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Folclóricas (IV)

Lola Flores: duende, talento y amores

La Faraona, en la “power couple” cañí que formó junto a Manolo Caracol, dio que hablar siempre cerca y lejos de los escenarios

Lola Flores
Lola Floreslarazon

Apenas con quince años Lolita Flores, «Imperio de Jerez», encandiló a un maduro Manolo Caracol, con quien, años después, formarían un dúo flamenco inmortal. Su primer espectáculo fue pagado por un anticuario que la pretendía y que consiguió sus favores a cambio de «diez mil duros». Un proyecto flamenco para el que contrató a Manolo Caracol titulado «Zambra» (1943), escrito por Quintero, León y Quiroga, a cuya academia acudía sin que le cobrara. Ella improvisaba bailando al son del cante de Caracol y braceaba girando a su alrededor con taconeo y revoloteo de bata de cola. Caracol la agarraba de los pelos y Lola embestía con su «baile agachao», metáfora de la atracción sexual de la pareja. En «Embrujo» (1947), se conservan los dos números que le escribió Rafael de León y Quiroga: «La niña de fuego» y «La Salvaora»: «Quien te puso Salvaora qué poco te conocía».

El público enloquecía con el baile de Lola Flores y el cante de Manolo Caracol, que representaban en escena el embrujo pasional que vivían presos, los siete años que duró el espectáculo y su querer. Ella movía los brazos y «volaban duendes», arrullada por el cantaor, y se abandonaba como un toro templado por la muleta: «Diecisiete años tiene mi criatura y yo no me extraño de tanta locura», le cantaba Caracol.

El público vibraba con la letra de la copla: «La niña de fuego te llama la gente / y te están dejando que mueras de sed / dentro de mi pecho yo tengo una fuente / para que tu boca se incline a beber». Y se lo cantaba a media voz, «que es como duele –decía Caracol–. El cante hay que hacerlo caricia honda y pellizco chico».

Una historia de amor y celos

Lola Flores, que ya tenía en su repertorio el éxito «El Lerele», lo superó con «La Zarzamora», que seguía la tónica de cantar sus amores prohibidos socialmente a voz en grito: «Que publiquen mi pecao / y el pesar que me devora / que toos me den de lao / al saber del amor desgraciao / que embrujó a la Zarzamora». En una entrevista con Tico Medina, Lola Flores le explicó la pasión de amor-odio, celos e insultos y también maltrato que le prodigaba el cantaor: «Yo sentía entonces como un mareo, como un arrebato, me moría, era como una ceguera, tenía una venda en los ojos. Eso es, no veía». Los amores tumultuosos y conflictivos de Lola Flores fueron del dominio público y la sociedad franquista aceptó su liberalidad sexual como parte de los arrebatos geniales de La Faraona. Al lado de la jerezana, las demás virginales folclóricas parecían tan buenas como la hermana San Sulpicio.

Tras la separación, la contrató Cesáreo González para hacer las Américas. Fue entonces cuando a Lola Flores, Carmen Sevilla y Paquita Rico comenzaron a llamarlas folclóricas. El término cariñoso cambió en los años 60, cuando la copla aceleraba su desprestigio con el auge de los progres y la canción protesta. De repente fueron «Las Folklóricas» un residuo del franquismo sociológico rancio y desprestigiado. Lola Flores contraatacó montando un partido de fútbol en 1970 entre «Folklóricas y Finolis» en el campo de Rayo. Las folkis, Lola y Carmen Flores con Marujita Díaz y Rocío Jurado vestían la camiseta del Betis y la finolis, Encarnita Polo y Lucian Wolf la del Rayo. El partido finalizó 1-1. Lo normal era que las folclóricas se liaran con toreros, lo hizo Conchita Piquer y también Isabel Pantoja. Lola fue pionera en publicar sus amoríos. Primero con Caracol. Luego con el futbolista Perico Pena. Su primer torero fue Rafael Gómez «Gallito», sobrino de Joselito. Pero quien la desvirgó fue el guitarrista «Niño Ricardo», compositor con Juanito Valderrama de «El emigrante». Quedó preñada y sufrió su primer aborto. «Me quité un par de embarazos y lo hice a conciencia», declaró al Mundo en 1994.

La enamoró un guapo torero sevillano, Manolo Blázquez. Tuvo un «coqueteo muy gracioso» en Cuernavaca nada menos que con el actor Ricardo Montalbán en 1952: «Me acariciaba y yo me dejaba llevar como una barca de fantasía». Y salió por piernas cuando el actor Gary Cooper se abrió el batín en su hotel de París. Flirteó con los tres charros cantores: Jorge Negrete, Pedro Infante y Luis Aguilar. Onasis la quiso comprar con un puñado de billetes. Y antes de casarse con el «Pescailla», Lola tuvo un sonado romance con otro defensa, del Barcelona, Biosca. Y lo olvidó con otro: Gerardo Coque. En 1983 se desnudó para «Interviú» por diez millones y vendieron un millón de ejemplares. De mocita, Lola Flores solo quería que la comiera el tigre. Pero se lo comió ella.