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Premios Oscar 2018: Un #MeToo bajo el agua

Guillermo del Toro se alzó hoy con el Óscar al mejor director por "La forma del agua", que también se llevó el galardón a Mejor Película.

Guillermo del Toro posa con los galardones
Guillermo del Toro posa con los galardoneslarazon

Los Oscar ya no quieren ser WASP, ya saben, blanco anglosajón protestante. La tendencia no solo se confirma, sino que se consolida, después de que el año pasado –polémica final mediante–, la afroamericana «Moonlight» le robara la cartera in extremis a los rubios heteronormativos de «La La Land». ¿Quien podía imaginar este año un galardón a mejor película para la épica «Dunkerque» o la demasiado protocolaria «Los archivos del Pentágono»? Hace apenas una década hubieran arrasado, pero después de las sucesivas oleadas reivindicativas que han azotado Hollywood en favor de las minorías/mayorías silenciadas –negros, latinos, homosexuales, mujeres– y de la lenta pero inexorable renovación de la Academia, solo dos opciones llegaban con holgura a la foto finish en la gala de ayer en el Teatro Dolby de Los Ángeles: «Tres anuncios en las afueras» y «La forma del agua». Fue esta última la que, valga el retuécano, se llevo el gato al agua. Y haciéndolo apagó un tanto la hoguera feminista. Eso sí, la celebración de la diversidad salió indemne.

Y es que «La forma del agua» es un alegato de un mexicano (Guillermo del Toro) criado sentimentalmente en el cine americano contra las barreras de contención (los muros) que América o que nosotros mismos colocamos ante el diferente. En esta fábula que bebe del mundo bizarro pero tierno de los monstruos clásicos de la Universal, una muda limpiadora se enamora de un hombre-anfibio contra el parecer de quienes ostentan el poder. No pueden ser más extraños, más desvalidos, más entrañables estos dos amantes crucificados por las convenciones.

Por si hubiera dudas respecto a la intención política de su cinta, Del Toro se encargó desde el estrado, tras recibir primero la estatuilla a mejor director, de aclarar que el género fantástico puede contarnos mejor que ningún otro lo que somos: «Soy un inmigrante, como muchos de ustedes, y en los últimos 25 años he vivido en un país que es de todos: tiene partes de aquí, de Europa, de todos lados. Y yo creo que lo mejor que hace el arte, nuestra industria, es borrar las líneas en la arena; debemos continuar haciéndolo, y más ahora, cuando el mundo nos dice que las profundicemos». Para Del Toro, de hecho, no hay más patria que el cine, el paraíso artificial de su infancia, ni otra estirpe que la de aquella multitud de emigrantes y soñadores que hicieron grande a Hollywood: «Hace unos días me encontré con Spielberg y me dijo: ''Si recibes el premio, recuerda que eres parte de un legado, y siéntete orgulloso”», dijo al recibir de manos de los redimidos Warren Beatty y Faye Dunaway el Oscar a mejor película.

Los tres magníficos

Pero el mexicano es también integrante de una tríada perfecta de directores del otro lado del muro que, en apenas cinco años, han asaltado los premios de la industria: Alfonso Cuarón en 2013, Alejandro González-Iñárritu en 2014 y 2015 y Del Toro ayer mismo. Son alimento de primera para los «dreamers» y razón de más para creer en aquello tan viejo y a veces tan hipotético del sueño americano. Y por si hubieran dudas de que México no es un enemigo para Hollywood, «Coco» (mejor cinta animada) trajo el color y la música del país vecino mientras que un desafinado aunque voluntarioso Gael García-Bernal se encargó de interpretar el tema «Remember me» de esta cinta, Oscar a la mejor canción original. Solo faltó que Jimmy Kimmel, maestro de ceremonias solvente de una gala siempre más larga de lo que uno quisiera, se arrancara con un «México lindo y querido». Se limitó a ironizar: «Gracias a Guillermo recordaremos éste como el año en que los hombres la cagaron tanto que las mujeres empezaron a salir con peces».

Pero, en realidad, hubo muchas más causas entre las que prodigar afectos en unos Oscar que, a falta de un claro favorito, estuvieron, como la pedrea, muy repartidos. Estaban, sí, las mujeres. Sobre el papel eran sus Oscar. Pero a combativas no ganaron a los Globos de Oro. No hubo unanimidad en el negro –de hecho, la iniciativa se abolió– y aunque existieron las proclamas, las chapitas y los guiños al #MeToo de los asistentes y del presentador, la cinta que de algún modo articulaba las aspiraciones feministas (esa «Tres anuncios en las afueras» de la indignada y aguerrida Frances McDormand) no ganó el Oscar a la mejor película. Por supuesto que la actriz, que lo ha conseguido todo, se llevó su estatuilla por una interpretación inapelable. Greta Gerwig, que se coló en el quinteto de directores con «Lady Bird», tendrá que esperar. El galardón a mejor película de habla no inglesa para «Una mujer fantástica» hizo feliz a todo un país (Chile, que logra por primera vez asaltar el palmarés) y visibilizó los problemas de la comunidad transexual en Latinoamérica. Jordan Peele elevó con el premio a mejor guión original la voz de los afroamericanos y James Ivory, mejor guión adaptado por «Call me by Your Name», la sensación «queer» del año, recogió a sus 89 años la estatuilla que no pudo ganar con «Una habitación con vistas». Para «Dunkerque» quedó la gloria de los premios técnicos. Y para «El instante más oscuro» prácticamente lo jugado: ese Gary Oldman vestido de Churchill del que se podría decir lo que decían de Belmondo: otros se encienden el cigarro, él fuma.