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"Día D": El espejismo aliado de Normandía

Los líderes occidentales acuerdan «resolver pacíficamente las tensiones internacionales» durante los actos del 75º aniversario de la batalla definitiva que precipitó la caída del III Reich. La buena voluntad contrasta con el enfriamiento de las relaciones por el unilateralismo de Trump.

El presidente Donald Trump durante su discurso ayer en Portsmouth (Inglaterra)
El presidente Donald Trump durante su discurso ayer en Portsmouth (Inglaterra)larazon

Los líderes occidentales acuerdan «resolver pacíficamente las tensiones internacionales» durante los actos del 75º aniversario de la batalla definitiva que precipitó la caída del III Reich. La buena voluntad contrasta con el enfriamiento de las relaciones por el unilateralismo de Trump.

«El destino del mundo dependía de su éxito. Muchos de ellos sabían que nunca volverían. El heroísmo, coraje y sacrificio de quienes perdieron la vida nunca será olvidado». El rey Jorge VI describió así la batalla de Normandía durante la Segunda Guerra Mundial. Y sus palabras fueron repetidas ayer por su hija, Isabel II, para conmemorar el 75º aniversario de la arriesgada operación de las tropas aliadas con la que se consiguió liberar a los territorios de la Europa occidental ocupados por la Alemania nazi. La monarca rindió tributo a los protagonistas acompañada de otros 16 líderes mundiales en una más que emotiva ceremonia celebrada en la ciudad portuaria de Portsmouth, al sur de Inglaterra, que fue uno de los puntos de embarque clave para muchos de los barcos militares de los aliados en el histórico «Día D».

Todos los mandatarios presentes en el acto –desde Emmanuel Macron a Angela Merkel, pasando por Donald Trump– firmaron una declaración conjunta para comprometerse a trabajar juntos para «resolver pacíficamente las tensiones internacionales» a fin de garantizar que el «horror inimaginable» de la guerra no se repita. A día de hoy, la declaración es más significativa que nunca. Por las palabras y los signatarios. Sobre todo por parte del presidente estadounidense, que ayer finalizó su polémica visita de Estado de tres días a Reino Unido. El acto de alguna manera también clausuraba el Gobierno de Theresa May, que mañana dejará de ser oficialmente líder del Partido Conservador y se quedará en Downing Street meramente a modo simbólico hasta que elijan sucesor en julio. La aún «premier» leyó la postal que el capitán Norman Skinner, del Cuerpo de Servicio del Ejército Real, llevaba en su bolsillo cuando aterrizó en «Sword Beach» (Francia) el 6 de junio de 1944. «Aunque daría cualquier cosa por volver con vosotras –en alusión a su esposa e hijas–, aún no quiero retirarme del trabajo que tenemos que hacer aquí», escribió cuatro días antes de morir.

La batalla de Normandía fue precisamente la que inició la «relación especial» entre Londres y Washington. Desde entonces ambos países habían ido de la mano. Pero ahora las diferencias son más que evidentes. Y no solo por la dañada reputación internacional que tienen los británicos por el fracaso de las negociaciones del Brexit. El divorcio de Reino Unido con el bloque tan solo es la punta del iceberg de una crisis internacional a gran escala donde las instituciones instauradas por las democracias liberales están más cuestionadas que nunca. Estados Unidos, que se coronó tras la II Guerra Mundial como la primera potencia mundial, está ahora en manos de un controvertido presidente que, lejos de unir a los que fueron sus aliados, se va retirando de los acuerdos que buscan aunar fuerzas ante los nuevos retos que se plantean.

La decisión de Trump de salir del Acuerdo de París sobre el cambio climático o del pacto nuclear con Teherán para afrontar la delicada situación en Irán son tan solo algunos ejemplos. Lejos de la cooperación que se creó tras el conflicto bélico, el lema ahora del responsable del Despacho Oval pasa por «America First», pese a quien le pese.

Por otra parte, está la polémica actitud del mandatario con respecto a la UE en un momento en el que los movimientos euroescépticos y de extrema derecha amenazan más que nunca el proyecto comunitario.Trump no solo ha llegado a aconsejar a los británicos que abandonen el bloque dando un portazo sin pacto, sino que también les ha llegado a sugerir que no paguen la factura que les corresponde del divorcio. El hecho de que se reuniera con Nigel Farage –principal protagonista del Brexit– es una obvia declaración de intenciones. Trump ya eligió al líder euroescéptico como el primer político europeo con el que se dio cita en su torre dorada en pleno centro de Manhattan nada más ganar las elecciones a la Casa Blanca. No duda en deshacerse en elogios hacia él. Es más, ha aconsejado al Gobierno británico ponerle al frente de las negociaciones para la salida del bloque.

Antes de viajar hoy a Francia, donde asistirá a más conmemoraciones del «Día D» en Normandía, Trump estuvo ayer por primera vez como presidente de Estados Unidos en la República de Irlanda, donde mantuvo un encuentro bilateral con el primer ministro, Leo Varadkar. No hubo rueda de prensa conjunta, aunque, según la P, trataron cuestiones como el Brexit, las visas y el comercio, en definitiva, temas similares a las que debatieron en marzo en la Casa Blanca.