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Estreno

Crítica de "Devuélvemela": ceremonia maldita ★★ 1/2

Directora: Danny y Michael Philippou. Guion: Danny Phillipou y Bill Hinzman. Intérpretes: Sally Hawkins, Billy Barratt, Mischa Heywood, Jonah Wren Phillips. Australia, 2025. Duración: 104 minutos. Terror.

Un fotograma de "Devuélvemela"
Un fotograma de "Devuélvemela"Imdb

Mucho más que “Háblame”, que ya tenía unas cuantas cosas que decir sobre el trauma y el duelo, “Devuélvemela” es una película sobre la imposibilidad de superar la muerte de un ser querido. Los hermanos Philippou recogen el testigo del Ari Aster de “Hereditary” y el arranque de “Midsommar” para perpetrar su enfermiza versión de una tragedia familiar, aunque los resultados no siempre estén a la altura de sus ambiciones.

En su práctica del mal llamado “terror elevado”, Aster conseguía edificar, en sus dos primeras y ejemplares pesadillas, la compleja arquitectura de dos mitologías que, desde el satanismo o el folklore, enriquecía la imaginería de un descenso a los infiernos que nunca resultaba previsible. En ese sentido, “Devuélvemela” es mucho más errática: todo lo que tiene que ver con lo mitológico está contado de manera harto elusiva, como si los Philippou quisieran reservarse un amplio margen de maniobra para saltarse las reglas de su propio mundo.

Eso no es un obstáculo cuando la película juega a la carta del splatter macabro, cuanto más siniestro y enloquecido, mejor, invocando a maestros como Argento o, sobre todo, Lucio Fulci: todo lo relacionado con Oliver, un niño huérfano y mudo que Laura, la excéntrica madre de acogida de los adolescentes Piper y Andy, hospeda en su casa, es impactante, perturbador y desasosegante porque desafía, de un modo muy descarado, a cualquier lógica. El problema es que, más allá de sus felices salidas de tono y sus piscinas vacías, “Devuélvemela” es más clásica de lo que se atrevería a confesar. Si el filme funciona desde su aberrante atmósfera, fracasa cuando ata cabos, hila un relato, intenta fabricar una cierta consistencia dramática.

Lo mejor:

Una Sally Hawkins que oscila entre lo abyecto y lo patético, y una atmósfera en verdad enfermiza.

Lo peor:

Una cierta inconsistencia al construir su mitología, que contrasta con un relato que no soporta dejar agujeros de sentido.