Cursos de Verano de la Complutense: Reflexión sobre el incierto futuro
Pedro Halffter: «Klara». Soprano: Ashley Bell. Pianos: Pedro Halffter y Eduardo Frías. Escenografía y montaje técnico: Antonio Amendáriz. Auditorio de San Lorenzo de El Escorial. 18-VII-2023
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En el verano de 2022 Pedro Halffter estrenó en Villafranca del Bierzo esta intrigante ópera que muestra a Klara, un robot de última generación a través de un inteligente planteamiento musical y escénico. Poco después la obra se presentó en la Universidad de Harvard. El compositor ha reelaborado la partitura, ha aumentado en casi 20 minutos su metraje y la ha presentado en el curso de las actividades académicas veraniegas de la Universidad Complutense a lo largo de un acto con entrada libre que tuvo bastante público.
Muy atento había que estar desde luego para no perder comba y enterarse de lo que se nos mostraba y contaba. No había ni un solo papel, ni información que orientara previamente el espectador respecto de lo que se le iba a ofrecer y de la finalidad y significado de la trama. Aunque la historia se nos va presentando poco a poco y revelándonos sus misterios y evolución. Tras un extenso preludio de casi diez minutos, en el que se nos informa sobre la pantalla, con la bella cabeza rubia girando lentamente sobre sí misma, acerca del robot que va a ser el protagonista absoluto, se abre el curso de lo que podríamos denominar argumento.
La narración aparece dividida en cuatro partes o, como le gusta decir a Halffter, haikus, breves episodios de origen japonés en los que el robot se hace presente y nos va mostrando sus dudas, reflexiones y cavilaciones. Son como aforismos que tratan de y trasmitir la esencia de una idea o cuestión de una manera tan sutil como directa. Los títulos de esos concisos y reveladores mini relatos son Amanecer, Misterio, Tormenta y Adiós. En cada uno de ellos vamos viendo imágenes, hologramas de bella elaboración, de líneas y colores muy contrastados e imaginativos, que ayudan a embeberse en la melopea constante que emana de los dos pianos, que no cesan en ningún momento de hacerse presentes, dando vida y sentido a las evoluciones de Klara.
Para Pedro Halffter, “Klara” no es una respuesta, sino una reflexión sobre este posible futuro. “La Inteligencia Artificial no es ni buena ni mala en sí misma, los elementos que impactarán en la sociedad serán realmente su desarrollo y su uso”. El compositor quiere que la obra no solo sea una ficción sobre ese futuro cercano, sino que funcione también como una metáfora sobre las personas que se sienten atrapadas en un mundo de limitaciones e ideas preconcebidas. Y que al final del viaje podamos comprender al robot como si fuéramos nosotros mismos. En el segundo episodio, El Misterio o el Secreto, Klara abre una caja y ve una serie de cosas del ser humano que nos muestran meridianamente sus imperfecciones. En ese momento crucial adquiere su verdadera consciencia.
Las evoluciones del personaje, subrayadas por las mágicas y bien trabajadas proyecciones, sus actitudes, sus preguntas, sus reflexiones, son pespunteadas por pasajeras exclamaciones, por rápidas y sorprendentes frases ondulantes pronunciadas en un sintético inglés, en las que mostró la calidad de su voz de soprano lírica Ashlley Bell, homogénea de emisión, flexible, de timbre bien coloreado, con agudos bien puestos y llenos de atractiva sustancia vocal. La voz se plegó muy bien, lo que fue fundamental, al discurrir de las brillantes imágenes y al lecho constante, muchas veces imbricado en los fonemas vocales, proporcionado por los dos pianos.
Se trata de una partitura trabajada al milímetro, detallista y siempre al servicio de la historia, a la que colorea, subraya y explica. Parte de una base tonal constantemente modulante con un desarrollo en principio repetitivo, de raíz minimalista, pero de aire muy informal. Con frases repetidas y variadas, acordes de todo tipo muy expresivos, que a veces se extienden y extasían en exceso. Aunque hay partes en los que el espectro se ensancha, se espesa y nos lleva a mundos armónicos en los que creemos escuchar lejanas resonancias wagnerianas. Es, por supuesto, el pie indispensable y necesario para otorgar forma, color y calor a las reflexiones de la robot que nos da al final un muy discreto y descreído adiós.
Todo funcionó, así nos pareció, medido, bien movido, bien ensayado, de tal forma que la historia fue prendiendo en el público, pese a la falta de información previa. Ante los muchos aplausos se repitió el segundo haiku.