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¿Cómo tenemos que escribir ahora "sólo"?

Después de trece años de luchas y reivindicaciones, la Real Academia de la Lengua despenaliza el acento del adverbio, privilegiando el juicio del que escriba
  • Periodista. Amante de muchas cosas. Experta oficial de ninguna. Admiradora tardía de Kiarostami y Rohmer. Hablo alto, llego tarde y escribo en La Razón

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La intensidad del clamor alcanzaba volúmenes altísimos, la solicitud hacía años que se había convertido por voluntad popular en un reclamo casi febril, académicos y escritores continuaban con sus respectivas existencias y ocupaciones asolados por la resignación, pero con la oscilante luz de la victoria parpadeando en su interior. En el fondo, sabían que acabarían ganando.
Algunos incluso dejaban que sus dedos actuaran en la clandestinidad ortográfica con más libertad de la permitida y perfilaban algún que otro sombrerito negro encima de la letra «o» aún a sabiendas de que la mano ejecutora de los editores lo eliminaría con rapidez. Pero desde el jueves, el mundo de las palabras vuelve a ser un lugar más justo y confortable, todo luce distinto, la vida parece más remarcada, con más acento. La Real Academia Española de la Lengua ha decidido después de trece años de luchas encarnizadas entre lexicógrafos y escritores, retomar la legitimación de la tilde del adverbio «sólo».
Esta decisión, que se formalizará a través de una nueva redacción que se publicará próximamente en el Diccionario Panhispánico de Dudas (DPD), «no modifica la norma sino que la hace más clara», tal y como señalan de manera oficial desde la institución, pero contiene matices susceptibles de ser interpretados por el propio sujeto que lo escriba. Clarifiquemos: hasta el momento, la RAE determinaba que la palabra «solo», tanto cuando es adverbio y equivale a solamente como cuando es adjetivo y se refiere a la condición de una persona que no tiene compañía, así como los demostrativos «este, ese y aquel», cuyo cambio también está incluido en estos Pactos de Toledo lexicográficos, con sus femeninos y plurales (ya funcionaran como pronombres o como determinantes), no debían llevar tilde, según las reglas generales de acentuación.
Tal y como rezaba la norma aprobada por las veintidós Academias de la Lengua Española en 2010 en Guadalajara (México) y reflejada asimismo en la «Ortografía de la Lengua Española» publicada ese mismo año, «el empleo tradicional de la tilde en el adverbio solo no cumple el requisito fundamental que justifica el uso de la tilde diacrítica, que es el de oponer palabras tónicas a palabras átonas. Por eso, a partir de ahora se podrá prescindir de la tilde en esta forma incluso en casos de ambigüedad. La recomendación general es, pues, la de no tildar nunca estas palabras».
Sin embargo, pese a la rigurosidad con la que fue emitida la norma, el revuelo generado entre autores y académicos no tardó demasiado en aparecer y el progresivo acaloramiento en las discusiones de los plenos se fue extendiendo. Las consecuencias de saltarse la obligatoriedad de no tildar el adverbio no eran, eso sí, comparables con las de saltarse una señal de stop con el coche.
"Desde una consideración estrictamente gramatical, la tilde de «sólo» no es imprescindible, es más, es prescindible"Darío Villanueva
El impacto del incumplimiento se reducía a estancias como las educativas (había casos de exámenes y oposiciones en los que la utilización de la tilde restaba nota porque solía depender del criterio del profesor o del examinador) o estrictamente literarias (aquellos escritores y escritoras que corrían el riesgo de que las editoriales les corrigiesen). Ahora, con la introducción de esta pequeña modificación, será el criterio del que escriba el elemento más determinante a la hora actuar: «En el caso del adverbio sólo es obligatorio escribirlo sin tilde en contextos en los que su empleo no entrañe riesgo de ambigüedad. Será optativo en contextos en los que, a juicio del que escribe, su uso entrañe riesgo de ambigüedad», puntualizan desde la RAE. Es decir, que el único añadido a lo estipulado anteriormente está constituido por ese «a juicio del que escribe». Este inciso no implica un cambio de norma, en todo caso una reformulación de la misma.
Para Darío Villanueva, ex presidente de la Real Academia, el acuerdo alcanzado por la Docta Casa no responde a un episodio revolucionario, sorprende, ni tan siquiera novedoso ya que «simplemente se ha clarificado algo que estaba en la doctrina ortográfica de la Academia desde los años noventa. Lo sucedido el jueves es una clarificación del asunto, para que quede zanjado en los términos que todos compartíamos». Estos términos a los que se refiere Villanueva, no eran otros que los que planteaban que «desde una consideración estrictamente gramatical, la tilde de «sólo» no es imprescindible, es más, es prescindible. Pero igualmente la Academia sabe que en determinados contextos expresivos, el que escribe puede sentir la necesidad de usar esa tilde diacrítica para evitar ambigüedades o confusiones». Y concluye: «pensemos que en realidad este es un asunto de alcance muy limitado. Nosotros no hablamos con tildes. Cuando pase el tiempo y veamos esto con perspectiva, nos daremos cuenta de que no deja de ser chusco que por una rayita pequeña, se monte todo este lío. La lengua escrita tiene sus códigos, pero la lengua actúa fundamentalmente en la expresión oral y ahí no hay problema con la palabra “solo”», reafirma con más o menos acento, pero con una claridad cristalina.