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Guía

Diez obras para no perderse en ARCO

Es evidente que una feria como esta, con más de 200 expositores participantes y de obras para ser contempladas por el público genera tantas filias y fobias como ojos la visitan. Cada observador elige y descarta según sus gustos. De ahí que sean múltiples las listas que se puedan confeccionar con las «piezas imprescindibles» que nadie se puede perder. Aquí va la nuestra

"Parquedades" (1987)
Diez obras para no perderse en ARCOARCOARCO

[[H2:«Los inventarios reales» (2022)]]

De Diana Larrea (Galería Espacio Mínimo). La revisión que, desde una perspectiva de género, propone Larrea de los Inventarios Reales del Museo del Prado arroja el cuestionamiento de la autoría de algunos cuadros que, pese a ser atribuidos a mujeres artistas, han sido asignados a pintores masculinos. A través de un dispositivo de exposición que recuerda a los habituales en la pinacoteca, Larrea lleva a efecto una deconstrucción de la objetividad.

[[H2:«Skin» (2010)]]

De Eftihis Patsourakis (Rodeo Gallery). Esta pieza, realizada mediante la yuxtaposición de las típicas alfombras de entrada, ofrece una doble y sugerente interpretación: de un lado, una relectura irónica de las piezas de suelo de autores minimalistas que, a diferencia de esta, ya no pueden ser pisadas por tratarse de objetos de culto; y, de otro, la de la piel como interfaz que sirve al sujeto de contacto con el exterior y que recibe toda la polución.

[[H2:«Parquedades» (1987)]]

De José Alejandro Restrepo y María Teresa Hincapié (Rolf Art). Esta video-acción concebida por Restrepo (pionero del videoarte en Latinoamérica) e interpretada por Hincapié, máximo exponente de la performance colombiana, está compuesta por cinco monitores de televisión que reproducen, sin trabazón narrativa alguna, diversas situaciones acontecidas en un parque, mientras la performer se desenvolvía entre ellos con su habitual ritmo.

[[H2:«Senza Titolo» (2022)]]

De Lucia Cantó (Monitor). Sobre imágenes del cuerpo –en las que la piel representada llega a hacerse una con la superficie de la obra–, diferentes frases son escritas a mano. No es nuevo que la piel sirva de soporte a una inscripción textual. Pero, a diferencia del tatuaje, en estas obras de Cantó no existe un diálogo y acomodo entre la piel y la palabra, sino, por el contrario, una suerte de invasión, de tachadura, de imposición de su mensaje.

[[H2:«El fuego y el reposo» (2022)]]

De Pamen Pereira (Set Espai d’Art). Una hendidura se abre en un colchón y, a través de la misma, emerge una incesante llama de fuego. A partir de la fusión de dos de sus claves principales, la transformación de la materia y el lenguaje poético, Pamen Pereira convierte una rotura en una herida, así como una llama en un fluido que termina por antropomorfizar la escena.

[[H2:«Untitled» (2021)]]

De Marguerite Bornhauser (Carlos Carvalho Arte Contemporánea). La presente serie constituye el particular diario confeccionado por Bornhauser durante el periodo del confinamiento. En una suerte de rebelión contra la inalterable repetición de lo cotidiano, la autora reinventó diversos objetos comunes saturándolos de color y otorgándoles así una nueva dimensión pictórica.

[[H2:«Shadow Dancers» (2021)]]

De Benardí Roig (Galería Max Estrella). Unas bailarinas de metal colgadas del techo proyectan sus amplias sombras sobre el muro del fondo. El movimiento, entendido como la sombra del cuerpo, se desvela como una fantasmagoría que desborda y deshace los contornos racionales de nuestra corporeidad. Ninguna sombra, parece decirnos Bernardí Roig, puede permanecer bajo el control de quien la proyecta.

[[H2:«Songs Without Words» (2020)]]

De Joseph Grigely (Galería NoguerasBlanchard). Grigely se vale de una sucesión de imágenes que ofreció el periódico «New York Times» de personas interpretando música y cantando para poner de manifiesto lo absurda que puede llegar a parecer la música sin sonido, y, al mismo tiempo, plantear formas de comunicación que suplan mediante el lenguaje no verbal la merma ocasionada por un déficit sensorial.

[[H2:«El gran banquete» (2017)]]

De Rosalía Banet (Galería Rafael Pérez Hernando). Durante una estancia en Roma, Banet fue comprando diferentes productos comestibles que trasladó a silicona mediante un molde. A continuación, cada elemento era pintado en negro, obteniéndose así un efecto de comida quemada para un banquete fúnebre. De una manera lúcida, Banet nos presenta en esta instalación el negativo de la abundancia.

[[H2:«Apresto» (2022)]]

De Pablo Capitán del Río (Galería Art Nueve). El eje central de toda la obra de Capitán del Río es la transformación de la materia, tanto para reabrir su aparentemente finalizado proceso como para alterar y extrañar su naturaleza. Aquí, diferentes materiales pobres son intervenidos para otorgarles una apariencia marmórea y, de este modo, y por medio de su elevación, convertirlos en lugares de culto.