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David Hernández de la Fuente: “Una sociedad que no estudia su lengua madre corre el riesgo de perderla”

El escritor y colaborador de LA RAZÓN propone la vuelta a los clásicos en su ensayo “El hilo de oro”, como forma de iluminar los momentos de crisis y zozobra del mundo actual
Alberto R. RoldánLa Razón

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El mito, el cuento y la metáfora, eran la manera que tenía la antigüedad de explicar el mundo y un antiguo motivo mítico da título a este ensayo del escritor y profesor de Filología Clásica David Hernández de la Fuente, “El hilo de oro. Los clásicos en el laberinto de hoy” (Ariel). El mito de Ariadna, sabia guía de héroes, que tejió el hilo que ayudó a Teseo a salir del laberinto de Dédalo, sirve de inspiración a Hernández de la Fuente, colaborador de LA RAZÓN, para analizar el mundo de hoy, inmerso en una crisis global, económica, sanitaria, política y de valores, a la luz de los clásicos, como hilo conductor de nuestras vidas en tiempos de zozobra.
-¿El mundo actual es un laberinto en crisis o siempre lo es?
-Es cierto que estos años han sido intensos, que tenemos la sensación de haber ido muy rápido y de que han pasado muchas cosas, pero también lo es que esos problemas han estado siempre ahí, pandemias, guerras, migraciones…por desgracia no son nada nuevo.
-¿Faltan claves que nos ayuden a movernos en él?
-Mi idea es intentar buscarlas en el pasado, los clásicos son como los viejos maestros, que pueden ser necesarios en cualquier momento y es una pena no frecuentarlos más porque tienen mucho que decir. Vivimos muy rápido, buscamos soluciones inmediatas sin damos cuenta de que hay que volver a las raíces. Los clásicos son nuestros mayores y ninguna sociedad avanza sin escucharlos.
-¿Hay crisis de liderazgo?
-Faltan “auctoritas”, modelos de autoridad y prestigio, guías que nos orienten. Las sociedades antiguas afrontaron sus problemas con una combinación sabia, alternando la experiencia de la edad madura y la ancianidad con la pujanza de la juventud. Hoy hablamos de efebocracia, los gobernantes son muy jóvenes, se valora lo rápido e inmediato, pero esto hay que combinarlo con experiencia. En los estudios se va a lo que da réditos veloces y se descuidan las grandes enseñanzas, la filosofía y las humanidades. Uno de los males de nuestro tiempo es no escuchar a los ancianos de la tribu, el senado era eso, el consejo de sabios.
-¿Deberíamos analizar nuestra democracia a la luz de los clásicos?
-Creo que sí, porque nuestra democracia, fundada en las revoluciones burguesas, se basa en los modelos prestigiosos de Grecia y Roma, que en su peripecia histórica, tuvieron épocas de florecimiento y crisis de la que pueden extraerse grandes lecciones, de sus aciertos y errores, que los hubo y muy grandes y muchos de ellos parece que estamos condenados a repetirlos, como el liderazgo unipersonal o el populismo.
-¿Tiene sentido buscar el futuro en el pasado?
-La clave es innovar desde la tradición. Si ves qué hacían las vanguardias a principios del siglo XX y lo comparas, por ejemplo, con la escultura cicládica, que es lo más arcaico, compruebas que es a la vez lo más moderno, es decir, cuando las artes provocan una especie de ruptura formal, están reivindicando un legado muy antiguo, es la paradójica modernidad de lo arcaico. Muchas veces parece que estamos en un eterno retorno y que las ideas más innovadoras están justamente en la tradición más profunda. En el cine o en las series no vemos nada nuevo, están contando lo viejo con ropajes nuevos, los héroes y los mitos siguen funcionando y pueden ser una buena guía para la vida.
-¿Cuáles son los oráculos de ahora?
-En la mitología, los héroes y los estados de la antigüedad acudían al oráculo para descubrir su misión. Los estados modernos gobiernan hoy a golpe de encuestas, globos sonda y demás estudios demoscópicos.
-¿Cree que la historia es circular?
-Los antiguos tenían una idea del tiempo circular, pero no creían que la historia se repitiese, lo que sí creían muchos historiadores, como Tucídides o Heródoto, es que los comportamientos sí son una constante. Yo no creo que la historia se repita, pero sí que las pasiones, las emociones y la ambición, tanto individual como colectiva, no han cambiado en 2.500 años y tenemos una guía muy precisa de lo que ocurrió con las antiguas democracias que no debemos olvidar.
-Dice que es fundamental entender al otro.
-Los clásicos enseñan dos caras de una moneda, por un lado el viejo lema socrático, “conócete a ti mismo”, pero también la idea de conocer al otro, que emana de la obra de Heródoto o de Homero, la íntima unidad de la humanidad del ser humano hace que uno y otro lado sean la misma cosa, pero actualmente se echa de menos esa percepción. Hay que entender las motivaciones del otro por diferente y opuesto que sea en apariencia, hay que hacerlas tuyas de alguna manera para superar esa escisión. A mi entender, esta es una de las grandes lecciones de los antiguos.
-Pero también habla del lado oscuro del ser humano, la violencia y el terror.
-Antiguamente hubo grandes conflictos, pero había un impulso por entender al diferente, incluso para vencerlo. En la lucha política era fundamental la retórica y la argumentación, que hoy se echa de menos. Vivimos un momento muy crispado porque la lucha es de consignas en rápidos tweet de 140 caracteres en lugar de trenzar discursos que puedan replicarse y contra argumentar. Ese juego tan profundamente humano y político de la retórica permite tender puentes, pero si solo lanzamos consignas o eslóganes estamos creando una división irreconciliable entre dos facciones, una polarización que no deja avanzar a un punto de encuentro de bien común.
-¿El verdadero debate actual está en las redes sociales?
-Sí, y yo creo que ahí los intelectuales y los políticos tienen una labor clave. Ojalá que, como quería Platón, fueran una comunidad, pero esto no llegó en el mundo antiguo y no llegará en el actual, por desgracia.
-¿Clásico es aquel libro con el que uno podría confinarse?
-Hay muchas definiciones de clásico y cada generación ha propuesto la suya, el libro con el que se iría a una isla desierta, por ejemplo. Yo volvería a esa idea de ir a lo básico en momentos de crisis, zozobra y grandes turbaciones como el confinamiento, es decir, a los clásicos, no solo griegos y latinos, que nos dan respuestas en esos momentos. Por ejemplo, hablando de pandemia, “El Decamerón”, con sus cuentos con la peste de Florencia, “Las mil y una noches”, La Biblia, Dante…grandes obras en las que uno se refugia casi de forma providencial.
-La antigüedad también sufrió epidemias.
-Muchas, la peste de Atenas, la de Justiniano, la peste negra…es una catástrofe apocalíptica, como la guerra, que de vez en cuando asuela la humanidad de forma cíclica, pero hay que resaltar que hemos caído muchas veces y la maravilla es que siempre nos hemos vuelto a levantar.
-¿Quién sería un héroe hoy en día?
-Estamos a vueltas con un heroísmo post-heroico, hay crisis de valores tradicionales y los súper héroes están de capa caída, buscamos héroes nuevos, que yo creo que somos todos nosotros, consiste en descubrir nuestra misión y cumplirla. En la pandemia hemos hablado de los sanitarios, repartidores, cajeros... como héroes anónimos porque cumplen con su misión y con el bien común ayudando a los semejantes, porque en un momento de crisis excepcional se requería sumar voluntades para conjurar los peligros y se hizo.
-Usted hace una fuerte defensa de las Humanidades. ¿Por qué tienen tan poco peso los estudios clásicos en España?
-Este es uno de los grandes errores de nuestro sistema educativo y creo que debemos replantearlo como sociedad, qué queremos enseñar a nuestras generaciones venideras. Saber informática, gastronomía, turismo…es muy importante, sin duda, como el mundo empresarial, pero lo que forma un ser humano como individuo y como miembro de una comunidad son las disciplinas humanísticas, que cohesionan a una sociedad y la hacen mejor. Los docentes notamos cómo ha habido un declive en la forma de expresarse y de pensar y una sociedad que no estudia la lengua madre de la que viene corre el riesgo de perderla y de no usar la suya propia bien. Debería de haber un pacto nacional por las clásicas y por la filosofía como hacen los países de nuestro entorno, Italia, Alemania, Francia, Bélgica. Boris Johnson puede recitar griego antiguo de memoria, ¿por qué nos estamos haciendo este daño a nosotros mismos? Hay que salvar el latín y el griego, que quedan tan mal parados en esta última reforma de la secundaria que corren el riesgo de acabar desapareciendo.