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cultura
Pablo Picasso: la cara amable del «monstruo»
La escritora Sue Roe ha publicado un libro interesante y controvertido por su suerte de defensa que hace del artista como amante, como pareja

Escribe Juan Manuel de Prada en su última novela «Cárcel de tinieblas»: «Y a Picasso le despertaban el demonio interior que lo habitaba, en régimen de alquiler perpetuo; porque nada complacía tanto a ese demonio como la rendida vulnerabilidad de una mujer enamorada (...) Así se había consumado la metamorfosis de la sacerdotisa del surrealismo (Dora Maar) en felpudo del pintamonas cubista». Sin embargo, no es en esta segunda parte de «Mil ojos esconde la noche» donde más duro arremete el escritor zamorano contra Pablo Picasso: acaso buena parte de «La ciudad sin luz» está protagonizada por los episodios en los que el pintor malagueño –«el garajista»– humilla y maltrata públicamente, enfrentándolas, a las dos amantes que compaginaba durante la ocupación nazi en Francia: Dora Maar y Marie-Thérèse Walter.
Pero más allá de la mirada en la ficción de su protagonista Fernando Navales, el propio De Prada ha hablado en la radio sobre la vida amatoria del autor del «Guernica»: «Todas las mujeres que pasaron por su vida fueron vejadas, humilladas, ninguneadas y apartadas». De sus seis parejas sentimentales reconocidas el novelista sólo distingue a Francoise Gilot, de quien asegura que «fue la única mujer que tuvo la capacidad de hacer frente a Picasso y romper con él», y a Jacqueline Roque, quien fue capaz «de acapararlo y utilizarlo en beneficio propio poniéndolo a trabajar a destajo».
Justo la pasada semana, la editorial inglesa Faber y Faber publica un libro, «Hidden portraits» («Retratos ocultos»), donde la escritora Sue Roe profundiza en la historia de las seis principales mujeres que pasaron por la vida de Picasso – Fernande Olivier, Olga Khokhlova, Marie-Thérèse Walter, Dora Maar, Françoise Gilot y Jacqueline Roque–. La autora británica «revela la extraordinaria vida de estas seis mujeres poco convencionales, independientes y talentosas, a las que durante mucho tiempo se ha desestimado como simples musas o complementos de la historia de Picasso».
Pero lo más interesante y controvertido de esta obra es la suerte de defensa que la autora hace del artista malacitano como amante, como pareja. Según adelanta el diario «The Telegraph», Roe «no presenta a Picasso como un monstruo irredimible. Cuenta que le dio pensiones vitalicias a la mayoría de sus exesposas y amantes, y que les dejó pisos y apartamentos para vivir». Además, recoge un testimonio de 1974 donde Walter afirma que «Él era quien lavaba la ropa, cocinaba, cuidaba de Maya (su hija), lo hacía todo, excepto quizás las camas». Y lo califica como «un diablo santo... pero un terror maravilloso».
En relación a su hija Maya, Juan Manuel De Prada (o, mejor dicho, su narrador Navales) escribe en «Cárcel de tinieblas» por boca de Pablo Picasso: «Os quiero a ambas, Dora –alegó Picasso, entre risotadas roncas como regüeldos. Y enseguida le asestó el golpe de gracia–: Pero no puedes olvidar que Marie-Thérèse me ha dado al menos una hija. En cambio, ¿qué me has dado tú, si puede saberse? Aparte de disgustos, claro...».
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