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Crítica de clásica

Distintas cotas de lo espiritual

La ciudad de Lorca acoge, en el marco del Festival de Granada, dos grandes conciertos

Escena del concierto ofrecido en el Monasterio de San Jerónimo en el marco del Festival de Granada
Escena del concierto ofrecido en el Monasterio de San Jerónimo en el marco del Festival de GranadaArchivo

Obras: de Vivanco, Lopes Morago, Magalhaes, Cardoso, Victoria, Prokofiev y Chaikovski. Directores: Pedro Teixeira, Riccardo Chailly. Officium Ensemble y Filarmónica de La Scala. Festival de Granada, 25-VI-2023.

Hablamos de estos dos nuevos conciertos, tan distintos entre sí, del Festival granadino. Por la mañana, en el bello marco de San Jerónimo, bajo el maravilloso altar mayor, escuchamos un concierto polifónico presidido por la figura de Sebastián Vivanco (1551-1622), paisano y compañero del más célebre y reconocido Tomás Luis de Victoria (1548-1611), pero equiparable a él en conocimiento, destreza musical y técnica, capaz de construir páginas contrapuntísticas del más alto valor.

Como pudimos comprobar siguiendo la meritoria interpretación de su misa “Assumpsit est lesus”, núcleo de la sesión matinal. Los 13 cantores, bien entonados, bien balanceados, flexibles y hábiles para atender las demandas expresivas del sensible Teixeira -hace años responsable del Coro de la Comunidad de Madrid- sortearon con estilo y justa expresión las distintas partes de la obra, dibujando bellas combinaciones contrapuntísticas en el “Credo” a 5 voces, donde lograron raras plenitudes y pianísimos de alto refinamiento. Con pequeñas desigualdades entre las cuatro sopranos, no todas de la misma calidad.

En el “Kyrie” y el exquisito “Gloria” el grupo ya había mostrado su calidad. Debidamente contrastada más tarde en el muy movido “Surrexit pastor bonus” del propio Vivanco. Antes de terminar con “O sacrum convivium” de Victoria, a 6 bien dibujadas voces, en el que se consiguieron admirables plenitudes, pudimos escuchar variadas páginas de otros autores portugueses: Estevao Lopes Morago (1575-1641) con las ricas imitaciones de Montes Israel, Filipe de Magalhaes (1571-1652), con la bella, fluida y compacta “Commissa mea”, a 6 voces, y Manuel Cardoso (1566-1650), con la discursiva “Stivt anima mea”, asimismo a 6. Ante los muchos aplausos del público que llenaba el templo, regalaron un alegre y saleroso “Rex gloria” de Estevan de Brito (1575-1641).

Cambio de tercio por la noche: en el marco del Palacio de Carlos V se situaban las huestes de la Orquesta Filarmónica de La Scala al mando de su titular, Riccardo Chailly. No es el conjunto milanés uno de los cimeros dentro del mundo sinfónico, cuando, además, su especialidad es la ópera. Pero es una agrupación de clase, que ha sido dirigida por las más grandes batutas del mundo, de Toscanini a Abbado o Muti. En esta su primera actuación en el Festival de Granada, hemos vuelto a reconocer las características del director, siempre con las partituras en el atril: brazos amplios, gesto meridiano y firme, sugerente cuando se trata de conseguir sonoridades blandas y acolchadas, impetuoso cuando se exige un tutti en fortísimo. Su batuta, siempre clara, de dibujo amplio y sinuoso, con idóneo subrayado rítmico, es de las más aptas para resaltar las múltiples líneas melódicas y los contrapuntos que animan cualquier composición. Aunque a veces corre el peligro de quedarse en la superficie.

Aquí nos ofreció dos sinfonías postreras y bien distintas. En primer lugar la “Séptima” de Prokofiev, animada y nostálgica, chispeante en ocasiones, con rememoraciones de la “Clásica”, primera de la colección, aunque muy en clave de fin de ciclo. A la interpretación le faltó transparencia y rotundidad. Luego la “Sexta”, la “Patética” de Chaikovski, todo un universo vital de lúgubres premoniciones. Chailly diseñó bien la partitura y buscó sus raíces expresivas, con buena distribución instrumental y planos conseguidos. Y algunos fallos de conjunción y destreza por parte de la formación. Huyó de lo ampuloso y obtuvo efectos de buena calidad, comienzo de la obra, explosión del “Allegro non troppo”, aire danzable en el “Allegro con grazia”, ímpetu en el “Allegro vivace” y fraseo muy adecuado en el pesimista remate, con rotundos “pizzicati” de los contrabajos. No hubo bises. Mejor.