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El patrimonio de Ucrania, en la diana de Putin

La Agencia cultural de las Naciones Unidas marca un plan de trabajo junto con los directores de los principales museos de Ucrania con el fin de ayudarles a preservar sus colecciones
Bernat ArmangueAP

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La UNESCO ha subido el nivel de alarma en torno al patrimonio cultural ucraniano. En un comunicado difundido por su directora cultural, Audrey Azoulay, ha recordado el deber de “salvaguardar este patrimonio cultural, en tanto que testigo del pasado pero, también, en tanto que vector de país para el futuro”. El plan de trabajo que se marca la Agencia cultural de las Naciones Unidas es trabajar junto con los directores de los principales museos de Ucrania con el fin de ayudarles a preservar sus colecciones. La UNESCO ha llamado, en este sentido, a aplicar la resolución 2347 del Consejo de Seguridad de la ONU, por el que se “condena la destrucción ilegal de sitios y de objetos religiosos, así como el pillaje y el tráfico de bienes culturales provenientes de sitios arqueológicos, de museos, de bibliotecas y archivos”. El grado elevado de preocupación mostrado por esta organización no se puede calificar, precisamente, de alarmismo injustificado.
Durante los primeros días de la invasión rusa, ya se han registrado las primeras destrucciones en el rico patrimonio cultural ucraniano: ahí están los casos de la ciudad de Kharkiv, inscrita como “Ciudad creativa” para la Música en el catálogo de la UNESCO; el centro histórico de Tchernihiv, en el norte de Ucrania; la pérdida de obras de la artista Maria Primachenko; o las bombas caídas junto a Babyn Yar, el monumento al Holocausto en el que se recuerda la muerte de 33.000 judíos a cargo de las SS de Hitler. A no pocos analistas les cuesta asimilar que las tropas de Putin arrasen el patrimonio cultural ucraniano. Se trata no solo de culturas hermanas, sino que, en numerosos aspectos, la historia y la cultura rusas tienen su origen en Ucrania. Destruir los grandes símbolos culturales ucranianos equivaldría a atentar contra los propios “valores tradicionales rusos”, de cuya defensa echa mano Putin para justificar la invasión de Ucrania. Pero, a estas alturas, la comunidad internacional ha podido constatar, entre la rabia y la incredulidad, cómo la palabra de Putin es poco menos que papel mojado y de qué manera es capaz de traspasar todas las líneas rojas inimaginables.
En su asedio al pueblo ucraniano, nada invita a pensar que el patrimonio cultural será excluido de su ecuación de destrucción total del país. Una vez frustrada la idea de una ocupación rápida de Ucrania, la guerra tiene visos de prolongarse en el tiempo -durante semanas, meses o años-. Llegado el momento, y en una reacción a la desesperada, el psicópata que habita el Kremlin puede ordenar la demolición de los principales símbolos culturales ucranianos. Putin conoce perfectamente la importancia de la instrumentalización política de la cultura, entre otras cosas porque, en su escalada nacionalpopulista, la cultura ha jugado un papel esencial. Que, en pocas semanas, asistamos a la aniquilación del patrimonio cultural ucraniano es una posibilidad nada descartable. Estemos preparados para todo.