas maneras, de su batuta volandera y maleable, de su gesto muelle y de su capacidad concertadora en una versión de altura aunque irregular y a falta de acabado.
Lo mejor fue el «Adagio», bien expuesto, con línea y expresión, modelado nota a nota, con unas excelentes violas en la exposición del pasaje «Andante», cuya repetición contrapunteada nos hizo ver una benéfica claridad. Bien el trompa solista en los tramos finales, adecuadamente modelados. Como el inicio del motivo espiritual que vertebra el cuarto movimiento, «Allegro assai alla marcia», iniciado en un suspiro y acrecido como corresponde. El Orfeón Pamplonés atendió sin vacilaciones las imperiosas y claras órdenes de la batuta y construyó, con sus correspondientes contrastes, un «Himno a la alegría» de robustos acentos. Las sopranos acometieron sin pestañear el La agudo exigido por el compositor y contribuyeron, junto con las demás voces, a un cierre espectacular, ceñido y terminante.
No todo había ido tan bien y tan matizado en los dos movimientos iniciales. El primero fue resuelto de manera afirmativa y urgente, un poco en blanco y negro; contundente pero a falta de una planificación más detallada y limpia, que impidió, por ejemplo, que la rápida escala descendente en Re menor (algo que no deja de ser anecdótico) tras el primer «tutti» quedara debidamente resaltada. Los pasajes fugados del clímax fueron labrados a buril, con singular fuerza. En general, poco refinamiento en una lectura más bien desabrida. Un efecto denotado asimismo en el «Scherzo», llevado en volandas, de forma apremiante, con escasos remansos, en donde prevaleció la dimensión rítmica antes que la danzable y donde se lució el timbalero, a veces en exceso. Empleó, con buen acierto, baquetas de punta mediana o gruesa.
Queda por hablar del cuarteto vocal solista, en este caso bastante bien equilibrado, constituido ejemplarmente por cantantes españoles. Carmen Solís exhibió su bien coloreado timbre de soprano lírica, que acertó a regular y a matizar, así en la peligrosa frase final que la encarama al Si agudo y que emitió en espléndida media voz y en un solo aliento. Sandra Ferrández, «mezzo» muy lírica, dejó oír su terso y sensual instrumento, bien acoplado, aunque –la escritura es así de inclemente– no fuera muy audible. Sí lo fue, porque además la partitura le da esa oportunidad, la voz de barítono lleno, timbrado, opulento de José Antonio López, que hizo un «O Freunde» sonoro y rotundo. A excelente nivel el tenor lírico Airam Hernández, de centro generoso y cálido, acentos viriles y ciertas estrecheces en la zona alta. Gran éxito final; como corresponde.