Álex Montoya construye "La casa" de todas nuestras familias | Festival de Málaga
El director de "Lucas" regresa con una adaptación de una novela de Paco Roca, protagonizada por David Verdaguer, Óscar de la Fuente y Lorena López
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Sobre los cimientos de lo que duele y no sangra, apoyada en los pilares de lo que se arregla puertas adentro y techada en lo sensible, Álex Montoya levanta en “La casa” una de esas películas en las que uno se querría quedar a vivir. El director de la incómoda “Lucas” (2021), primero cortometraje y luego largo presente en los Goya, vuelve a apelar a las entrañas del espectador, esta vez desde lo más emotivo, para adaptar el cómic homónimo de Paco Roca sobre tres hermanos que, una vez muerto su padre, tienen que decidir qué hacer con el hogar familiar. Ese mismo en el que viven todavía sus recuerdos de infancia y que, a flashback, celuloide y lágrima, Montoya derriba con sumo tacto compitiendo en la Sección Oficial del Festival de Málaga.
“Me regaló el cómic un buen amigo y me emocionó mucho, al principio no entendía por qué. Me empecé a mover para conseguir los derechos y pudimos hacerlo, pero me costó muchísimo escribir el guion. Ha sido un proceso de casi siete años”, explica Montoya, que recibió aplausos en el Albéniz trasladando con éxito lo emotivo de la página a la pantalla. Y sigue: “Nos mantuvimos fieles al tono de la novela gráfica, pero a la hora de hacer la película decidí contarla como si la estuviéramos viendo a través de un agujerito, como si nos estuviéramos colando en la historia. Era un periscopio y una máquina del tiempo, y por eso los flashbacks son en celuloide, que es el formato con el que hemos visto la historia entera del siglo XX. Desde las guerras mundiales a las bodas familiares”, apunta.
Protagonizada por David Verdaguer, con el Goya todavía fresco en su estantería, pero flanqueado por un extraordinario Óscar de la Fuente (“El buen patrón”) y Lorena López (“Señoras del (h)AMPA”) como sus hermanos, “La casa” se cuenta de perspectiva en perspectiva. Primero nos acercamos al hermano pequeño, un escritor de éxito que voló del nido en cuanto pudo; luego al mayor, ese que se cargó de responsabilidad y más quiso y más odió a su padre, al conocerlo mejor; para terminar contándonos el relato de la hermana de la familia, la que cuidó al patriarca (siempre correcto, Luis Callejo) hasta sus últimos días de dependencia. “El cambio de perspectiva ya estaba en la novela, pero menos concentrado. Nosotros decidimos contar la película en un fin de semana largo y eso nos permitía ir aumentando las posibilidades del conflicto, según iban llegando los hermanos a la casa”, explica Montoya.
Versado en la deconstrucción del hombre contemporáneo, no en vano Montoya es también arquitecto de formación, el director vuelve a incidir en lo que ya podríamos definir como el tema central de su filmografía reciente: “Todos los personajes son un poco yo. Incluso aquí, donde los tomo prestados. Me veo un tipo deconstruido, incluso cayendo en el cliché. Cuando la mujer del personaje de Verdaguer le dice que le sacó de los bares y le puso a escribir es, un poco, la función que ha tenido mi mujer muchas veces, la de darme estructura. Brindarme un lugar seguro para trabajar. Y es que, al final, es imposible no hablar de la deconstrucción del hombre moderno, estamos cruzados por ella”, apunta certero el realizador, que buscó una casa intrínsecamente valenciana para rodar su película, alejándose de sets de rodaje y abrazando la precariedad de esa segunda vivienda estacional tan propia de las familias del Levante español. “La reunión de la familia bajo la pérgola, con algo a la brasa, es universal. Sean gambas, barbacoa o una paella. En la costa Mediterránea, lo que ocurre, es que las leyes de construcción se respetaban bastante poco. La gente prefería construir y luego legalizar, pagar la multa”, completa.
"Me emociona más una persona que se está aguantando las lágrimas que una que está llorando"Álex Montoya, director de "La casa"
Al cincelarse en un tema tan grande y a la vez tan íntimo como el de la familia, “La casa” podría rayar en lo sentimentaloide, caer en su propia trampa como ya cayeron cientos de películas antes. El triunfo, y donde de verdad se aprecia la madurez de Montoya como realizador, pasa por desvestir la película de subrayados y, sobre todo, dosificar los golpes al corazón del espectador, liberándolos por riego de goteo y no por lluvia barata de agricultura extensiva: “Son temas sensibles y habrá estallidos emocionales, así que había que contenerse. Quería evitar la emoción desatada, porque a mí me emociona más una persona que se está aguantando las lágrimas que una que está llorando. También hemos sido muy minimalistas con la música, no queríamos inducir ataques de emoción. Pero es algo que también tienes que explicarle a los actores, que están acostumbrados a dar más, a darlo todo, y a veces hay que contener, hay que bajar la intensidad de las cosas para que sea real”, añade sincero el director.
“La casa”, tan contenida que ni su metraje se alarga artificialmente y se va a negro justo después de epatar, es la consagración de Montoya como una voz sensible y estructurada, una demostración de talento del director y un vehículo de lucimiento para el elenco, que aprovecha cada línea de diálogo para regalarnos, quizá, mejor el crowd-pleaser de la temporada, en su acepción más positiva posible.