El desencuentro «queer» socialista... o el misterio de la InmaQlada Concepción
Días atrás se dio un cisma en el Congreso del PSOE a cuenta del encaje de la «Q» de «queer» en lo LGTBI
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Supongo que ustedes tampoco habrán pegado ojo esta semana preocupados por el debate que divide al PSOE: si debe incluirse o no la letra «Q» y el símbolo «+» en las siglas del colectivo LGTBI. Un asunto capital para el partido, para el país y para la humanidad.
Cabe remontarse hasta el pasado fin de semana, en el 41º Congreso Federal de los socialistas en Sevilla, cuando los militantes votaron en contra de una enmienda que proponía incluir la «Q» de «queer» y el símbolo «+» (plus) en la denominación oficial de esta sopa de letras por parte del partido. Algo que fue rechazado mayoritariamente por el feminismo clásico del PSOE; un sector que también propició que en dicho concilio se recogiese, en la línea en contra de lo «queer», que sólo las mujeres podrán participar en categorías deportivas femeninas. Una obviedad que, en estos tiempos bizarros, no resulta tan evidente.
Un debate, que, bromas aparte, nos parece terriblemente bizantino. Máxime, cuando fue en la antigua Bizancio donde filósofos, teólogos, políticos y el vulgo andaban enfrascados en una estéril discusión sobre el sexo de los ángeles. Y mientras los bizantinos argumentaban si los querubines tenían picha o vulva, los turcos llamaban a las puertas para acabar con este reducto del cristianismo universal.
«No entiendo por qué ese sector feminista rancio se permite celebrar la desaparición de la ‘q’ de ‘queer’, se permiten ir contra un grupo de hermanas (sic) y se posicionan en un lugar donde lo que demuestran es que no han entendido dónde está el enemigo: el enemigo está en la ultraderecha que se nos va a comer por los pies», dijo al respecto el activista Bob Pop, acertando en la dirección de su crítica –la autodestrucción de la izquierda radical con este ensimismamiento–, pero errando en el sentido de la misma.
Opinando sobre la misma realidad, pero en el sentido correcto, un lector de El País, Javier Bermejo, escribió que: «Ya era hora de que la izquierda deje de hacer seguidismo a minorías exquisitas ensimismadas en sus cositas identitarias. A ver si aprendemos la lección de EEUU, porque estamos dando combustible gratis a Vox con estas cositas».
La InmaQlada Concepción
Siendo hoy el día de la Inmaculada Concepción no podemos sustraernos al fuerte componente religioso, doctrinal que tiene este debate en torno a las letras de esa clave de wifi que es lo LGTBI... Fue hace justo 170 años, el 8 de diciembre de 1854, cuando el Papa Pio IX aprobó mediante la bula «Ineffabilis Deus» el dogma que reconocía la libertad de María del pecado original. Pero, desde mucho antes, Sevilla –curiosamente la ciudad que albergó el 41º Congreso del PSOE– jugó un papel fundamental en la defensa y voto de este misterio. Ya lo cantó el rockero Silvio: «Sevilla es la Pura Concepción/ que, antes que Roma,/ mi Sevilla proclamó».
Esta coicidencia nos permite tratar esta discusión en el seno de la religión woke como lo que realmente es, un asunto místico. Podemos hablar de la cristalización de un cisma dentro de la Iglesia que es la izquierda española, y más concretamente en el interior de la secta feminista, a raíz del debateen el 41º concilio socialista entre los defensores de lo «queer» y las feministas clásicas, también concidas como «terfas» o «transexcluyentes». Se ha consagrado el dogma de la InmaQlada Exclusión.
Lo dice la escritora y expolítica Teresa Giménez Barbat: «Son peleas dentro de una iglesia, subordinación de la razón a la fe. Seudociencia».
¿Qué carajo significa «queer»?
La «Q» de la cuestión, de la discordia, se refiere a lo «queer», pero ¿qué puñetas es esto? El autor de «La masa enfurecida» (Península) Douglas Murray habla de «una transgresión de los modos de vida normales. Los ‘queers’ desean que se les reconozca como algo fundamentalmente distinto y, además, servirse de esa diferencia para derribar ese mismo orden en el que los homosexuales tratan de ingresar».
Por su parte, Giménez Barbat, autora de «Contra el feminismo» (Pinolia) se refiere al término «queer» como lo «raro, torcido o extraño» que «pertenece a la cuarta ola feminista, cuando surgieron corrientes e identidades calificadas de periféricas o disidentes, personas que no se sentían representadas por la categoría hombre o mujer, ni por conceptos como gay, homosexual o lesbiana». Bob Pop, que ha escrito «Como Las Grecas» (Debate), añade que «‘Queer’ es como se insultaba a los maricas y lesbianas, como raritos; el colectivo se apropió del insulto para convertirlo en una señal orgullosa».
El quid de la «Questión»
Sin embargo, el quid de la «Questión», la grieta del cisma viene por «la subordinación del sexo al género», como explica Giménez Barbat, quien opina que «el sexo es biológico y binario, no un espectro, y no es un concepto intercambiable por género. El género es un conjunto de preferencias que distinguen a cada sexo».
Para la exvicepresidenta Carmen Calvo, «terfa» mayor del reino para los «queers», «el feminismo lleva siglos luchando contra el género. Queremos ser mujeres, no queremos estar encarceladas en la feminidad, ni que los hombres lo estén en la masculinidad: queremos ser hombres y mujeres, y punto».
La escritora y política Lidia Falcón niega directamente la existencia del género: «El género no existe. En realidad es una clasificación: el género de punto, el género lírico, el género dramático».
Mientras que Ángela Vallvey, autora de «Cuentos para dormir más y mejor» (Arzalia), en relación a la posibilidad de agregar el «Q+» es de la opinión de que «El deseo de categorización de la sexualidad no hetero normativa podría así desvelarse como algo interminable hasta el punto de que lleguemos un día a la conclusión de que hay tantas formas de sexualidad como seres humanos, y todos ellos no caben en una serie de letras: es mucho más sencilla y racional la bandera arcoíris, porque no hay más colores que los que tiene esa bandera, los tonos intermedios y mezclados no se perciben como colores en sí mismos.»
«El colectivo ahora mismo, si tiene otra mirada, otros cauces, otras transversalidades con clase, con capacitismo (sic), con antirracismo... tiene que ver con lo ‘queer’, con el cuestionamiento de que las cosas no tienen que ser como siempre han sido», asegura Bob Pop, quien dijera que los gays encarcelados por el régimen cubano de Fidel Castro «se lo pasaban pirata». Por ahí debe andar la transversalidad de la que habla.
En fin, concluyamos con un poco de sentido común y humor. Douglas Murray: «...luego se le añadió una T. Luego una Q. Y luego una serie de estrellas y asteriscos. A medida que el alfabeto crecía, algo cambió en el seno del movimiento: la venganza».