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Crítica de “Eo”: todos somos asnos ★★★★☆

larazonAP
La Razón
  • Sergi Sánchez

    Sergi Sánchez

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Dirección: Jerzy Skolimowski. Guion: Eva Piaskowska y Jerzy Skolimowski. Intérpretes: Sandra Drzymalska, Lorenzo Zurzolo, Mateusz Kosciukiewicz, Isabelle Huppert. Polonia-Italia, 2022, 86 min. Género: Drama.
En la línea promovida por el auge de las posthumanidades, el cine contemporáneo reflexiona cómo desplazar la mirada de lo antropocéntrico a lo periférico. Si el ecocinema se plantea cómo nos observa un paisaje, ¿por qué no podría pensar en cómo representar el mundo a través de los ojos de un animal? Se trata de abrir la noción de conciencia a la de sintiencia, en la que la economía de los afectos, no necesariamente atada a la expresión verbal, se despliega a través de la empatía, no de la razón. En un sistema al borde del colapso, viene a decirnos Jerzy Skolimowski, se impone cambiar de perspectiva. Desde un punto de vista que no filtre los hechos a partir de una lógica corrupta, el ruido y la furia de la existencia se derramará por los bordes de la imagen ofreciéndonos una experiencia del mundo más pura. De ahí que el objetivo de “Eo” sea que veamos la vida como la ve un burro, o más bien como la siente. No se trata, pues, de emular al asno de “Al azar Baltasar”, la obra maestra de Bresson en la que todos pensamos cuando leímos la sinopsis del magnífico filme de Skolimowski, porque allí el animal es testigo mudo, mirada reencarnada en un vacío que refleja las miserias de la condición humana. Ahora se trata de ser ese asno.
Cómo no, la película se entrega a explorar esa mirada animal desde una puesta en escena eminentemente sensorial y caótica. Todo es fragmento, color, ruido. En su viaje por la Europa del malestar, nuestro asno pasa de la ternura al maltrato (y viceversa) para que percibamos, a través de sus ojos, el declive de una civilización definida por el desajuste y la explotación. Pero lo más llamativo de “Eo” no es tanto su dimensión política como la libertad expresiva, casi experimental, con que Skolimowski, a los 84 años, ha afrontado su proyecto. Tal vez porque desde su condición de eterno ‘outsider’ -de muy joven, acosado por la censura polaca, se instaló en Gran Bretaña, para luego vivir en Estados Unidos dedicándose durante casi dos décadas a la pintura-, el director de la mítica “Le départ” se identifica plenamente con ese asno de orejas atentas y mirada lúcida, tenaz e implacable.
Lo mejor: es una de las películas más jóvenes y arriesgadas de la cartelera, dirigida por un octogenario.
Lo peor: la escena con Isabelle Huppert es puro capricho, rompe con el punto de vista animal.