La carta homófoba sobre Lorca que recibió Luis Rosales
Ian Gibson se hizo eco, en 2007, de la misiva enviada al amigo del alma del poeta
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Luis Rosales Camacho me recordaba, en agosto de 1983, cómo su amigo del alma Federico García Lorca fue conducido el 16 de agosto de 1936 por el ex diputado de la CEDA Ramón Ruiz Alonso y por su hermano Miguel Rosales hasta el Gobierno Civil de Granada, donde al poeta de Fuente Vaqueros se le confinó en una de sus dependencias.
Horas después, al llegar Luis Rosales a su casa desde el frente, se enteró de lo sucedido. Sin tiempo que perder, y en compañía de varios camaradas armados, se presentó en el Gobierno Civil para protestar por la detención de Lorca. Allí le dijeron que el gobernador Valdés visitaba entonces el frente, sustituido por el teniente coronel Nicolás Velasco Simarro, ante quien Luis Rosales prestó su indignada declaración en presencia de más de un centenar de testigos de la insólita escena.
«Mi declaración quedó registrada por el teniente coronel Velasco y debe conservarse en algún lugar, a no ser que alguien la destruyese a propósito», se lamentó Luis Rosales durante nuestro encuentro en Cercedilla. Mientras el militar le tomaba declaración, Rosales mantuvo un enfrentamiento dialéctico con Ruiz Alonso, quien aseguró por tres veces haber detenido a Lorca bajo su estricta responsabilidad.
Rosales conservaba en su poder una carta anónima contra él, de la que se hizo eco Ian Gibson en 2007. Vale la pena transcribir ahora esta misiva enviada a Rosales, probablemente a raíz de la entrevista que le hizo Joaquín Soler Serrano en 1976, en el programa «A fondo» de RTVE, durante la cual el interpelado manifestó que, cuando declaró en el Gobierno Civil de Granada la noche del 16 de agosto de 1936, hubo más de «cien personas» presentes, algunas de las cuales podían testificar sobre su correcto comportamiento con García Lorca a la hora de mantenerle con vida. La carta, si puede llamarse así, repleta de faltas de sintaxis, algunas de las cuales he corregido, amenazas y expresiones soeces, rezuma homofobia y calumnias de la peor calaña en todos sus renglones. Dirigida de modo indigno a un académico como Luis Rosales, galardonado con el Premio Nacional de Poesía en 1951 y con el Cervantes en 1982, resulta una desfachatez. ¿Quién, sino un hombre sencillo y humilde como su destinatario, en lugar de hacer trizas la ofensiva epístola, iba a ser capaz de conservarla entre sus papeles hasta su misma muerte, acaecida el 24 de octubre de 1992, a la edad de ochenta y dos años?
Juzgue, si no, el lector estos fragmentos: «[...] Hablemos Sr. Rosales claro, repitiendo nuestro pesar por Lorca. Este poeta, hoy gran poeta gracias a su trágica muerte, ya bastante movida mundialmente, fue, creo que Vd. lo sabe mejor que yo, por ser por lo menos entonces de la misma calaña, un maricón, que a través de su homosexualidad, tuvo la desgracia, no como político, pues él no lo era, al principio, de hacer amistad con el asqueroso en todos los conceptos de Ruiz Carnero, entonces director del Defensor de Granada, por añadidura comunista, también se unió en estrecha amistad, por mariconería, con los hermanos García Carrillo, Pepe y Paco, todos maricas, estas reuniones de tipo homosexual fueron la perdición de García Lorca, si este poeta, en vez de hacerse amigo buscando la mariconería, a la que creo estaba Vd. incluido, hubiera entablado amistad con homosexuales de derechas la cosa hubiera variado. García Lorca, poeta, gran poeta por su trágica muerte, no era político, sí amigo, por maricón, con todas estas gentes de izquierdas y maricones, que es lo que él buscaba, y le gustaba».
Y continúa: «Lamentamos su muerte, como lamentamos la de José Antonio, Calvo Sotelo, Víctor Pradera, y tantos y tantos que valían muchísimo más que el tan llorado poeta granadino, dejemos descansar a los muertos y Vd. siga haciendo el payaso como poeta, pues de poesía, yo que soy un profano en esa materia, estoy por encima de Vd».
«Fue una lástima que Vd. no fuera fusilado, hoy si así hubiera ocurrido sería Vd. uno de los primeros poetas de España, y todos cantarían, y romperían sus plumas en alabanza a su gran poesía. Es Vd. una mierda puesta al sol y deje en su tumba quietecito a García Lorca. Yo, yo Sr. Rosales estoy bien enterado de todo lo pasado, pudo evitarse su muerte, el primero en alegrarse sería yo, pero tenga la seguridad, que todo fue lamentable… [Fdo.] Uno de esos cien granadinos que Vd. pide». El colmo de la maledicencia y la cobardía.
EL REFUGIO DEL POETA
Del 10 al 15 de agosto de 1936, Federico García Lorca residió en el domicilio de la familia Rosales, atendido con primor por las mujeres de la casa. Desde el principio de la sublevación militar, en ese mismo hogar se habían refugiado ya algunos republicanos. Sin ir más lejos, José Rosales, «Pepiniqui», el hermano mayor de Luis, salvó la vida al padre de Carmelo Mariscal, que era socialista; y su hermano Luis hizo lo propio con Manuel Contreras Chena y Manuel López Banús. Mientras los nacionalistas efectuaban numerosos registros en busca del poeta, en la Huerta del Tamarit y en la de San Vicente, acusándole de ser un «espía de Moscú» y de mantener relación con el diputado a Cortes por Granada y ex ministro socialista Fernando de los Ríos, el perseguido debió confiar hasta el final en la influencia de los Rosales en Granada para salvarle la vida.