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Princesa de Asturias: Adam Michnik, el mayor enemigo polaco de Putin

El periodista polaco, símbolo inapelable de resistencia y una de las figuras de la intelectualidad europea más relevantes de la Guerra Fría, se alza con el Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades 2022
luis diazluis diaz
La Razón

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El coraje y la valentía siempre acompañan a Adam Michnik (Varsovia, 1946), que ha sido una figura destacada de la resistencia polaca, una pieza clave para la caída del comunismo en su país y que formó parte del proceso en el que sus compatriotas, ya como nación, recobraron su identidad. El periodista polaco fue galardonado ayer con el Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades 2022 al que optaban 40 candidaturas de 16 nacionalidades. Histórico director de «Gazeta Wyborcza», el periódico más influyente de su país, Michnik es un hombre que ha escrito parte de la historia de Polonia y de Europa. Estuvo en el sindicato Solidaridad y junto al Premio Nobel de la Paz Lech Walesa fue la voz de las aspiraciones de libertad económica, cultural y política de toda una generación. Su heroísmo fue y sigue siendo una virtud que beneficia a la libertad de Prensa en el mundo.
Después de que los líderes comunistas de Polonia fueran derrocados en las elecciones de 1989, Michnik ocupó un escaño en el Parlamento y al mismo tiempo fue uno de los fundadores de «Gazeta Wyborcza». Cuando el Muro de Berlín cayó escribió en la portada de su periódico: «Nadie sabe cuáles serán las consecuencias reales (...) Sin embargo, lo que pasó es irreversible: ya no disparamos a la gente. En Berlín, en el corazón de Europa, en la lucha entre la libertad y la alambrada, ha vencido la libertad». El jurado valoró de Michnik el papel fundamental que ocupó contra la dictadura comunista que le llevó a prisión: «Su lucha en favor de los derechos humanos y del diálogo lo llevó a las cárceles del régimen comunista polaco, pero no por ello desistió de su firme oposición a la dictadura ni de buscar la reconciliación entre sus conciudadanos», apunta el fallo del jurado. Periodista, historiador y uno de los intelectuales más importantes del período de la Guerra Fría, Michnik sigue siendo un símbolo de la resistencia del centro y este europeo a la influencia rusa y a la deriva autoritaria que está resurgiendo en Europa, incluida Polonia. Durante más de una década ha sido un opositor tenaz a Jaroslaw Kaczynski, líder de Ley y Justicia (PiS), el partido que gobierna en su país. Durante los últimos años, no ha dudado en expresar su descontento con la Unión Europea por la vaguedad con la que ha castigado a Polonia en el retroceso democrático que empezó con la llegada del PiS al poder y que ha socavado la separación de poderes, la libertad de información, los derechos del colectivo LGBTI y la ley antiaborto. Para el jurado, Michnik,«cuya concepción de Europa contribuyó a asentar en su país los valores democráticos, constituye además hoy en día un símbolo de la libertad de expresión y del humanismo, así como un ejemplo ético de resistencia frente a las amenazas autoritarias».
Contra el triunfo del veneno
El premio, de 50.000 euros, es uno de los ocho, incluidos los de las artes, las ciencias sociales y los deportes, que entrega anualmente la fundación. «Durante los últimos siete años, el gobierno ha llevado a Polonia en la dirección equivocada, tanto en política interna como externa. Sin embargo, creo que este en particular tiene un enfoque sensato y decente en el caso de Ucrania. En muchos aspectos estoy dispuesto a apoyar a nuestras autoridades, especialmente en su apertura a los refugiados de Ucrania», declaró Michnik en su última entrevista ofrecida al «New Yorker». Aunque no por ello ha dejado de expresar su reprobación con la actitud del Ejecutivo polaco en la crisis de la frontera entre Polonia y Bielorrusia, donde hay migrantes que siguen varados en tierra de nadie.
En una columna para su periódico, Michnik colocó la lucha de los ucranianos como el último capítulo de la histórica represión de la Unión Soviética y Rusia. «El mundo debe saber esto si quiere tener el coraje de no dejar que triunfe el veneno de la aquiescencia a estas acciones criminales. El silencio puede ser una señal de cobarde aprobación y entrega a esta fuerza criminal», dijo, en referencia a la importancia de la información que ejercen los periodistas sobre el terreno en la guerra en Ucrania. También en una entrevista en una entrega de premios en Estocolmo señaló que «la guerra es un gran error de Putin, quien pasará a la historia como el destructor de Rusia. No creo que gane en Ucrania». «Putin creía que Estados Unidos resultaría ser un rival desdentado. Me sorprendió gratamente que Occidente haya creado una coalición tan amplia para defender la democracia» aseguró.
Firmemente comprometido con la verdad y la independencia informativa no solo en Polonia, sino en todo el flanco centro-este europeo donde el giro a la extrema derecha y la democracia iliberal de Viktor Orban son modelos para los nuevos gobiernos, Michnik ha denunciado en numerosas ocasiones el peligro al que se enfrentan quienes deciden apoyar a este tipo de gobiernos. Los de de Hungría y Polonia ha utilizado el programa de espionaje Pegasus para espiar a periodistas críticos con sus administraciones. A sus 75 años, Michnik sigue buscando en cada uno de sus trabajos la dignidad humana, incluso cuando la presión política lo ha puesto tras las rejas. Su periódico ha sido objeto de una caza de brujas orquestada por Kaczynski. «Gazeta Wyborcza» está en la primera línea de la lucha contra la mayoría conservadora y sufrió violentos ataques políticos durante los últimos siete años, verbales y a través de denuncias por «difamación» ante los tribunales exigiendo compensaciones económicas millonarias. Durante los últimos 10 años, en Polonia y Hungría, las televisiones, radios y periódicos están siendo tratados como enemigos. El gobierno y las empresas afines cancelaron sus suscripciones a medios críticos. Durante la pandemia se suprimió cualquier publicidad a estos, limitando los ingresos de los medios de comunicación no próximos al Ejecutivo. En Hungría, un impuesto progresivo a los mismos del monto de sus ingresos publicitarios está limitando al grupo RTL, crítico con el primer ministro Viktor Orbán. En diciembre de 2020, Orlen, de propiedad pública, compró Polska Press. Con la adquisición se hizo con el control de 20 periódicos regionales, 120 revistas semanales y 500 portales online. Semanas después de la compra se desencadenó una purga entre los miembros de las juntas y los editores jefe para reemplazarlos por personas cercanas al gobierno.
Orlen también compró la agencia de distribución de Prensa más importante del país; medios independientes como el de Michnik denuncian la falta de entrega de sus periódicos fuera de las grandes urbes. Con esta maniobra, la empresa pública polaca siguió el ejemplo ruso de Gazprom, que en 2001 compró NTV. Andrej Babiš, por ejemplo, también es un magnate de los medios, lo que resultó ser un trampolín hacia la cima de la política checa cuando llegó a ser primer ministro en 2017.
En un contexto geográfico donde la verdad es relativa y la información que se transmite a la ciudadanía se maneja desde los gobiernos, Adam Michnik busca y encuentra los medios para seguir informando con veracidad. El Princesa de Asturias premia su labor pasada, pero también el trabajo que sigue realizando para ofrecer un refugio a la información.
La resistencia de Kapuściński a Michnik
Hubo un tiempo en que la realidad, al otro lado del mundo y fuera de unas fronteras propias, era ajena, en la que la información no era de fácil acceso. El acercamiento a los testimonios y la información llevó en Polonia un largo camino del que Ryszard Kapuściński y Adam Michnik forman piezas esenciales y que han traspasado las fronteras. Ayer, Kapuściński y Michnik añadieron una similitud más a su legado. Ambos comparten galardón; el primero, en 2003, junto con Gustavo Gutiérrez, y Michnik este 2022. Los dos se han revelado contra el sistema y son parte fundamental de la reconciliación del periodismo con la sociedad, escribiendo de lo que importa. Ryszard Kapuściński llevó al lector un periodismo que roza la gran literatura y Michnik lo utilizó como un arma para revelarse al poder establecido. En Polonia, la tradición periodística va escoltada de la literatura y de lo que se estudia en las universidades como reportaje literario. Influidos por una generación a la que pertenece la bielorrusa Svetlana Aleksiévich, Premio Nobel de Literatura, todos ellos forman parte de una estirpe que trasladaron la realidad a los ciudadanos hasta colarse en las conversaciones del primer café de la mañana. Un estilo que se curtió durante el comunismo, no sin riesgos por faltar a lo instaurado, y que se caracteriza por informar sobre el terreno. Recorriendo el país, tocando puertas y caminando por pueblos desiertos para dar voz a los polacos que vivían bajo el comunismo, atrapados en los meandros de un sistema totalitario. En Polonia, Mientras Aleksiévich y Kapuściński estaban escribiendo pequeñas historias domésticas con personajes comunes, historias sabidas e incompletas, el periodismo tomó ese lugar contando las que pasaban en el mundo real.El legado de estos escritores sigue dejando lecciones para las nuevas generaciones en Polonia y en el mundo que comparten un compromiso con la verdad y la escritura.