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Cine

La coronación de Johnny Depp despierta polémica en el Festival de Cannes

«Jeanne du Barry, protagonizada por el polémico actor estadounidense, inauguró el certamen galo entre quejas por la "protección a los abusadores" de la que se acusa a su director

Johnny Depp, left, and director Maiwenn pose for photographers upon departure from the premiere of the film 'Jeanne du Barry' at the 76th international film festival, Cannes, southern France, Tuesday, May 16, 2023. (Photo by Scott Garfitt/Invision/AP)
France Cannes 2023 Jeanne du Barry DepartureScott Garfitt/Invision/APAgencia AP

A Thierry Frémaux, director artístico del Festival de Cannes, le gusta más la polémica que a un tonto un lápiz. Si no, no se explica por qué escogió “Jeanne du Barry”, de la francesa Maïwenn, como pistoletazo de salida del certamen, la típica película de la que se hablará mucho más por el salseo mediático que la empapa que por sus valores artísticos. Desde que se hizo pública la noticia de su selección, saltaron las alarmas. ¿La 76ª edición de Cannes arrancaría con un filme protagonizado por Johnny Depp encarnando a Luis XV, con los tabloides aún sacando humo de su juicio por maltrato a su exmujer Amber Heard? ¿El festival se haría el sueco ante la demanda interpuesta por agresión a Maïwenn por parte del redactor jefe de la revista “Mediapart”, acérrimo defensor del movimiento #metoo en Francia? La semana pasada la actriz Adèle Haenel declaraba que el Festival de Cannes protegía a los agresores sexuales, mientras Frémaux le respondía, impasible, que él solo creía en una sola cosa, “la libertad de pensamiento y de expresión, y el respeto del marco legal”. Horas antes de la inauguración, más de un centenar de actrices y actores franceses firmaban una petición contra el acoso sexual y el racismo en la industria del cine francés, y se alineaban con Haenel en sus declaraciones contra Cannes.

La polémica está servida, y no sin sus paradójicas inconsistencias: Depp, claro, fue absuelto, como también lo fue Woody Allen en su momento, pero Frémaux ha decidido rechazar “Coup de chance”, la última película del director de “Manhattan”, rodada en Francia con actores autóctonos, para evitar “controversias”. No obstante, ayer, en la gala de inauguración en la que se otorgó la Palma de Oro honorífica a un ajado, conmovedor Michael Douglas, Depp y Maïwenn mantuvieron un perfil bajo para no despertar suspicacias. Bien está lo que convulso empieza.

Hablando de paradojas, aquí el misterio es por qué Maïwenn decidió contratar a Johnny Depp para una película que, en un principio, reivindica la figura de una mujer empoderada que ha de hacerse valer como la amante de Luis XV con (casi) toda la corte en su contra. Es vox pópuli que la actriz y directora no es afín al movimiento #metoo, y, en ese sentido, el retrato de la rebeldía de la condesa de Du Barry es consistente con esa postura: si Maïwenn se acerca a sí misma (ella es, también, la protagonista), elogiando la curiosidad intelectual y la alergia a los grotescos protocolos de Versailles del personaje, también es cierto que son los hombres los únicos que la ayudan a sobrevivir en un ambiente tan hostil (las hijas del rey son las auténticas villanas de la función). Así las cosas, la presencia de Depp en el filme adquiere, en manos de Maïween, cierta dimensión simbólica contra la cultura de la cancelación. De lo contrario, es difícil de explicar qué rendimiento podía sacar la autora de “Polisse” de la interpretación de Depp, más bien apática, a la que parece que se le han tenido que condensar las líneas de diálogo para no delatar su francés americanizado.

Precisamente, uno de los problemas de “Jeanne du Barry” es la falta de química entre Depp y Maïwenn, que hace menos creíble el amor prohibido y duradero de sus personajes, y que prolonga en la pantalla lo que ha sido una relación teñida de conflictos durante el rodaje. En una película que se aproxima a la representación del relato histórico de una forma tan convencional, haciendo espectáculo de vestuarios augustos y localizaciones majestuosas mientras aparenta criticar los rituales de la monarquía, era necesario que la emoción latiera más allá de lo decorativo. Maïwenn prefiere la narrativa clásica, con su novelesca voz en off y su desarrollo lineal, a los típicos anacronismos que enmarañaban pelucas y miriñaques en la contemporaneidad en películas como “María Antonieta” o “La emperatriz rebelde”. Habría necesitado, también, dos estrellas que se miraran a los ojos como si se hubieran escapado de un melodrama de Hollywood. Pero ¿cómo se mira a un príncipe destronado?