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Oleksiy Potyomkin, el último bailarín de Zelenski

El bailarín de ballet Oleksiy Potyomkin se ha visto obligado a entrar en combate después de recorrer medio mundo y actuar incluso en nuestro país
ksenia orlova
La Razón
  • Matías G. Rebolledo

    Matías G. Rebolledo

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El ritmo de la actualidad apenas da abasto. La vorágine informativa de la invasión rusa de Ucrania no tiene casi tiempo para llorar a los muertos, entre noticias falsas, héroes de cartón piedra y alguna que otra proeza o brindis al sol que nunca es huérfana de una intención ulterior. En ese caos, la cultura está siendo sacudida con una virulencia inaudita, quizá, desde los tiempos de la Segunda Guerra Mundial. Al lío «rusófobo» que se ha propiciado desde diversas instituciones, pasando por el absoluto perfil de indiferencia ante la barbarie de otras, hay que sumar aquello que sí es tangible, que debería ocupar primeras planas y que, sin embargo, será carne de anécdota ya solo cuando la pólvora deje de humear. Así sucede con Oleksiy Potyomkin, bailarín de ballet que, en apenas cuestión de semanas, ha pasado de atarse las zapatillas antes de pisar las tablas a hacerlo con las botas que protegen a los soldados ucranianos de la nieve en el frente.
La Ley Marcial impuesta desde Kiev, por orden del presidente Volodímir Zelenski, llamó a este joven de 33 años a filas, aparcando una de las carreras artísticas más brillantes de su país. Según explica la periodista estadounidense Natalia Anatonava –ya hemos dicho que aquí nadie da puntada sin hilo–, Potyomkin se graduó en la Academia Municipal de Danza de Kiev y luego estudió en la Universidad Eslava Internacional, paso previo a ser titular como solista principal en el Teatro Académico Nacional de Ópera en Kiev. Entre 2013 y 2017, el bailarín metido a soldado viajó por todo el mundo, con base en Canadá, pero actuando en Japón, Brasil, Alemania y, claro, también España.
Icónico en Ucrania desde hace años, por su condición de figura pública y defensor de los derechos de la comunidad LGBTQ –desde sus comienzos, Potyomkin ha tenido que lidiar con los estigmas de la danza masculina en los grandes foros, como relató a «Vogue» en una entrevista del año pasado–, el bailarín ha utilizado su cuenta de Facebook para informar de los avances militares de las tropas ucranianas y, en cierto modo, transmitir también un mensaje de tranquilidad a quien pueda verle. Miembro de la Brigada 56, a las órdenes de Semen Salatenko, este nuevo héroe nacional de oro y cyan está desarrollando su actividad principalmente en Donetsk, antigua cuenca minera y actualmente una de las regiones que el gobierno ruso de Vladimir Putin demanda como autónoma en sus exigencias para el fin del conflicto.
El camino bélico del bailarín, del plié al fusil, es la enésima muestra empírica de la barbarie y de la lucha contra lo irreparable: aunque la guerra terminara hoy mismo, son miles las vidas y carreras que ha cambiado para siempre. De no poner remedio, Ucrania, Rusia y prácticamente todo el este de Europa caerá en el mismo erial cultural del que territorios como los Balcanes o el Golfo Pérsico siguen todavía sin recuperarse y, peor aún, sin esperanzas apenas de ello.