Blerta Basholli: “Hay una generación entera que no sabe qué ocurrió en Kosovo”
La directora kosovar estrena “Hive (Colmena)” la gran triunfadora de Sundance en 2021 y un relato sobre la emancipación femenina en pleno conflicto de los Balcanes
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Europa, territorio de paz durante tantos años, vivió su último período bélico previo al ruso-ucraniano que invade la actualidad informativa en la década de los noventa. Las Guerras de los Balcanes, entre lo étnico, lo religioso y lo político, cambiaron para siempre el mapa del viejo continente y sus cicatrices, todavía visibles cuando, por ejemplo, se trata de que España reconozca al territorio de Kosovo como Estado. Dicho conflicto diplomático, complicado todavía más si cabe a raíz del dilema catalán, ha impedido que la directora de aquella región —los demás sustantivos corren a cargo del lector—, Blerta Basholli, acuda a nuestro país a presentar «Hive (Colmena)», su ópera prima y quizá uno de los mejores relatos recientes sobre el trauma de lo bélico. En ella, seguimos a Fahrije, una de las tantas esposas de desaparecidos durante el conflicto que, ante la incertidumbre, decide volcarse en la apicultura para sacar adelante a su familia.
-¿Cómo está lidiando con el éxito internacional de la película?
-Muy bien, la verdad. Se trata de una película que tardamos mucho en sacar adelante, con un presupuesto ínfimo, en la que volcamos muchos esfuerzos colectivos. Así que cuando algo así empieza a ganar reconocimiento y apoyo de artistas como Dua Lipa uno no puede dejar de sentirse bien. Ella es albanokosovar, o sea que entiende por qué hemos hecho la película, y se trata de una persona extraordinaria que, además, es una gran música. Los artistas apoyando a los artistas siempre me llena de esperanza. Pero eso no solo pasa por las celebridades, sino también por los periodistas o la crítica.
-¿Cómo se acercó a la película sabiendo que se trata de una historia real?
-Escuché la historia en un reportaje de televisión, y me llamó mucho la atención. Junto a Ylka Gashi, la actriz protagonista, y a través de una amiga común, decidimos que la historia tenía mucho potencial cinematográfico y era buena idea llevarla a puerto. Ahí decidimos buscar a las mujeres originales, que confiaron en nosotras desde el principio para contar su historia. Queríamos hacer justicia a sus sacrificios, pero también contar la historia de las pequeñas guerras que generan las grandes guerras. La protagonista es una persona muy accesible.
-¿Se ha olvidado el mundo de lo que ocurrió en los Balcanes?
-Mucha gente en el mismo Kosovo, una generación entera, no sabe qué ocurrió en el territorio. Ni en la guerra. O tienen una idea muy vaga, muy poco clara de lo que fue. Sobre todo la gente que nació durante la guerra o después. No tanto por el esfuerzo político, que existe, como por el horror de la generación anterior, a la que no le gusta hablar de la guerra. Yo tenía 16 años cuando empezó todo, y parte de mi generación cree que ha superado el trauma, pero yo no estoy de acuerdo. Creo que simplemente lo hemos ocultado, o hemos aprendido a vivir con él. Sobre todo no hablando de ello. Pero tampoco creo que haya que hablar de revanchas o de orgullos, es simplemente memoria de lo que ocurrió, para que no se de nunca más. Hay suficiente odio en el mundo como para sumar uno innecesario.
-¿Cómo ha cambiado la situación de la mujer en Kosovo entre la época que narra la película y la actual?
-Ha cambiado mucho. Pero creo que todavía queda muchísimo por hacer. Kosovo es un país que no ha terminado de evolucionar nunca, y eso es bueno en muchos aspectos, pero malo en el sentido de que pocos movimientos se terminan por asentar. Algo tan común y tan absurdo ahora como viajar era casi imposible antes y durante la guerra. Después de la guerra quedamos expuestos a la cultura del mundo, y en esa transición estamos todavía.
Ahora hay más mujeres en los negocios y en los puestos de poder, algo que en Pristina siempre fue distinto por ser la capital, pero ahora se replica en muchos lugares, incluso los más rurales. ¡Tenemos una mujer presidenta! Eso es increíble, si piensas que el país hace 20 años estaba en ruinas. Todavía queda mucho por hacer, claro, pero no creo que estamos mal encaminados.
-¿Fue difícil encontrar la financiación para la película? Si yo fuera un distribuidor español quizá me lo pensaría dos veces antes de complicarme la vida…
-En términos estrictamente económicos, en la pre-producción, contamos con el apoyo institucional del Gobierno de Kosovo. No es que tuviéramos muchos medios, pero ello nos permitió ir con más soltura a buscar el resto del dinero a Macedonia, Albania y Suiza. Así montamos la producción. Y respecto a la distribución, contábamos con una agencia desde el principio, pero los premios en Sundance levantaron la película y nos ayudaron a venderla en muchas partes del mundo, incluida España. Es la producción kosovar que se va a estrenar en más países y, sobre todo, en más cines, de la historia. Eso es muy complicado y estoy muy orgullosa de lo que hemos hecho. Más en el contexto en el que reina el “streaming”. Soy consciente de la situación con países como España, pero es que mi propia hermana lleva viviendo allí un montón de años. Es complicado y es sensible, claro, porque ahora mismo no me aceptarían el visado para visitarla. La última vez que estuve, en Valladolid, lo disfruté mucho y aunque la política se cruce en nuestro camino, creo que la gente sabrá ver el arte y el compromiso que hay en la película.
-¿Qué buscaba usted en el personaje interpretado por Yllka Gashi? ¿Cómo fue la dirección de actores?
-La Fahrije de la vida real es una persona muy expresiva, muy móvil y ágil, por lo que era importante dejar constancia de eso a la vez que intentaba contar mi propia película, una en la que el silencio es clave como modo de expresión. También fue muy importante nuestro acercamiento personal a la experiencia. Yo le conté cómo mi familia salió del país y ella me contó como la de ella también lo tuvo que hacer. Y lloramos juntas, para entender qué pudo significar ser Fahrije, como mujer, como persona. Creo que fui muy exigente, y pudo ser duro para YIIka, pero al final el resultado es extraordinario y ambas quedamos muy contentas. No nos dimos por vencidas en ningún momento.
-¿Estaría usted de acuerdo si afirmamos que “Hive (Colmena)” es una película sobre el duelo?
-En muchos sentidos, sí. Para mí, eso sí, es una historia sobre empoderamiento, sobre esperanza e inspiración, pero entiendo que también tenga algo de aprender a lidiar con la pérdida. Y esa especie de encuentro entre ambos caracteres de la película fue un problema, en cierto modo, porque quería terminar la película de un modo positivo, no alegre pero sí positivo. Pero claro, era complicado dado el contexto del metraje. ¿Cómo de feliz puede ser una persona que aún no sabe si es o no viuda? Entonces recordé lo que me dijo la Fahrije real: “Sí, a veces sigo esperando que mi marido entre por la puerta”. Tiene que ser horrible vivir así, sin un final, sin poder pasar página del todo.