Las cartas inéditas de Federico García Lorca en el Madrid de las vanguardias
LA RAZÓN publica el epistolario de los años veinte hasta ahora desconocido del poeta, con uno de los colaboradores de la renovadora revista «Gallo»
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Suele pasar que algunos de los nombres que forman parte de la biografía de Federico García Lorca queden desdibujados injustamente por el paso del tiempo. La aparición de documentos, en ocasiones inéditos, nos pueden ayudar a rescatar a aquellos que se cruzaron en el camino del poeta. Es lo que ocurre con el epistolario que se recoge aquí. Son las cartas, hasta ahora desconocidas, que el autor de «Romancero gitano» escribió a mediados de los años veinte a su amigo Luis Álvarez de Cienfuegos López. Se trata de un conjunto formado por cuatro cartas que se transcriben aquí gracias a una copia de los manuscritos que se encuentran en el archivo del hispanista Ian Gibson, propiedad del Centro de Estudios Lorquianos en Fuente Vaqueros (Granada). Tanto Gibson como la institución dedicada al poeta han tenido la amabilidad de permitir la consulta de estos documentos.
Luis Álvarez de Cienfuegos (1910-1990) formó parte del grupo de «Gallo», la revista de vanguardia que desde la ciudad de la Alhambra lanzaron en 1928 un grupo de jóvenes encabezados por Federico García Lorca. Luis, junto con su hermano Antonio, pertenecían a una muy conocida familia vinculada a temas artísticos. En el caso de Antonio cabe señalar que participó como actor en la representación de un auto sacramental en 1928, en el Palacio de Carlos V, teniendo como compañero de reparto a Francisco García Lorca, hermano del poeta. Respecto a Luis fue, pasado el tiempo, arquitecto municipal del Ayuntamiento de Granada.
Hay pocos datos de su amistad con Lorca. En el archivo del autor del «Romancero gitano», en el centro que lleva su nombre, se conservan solamente dos cartas de Luis, una postal y una carta. Que se sepa Lorca lo convirtió en emisario de sus pasos en Madrid y Figueres, probablemente a partir de 1926, cuando comienza a forjarse la idea de publicar «Gallo». Y decimos probablemente porque Lorca no fechó ninguna de sus misivas.
Que Federico quería dar a conocer sus andanzas en Madrid lo demuestra la siguiente carta, prácticamente una declaración de amor a la Granada que ha dejado atrás. Igualmente resulta curioso que no haga mención alguna a la Residencia de Estudiantes que es donde se alojaba en aquel tiempo:
«Querido Luis:
Recibí tu carta y el hombre borracho entre las estrellas del vino.
Fácil que vaya a Granada, pero mis amigos no me dejan. Si voy será que de pronto me escapo. Pero yo quiero escaparme pues no hay nada más hermoso que Granada que tantos atractivos tiene para mí. Madrid es ahora una hermosísima teoría de pantorrillas y espejitos femeninos donde el sol se hace chico como un ojo de pez. Pero Granada lo es todo para mí. ¡Tú lo sabes bien! ¡Qué bonito estribillo lo es todo para mí! Si observas bien recordarás bigote con mosca de Espronceda. Dile a tu hermano Antonio que le he escrito dos postales y me dice que no le escribo. Se las habrán quitado. El mundo burgués crece peligroso. La amistad con los poetas líricos. Adiós. Recibe un abrazo de Federico. ¡Que estudies mucho! Lo es todo para mí por lo que tú sabes.»
En otra de las cartas de este epistolario desconocido, tal vez alentado por alguna comunicación recibida de los hermanos Álvarez de Cienfuegos, Lorca se atreve a dar los nombres de los intelectuales con los que se ve en ese Madrid que se mueve entre la tradición y las vanguardias, en su mayoría buenos amigos. Tampoco está fechada, pero podría ser de alrededor de 1926 o 1927, cuando comienzan a surgir alrededor del poeta algunos de los importantes proyectos que forjarán su trayectoria literaria. Todo ello sin olvidar que queda por hacer una revista llamada «Gallo»:
«Querido Luisito:
De la Ceca a la Meca. Si como con Jarnés como con Giménez Caballero y Guillermo de Torre. Si desayuno con Benjamín y Melchorito, tomo el té en casa de Marquina, etc., etc. Estoy reventado. Pero no tengo más remedio que estar agradecido a estos agasajos. Ahora que... No lo querrás creer. Pero la biblioteca del Ateneo por las mañanas, con la luz divina de Andalucía y las pequeñas llantas doradas de los buñuelos me parece incalculable.
Este año me resisto a [ilegible] en la vorágine literaria y os recuerdo a todos y os llevo con mis más poéticas y exquisitas lágrimas de cocodrilo. Es fácil que antes de ir a Barcelona vaya a Granada para estar con... vuestras mercedes. Adiós. Debes de escribirme contándome (sin mentir) lo que hay del Gallo. Hay que hacerlo por..., bueno, tú sabes la frase golda que va detrás. Adiós, señorito. Un fuerte abrazo sin balaustrada de
Federico.»
Como vemos, Lorca cita a Benjamín Jarnés –con quien compartió algunos días de fiesta junto a Barradas y Buñuel–; Ernesto Giménez Caballero, director de la importante «La Gaceta Literaria», una de las publicaciones fundamentales de la Generación del 27; Guillermo de Torre, compañero del poeta en la Facultad de Derecho de Granada y, ya en 1938, editor del primer intento de edición de las obras completas del poeta; Melchor Fernández Almagro, uno de los más cercanos amigos granadino de Lorca y con el tiempo reconocido historiador y académico; y Eduardo Marquina, reconocido dramaturgo y el responsable de que Lorca conociera a la actriz Margarita Xirgu, fundamental en la difusión y estreno de parte del teatro lorquiano. Parece entreverse en la carta que Lorca quiere calmar a su preocupado grupo de Granada y asegura que no se quedará en Madrid, en esa «vorágine literaria», aunque en la misma nota demuestra que el Ateneo de la capital era en ese tiempo uno de sus centros de trabajo.
Uno de los proyectos que Lorca tenía entre manos en esos momentos era una tragedia que quería poner en escena. Se titulaba «Mariana Pineda». Vicenta Lorca había sugerido a su hijo que Margarita Xirgu podría ser la actriz idónea para estrenar aquel texto sobre la heroína granadina. El poeta había pedido al reconocidísimo Eduardo Marquina que propiciara un encuentro que se fue retrasando en exceso en el tiempo para desesperación del joven autor. No fue hasta febrero de 1927 que no tuvo la confirmación de la Xirgu. En abril de ese 1927, Lorca pudo leer «Mariana Pineda» a la compañía de la gran intérprete catalana. Un eufórico Federico escribió la siguiente postal a Luis Álvarez de Cienfuegos, a quien define en la nota como «estudiante y opositor a intelectual»:
«Querido Luis:
Saluda a todos los amigos y comunícales el éxito grande que he tenido leyendo Mariana Pineda a la compañía. Esto debes hacerlo como secretario de Gallo. Mañana empezamos los ensayos. Recibe un abrazo de Federico.
Pico»
La última carta de este epistolario nos traslada a los preparativos de esa «Mariana Pineda» para la que Lorca contó con decorados de su amigo Salvador Dalí. Para ello se trasladó a Cataluña para seguir la labor del pintor, pero también para poder estar a su lado, aunque, como diría el propio Dalí en 1986, aquel era «un amor erótico y trágico, por el hecho de no poderlo compartir». En la postal, desde Figueres, escribe Lorca:
«Querido Luis:
Un recuerdo cariñoso desde Figueras. A pesar de todo y como buen granadino no olvido a Granada ni un instante. La gracia, el aire y la intención de Granada no se encuentran en ningún sitio. Estudia y dibuja. Que el señor ¿Pascador? y el previo de Don Modesto sean tu Norte y tu Sur.
Federico García Lorca»
Dalí añade un saludo con su personalísima ortografía:
« ¡Ola Luis Sien Fuegos! Salvador Dalí»
La postal contiene, en su reverso, una imagen con la casa de la familia Dalí al fondo. El pintor aprovechó para trazar en ella unas flechas en las que indica «Cuarto de Federico» y «Taller de Dalí donde se pinta el decorado», en clara alusión a «Mariana Pineda».
Sin embargo, no parece que Dalí contara con la simpatía de Luis Álvarez de Cienfuegos para la revista «Gallo». El ampurdanés fue el autor de la cabecera de la publicación y de algunas de las viñetas que aparecieron en sus dos únicos números. También se publicó en «Gallo» el polémico «Manifest Groc» que redactó con Lluís Montanyà y Sebastià Gasch, con la colaboración de Lorca, así como su prosa «San Sebastián» dedicada al poeta. Pero a Álvarez de Cienfuegos no le gustaba todo aquello, como le expuso por esos días a Enrique Mateos: «El otro día me leyó Federico un artículo de S. Dalí que resultó una imbecilidad. Figúrate que el protagonista (si es que se le puede llamar así) pintaba un niño recién nacido de Ripollín y lo ponía secar en el campo de tenis; al día siguiente fue a verlo y se lo encontró todo él negro de hormigas (...) ¡Qué locura! (...) es una marranada».