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David Hernández de la Fuente: «Hoy Don Quijote no tardaría en salir a la calle para deshacer entuertos»

El escritor publica «Las máscaras del hidalgo», un libro que revisa las raíces clásicas de la obra maestra de Cervantes y que pone de relieve su modernidad

El escritor David Hernández de la Fuente
David Hernandez de la Fuente analiza en este libro la obra cumbre de CervantesAlberto R. RoldánLa Razón

David Hernández de la Fuente se ha propuesto descubrir las referencias, influencias y legados literarios que corren ocultos por «El Quijote», ahora que se acerca el día del libro, que coincide precisamente con el día de la muerte de Miguel de Cervantes. Con la mirada propia del filólogo clásico, del hombre formado en mitos, historias y leyendas provenientes de Grecia y Roma, se ha adentrado en los caminos novelescos de esta obra para enseñarnos lo que no se aprecia a primera vista: cuáles son los hilos que lo conectan con la antigüedad. Su último libro, «Las máscaras del hidalgo» (Guillermo Escolar) es un ejercicio de desenmascaramiento y, a la vez, de descubrimiento. «Con "El Quijote" sucede una cosa: cada vez que lo lees, lees una cosa distinta. Lo digo porque lo he leído a los veinte años, a los treinta... y siempre veo algo diferente. Es el clásico más importante de toda la humanidad. Él imita a la novela latina, a Apuleyo, pero a la vez es distinto».

David Hernández de la Fuente, que es más hombre de modestias que de elogios, reconoce que viene «con una mirada de "outsider" al mundo de Cervantes, que, en su tiempo, fue el escritor más moderno y que, probablemente, también lo es hoy. Quería saber qué tiene en común con los clásicos de Grecia y Roma, y constatar la paradoja de que lo más antiguo también es en muchas ocasiones lo más moderno».

¿Cuál fue el acierto de Cervantes?

Tres cosas. La fusión de géneros, porque es el genio que funde lo épico con la comedia; después el trasfondo filosófico, porque tiene una filosofía de vida muy clásica proveniente del estoicismo, el platonismo y pasando por el filtro del erasmismo, que acerca el pensamiento al día a día; y, por último, la combinación de estilos. Es un libro sublime y a la vez que popular. Es la fusión perfecta de forma y fondo. En ese sentido es una obra perfecta.

David Hernández de la Fuente no disimula que «El Quijote» es un libro de lances duros y en ocasiones tristes, aunque todo quede embozado en una apariencia de comedia: «El mundo no es fácil; es una batalla. El hidalgo sale inspirado por un ideal que no se cumple. Ve que el mundo que existe alrededor de él no funciona. Pero lo importante es que tiene clara su misión y tiene la honestidad de decirse: aunque todos sean así, yo no lo soy. Es el camino del héroe. Uno diría que está loco, pero no podemos negar que tiene una vocación de servir y de hacer un mundo mejor. Se revuelve contra la injusticia, defiende a los débiles y los desfavorecidos... Sus motivaciones son maravillosas: hacer justicia».

En su indagación del personaje, David Hernández de la Fuente también encuentra una respuesta a su rasgo más distintivo: la locura. «Para los clásicos, la locura era sagrada. Si hoy escuchas voces en tu cabeza, vas al psiquiatra. Pero antes eso era la revelación de una verdad escondida. Los locos dicen verdades. Ahí están los santos locos. Hay una tradición de locos. Diógenes mismo aparece como un Sócrates loco, pero son necesarias personas así para que la gente reaccione. La locura siempre ha sido muy creativa. Esto enlaza con el signo de Dionisio.

¿Si Don Quijote viera el mundo de hoy...?

Don Quijote no entendería nada de lo que pasa y no tardaría en salir a la calle para deshacer entuertos. Y en cierta manera tendría razón. Hay que salir ahí fuera para cambiar el mundo.

¿Lo dice por...?

Hoy existe un materialismo muy claro. Eso se ve en el peso que tienen las humanidades en la educación, por ejemplo. Cada vez es menos importante leer a los clásicos, la filosofía, la historia. Las Letras pierden peso frente a las ciencias empresariales y otras materias que representan lo útil. No nos damos cuenta de que esto es una construcción mental, de que es necesario un equilibrio espiritual y de que si perdemos esto, estamos perdidos. Otro problema es que estamos pegados a las pantallas, que nos reclaman constantemente. Estamos siempre haciendo el "scroll". No nos paramos a pensar. Estamos sumergidos en una realidad virtual, pero en cuanto dejas de ver la pantalla, te hace necesario, si no imperioso, lo que precisamente encarna el libro de Cervantes.

¿Y el humor?

El humor es el gran riesgo en la literatura. Es la marca del genio. Decía Kant que lo sublime está en la tragedia y lo bello, en el humor. No estoy de acuerdo. Cervantes es lo sublime en el humor. Es un humor que alterna lo intelectual con el refranero, con lo popular. Una ironía que no estalla en carcajada, pero da un poso de sonrisa perpetua que es melancólica, pero muy filosófica. Es el gran sentido del humor inteligente. Cuándo hay que reír y cuándo, llorar. Está lección está en los líricos arcaicos. Es la calve para entender el ritmo de la vida, que es una sinfonía de media sonrisa humorística; afable, pero que puede esconder un poso de tristeza. Cervantes nos lleva a través de su libro con una media sonrisa, con burlas. Es la obra que demuestra que se puede ser sublime y que contradice a Kant en ese sentido.

¿Cuáles son las máscaras de «El Quijote»?

Las hay a muchos niveles. Están las máscaras de la risa y del llanto, las máscaras que rodea su autoría: ¿Quién lo escribe? ¿No se dice que es un manuscrito encontrado? «El Quijote» es un Aleph literario, un libro profético. La máscara esencial son la literatura y la vida. Don Quijote mismo es una máscara... En él está la parodia, la burla... es la máscara de la humanidad.