Estreno teatral

Ángela Cremonte: «Una mentira piadosa evita muchos males»

Interpreta a Celimena en la reposición de «Misántropo» en el Teatro Pavón Kamikaze de Madrid hasta el día 26

Ángela Cremonte
Ángela Cremontelarazon

Interpreta a Celimena en la reposición de «Misántropo» en el Teatro Pavón Kamikaze de Madrid hasta el día 26.

Viene de encarnar a Ofelia en «Hamlet» y se ha metido en la piel de Celimena en «Misántropo», de Molière, otro clásico adaptado por Miguel del Arco que fue Premio Ceres 2014 y ahora se repone en el teatro Pavón Kamikaze de Madrid hasta el 26 de marzo. Alcestes, el protagonista, anhela vivir en la verdad. Quiere ser honesto y sincero y que todos lo sean con él. Pero se contradice al haberse enamorado de Celimena, una mujer que representa a esa sociedad que él condena. Ángela Cremonte demuestra su versatilidad con estos cambios de registro, así como en su considerable trayectoria en cine y televisión.

–¿Qué «Misántropo» presenta Miguel del Arco?

–Es un maestro en revivir y desempolvar textos, un virtuoso. Los hace contemporáneos sin perder la esencia. Ha elaborado una pieza absolutamente trepidante, de una velocidad textual increíble, que engancha. Al igual que Hamlet o Alcestes, piensa muy rápido y muy bien. Son auténticos filósofos en escena.

–¿Sacude?

–Sí, sí, sacude bien. Muestra los bajos fondos de la sociedad. Se desarrolla de noche en la parte de atrás de un garito donde están los restos de copas, de basura, de gente hasta arriba de todo que sale a tomar el aire. Se ponen de manifiesto las miserias humanas.

–Molière critica la aristocracia.

–Es la clase que lo posee todo, también los vicios. Son los que tienen el dinero, la sartén y el mango.

–Encaja bien en el siglo XXI.

–Perfectamente, es de todos los tiempos. Cualquiera que no conozca la obra de Molière, ni sepa que es un clásico y vea esta versión, no percibe su antigüedad. Es absolutamente actual, salvo que se habla especialmente bien, mejor que nosotros, con un lenguaje muy elevado.

–Los clásicos siempre dan en el clavo.

–Conocen al ser humano en profundidad, sus defectos y contradicciones. Algunos son especialmente virtuosos en radiografiar cómo somos.

–Vanidades, amor posesivo, coqueteo, celos, corrupción, intriga... ¿Todo cabe?

–Es el ejemplo de la falta de la verdad constante. Como si ésta fuera un alambre por el que Alcestes quiere caminar continuamente, pero es muy fácil caerse porque, ¿qué es la verdad, algo objetivo? ¿Sólo hay una? ¿Es necesario estar siempre en ella? ¿Es sano ser tan purista? Caminando como un funambulista cae muchas veces, el equilibrio resulta difícil porque el ser humano es contradictorio, poliédrico, imperfecto y a veces miente para decir la verdad, esta es una de las paradojas que plantea.

–Alcestes también es alguien contradictorio.

–Sí, porque se enamora de Celimena que encarna los vicios de esa sociedad que condena. Todo lo que critica y aborrece está representado en la mujer de la que se ha enamorado.

–¿Todos nos contradecimos?

–Sí, se puede tener un discurso bien armado intelectualmente y no poder sostenerlo en la práctica. ¿Quién puede decir que no quiere vivir en la verdad? Todos queremos ser honestos, pero, en la práctica, por distintas razones, mentimos. No es tan fácil llevar una vida de rectitud moral.

–¿Cuántas verdades hay?

–La verdad no es unívoca. Hay algunas que sí, que sólo tienen un color, pero hay otras que no. No hay una sola, cada uno tiene la suya.

–¿Puede hacer daño?

–Sí, a veces está sobrevalorada y en ocasiones, una mentira piadosa evita muchos males. Si quieres cuidar al otro, de vez en cuando es mejor mentir.

–¿Es un idealista?

–Absoluto, en sentido estricto. Muy constreñido, no se permite ninguna licencia y por eso choca con todo, no es nada flexible, no soporta la hipocresía. Es intransigente, pero tampoco es bueno instalarse en el «todo vale», en el relativismo moral, porque no todo vale, ni ha de ser blanco o negro, también hay grises.

–Está dispuesto a perderlo todo en defensa de lo que cree.

–Sí, no cede nada. Se le va la vida en ello y cuanto mayor se hace, más estricto, más se agarra a sus convicciones.

–¿Se puede vivir sin hipocresía?

–Forma parte de la vida. Yo puedo porque me relaciono con gente que no vibra en esa frecuencia de onda, no es su norma, pero hablo de un mundo pequeño. Hay esferas y estratos sociales donde se sobrevive así permanentemente.

–¿Pueden convivir política y honestidad?

–Sí, pueden y deben, y creo que existe, pero estamos viendo que es muy difícil mantenerse honesto haciendo política.

–¿Qué representan ambos personajes?

–Son polos opuestos, él se iría a un desierto solo a vivir sin gente, únicamente con el amor de su vida. Le ofrece a ella el ostracismo social y no quiere. Para ella es un castigo porque es profundamente social y le gusta medrar.

–¿Qué destaca de su papel?

–Es muy divertido representar los grandes vicios de la humanidad en un personaje, aunque no me identifique con él. Ella es la reina, tiene el poder de la palabra, es locuaz, inteligente, brillante, chispeante, bella, manipuladora. Una prestidigitadora que tiene el poder todo el tiempo, encandila, y eso es muy divertido de interpretar.